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¿Por qué la gente del pueblo no va a las marchas?

¿Son indolentes, son vagos, viven del clientelismo como dicen algunos o más bien, es porque los que los convocan NO LOS REPRESENTAN? Lo cierto que la sociedad civil organizada es débil en Panamá y el estado es muy pesado, hay una cierta cuota de clientelismo que hace que las clases bajas eviten comprometerse políticamente para no perder oportunidades en la distribución clientelista.

Pero hay otras razones de más peso.

Los pobres no entienden cómo la corrupción los afecta cortándoles servicios estatales y oportunidades de surgir. Los pobres no se identifican con blancos de clase media alta que hablan contra la corrupción en casos de cientos de millones de dólares y que dan la impresión de estar escondiendo detrás de un lenguaje grandilocuente, una lucha de intereses mercantilistas entre grandes grupos económicos que aspiran a mamar de la teta del ESTADO. El enfoque en los grandes casos de corrupción es necesario, porque hay que empezar a atacar la impunidad de los grandes, pero estos grandes casos de corrupción los pobres no los entienden y no saben cómo los afectan.

Si se quiere una lucha efectiva contra la corrupción es necesario que los autoproclamados dirigentes de la sociedad civil salgan de yeyelandia y empiecen a atacar aquellas formas de corrupción que los pobres sienten mucho más. Por ejemplo hay sistemas que son legales pero son sumamente corruptos como la asignación de cupos de transporte, el manejo de los turnos extraordinarios de los policías, en el alquiler de armas a los maleantes por los policías, en tráfico de armas, los abusos en los retenes, el abuso de autoridad de funcionarios. Todas esas son formas de corrupción. Sin embargo, la dirigencia de la sociedad civil las ignora. La gente no es tonta, Panamá ya no es el Pendejistán de antes. La gente no está dispuesta a ser carne de cañón en las peleas por puestos o negocios entre grupos económicos si sabe que gane quien gane, el ciudadano de a pié siempre pierde. Por eso si los que convocan no son visto como hablando en nombre de todos, la gente no va a hacer caso. Más caso les hacen a los pastores evangélicos en una marcha contra gays y lesbianas que a una marcha contra la corrupción.Lo que pasó el martes 31 en calle 50 es un ejemplo. Miguel Antonio Bernal convoca a una concentración contra la corrupción de manera vaga, y un grupo diverso de personas acude. Pero entre ellos está un grupo de la sociedad civil que apoyó al presidente de turno durante la campaña electoral y fue premiado con puestos para sus miembros, el cual es el principal beneficiado por las acciones del Ministerio Público. Aunque ellos no convocaron, el hecho de que ellos aceptaron ir y se mostraron muy activos convocando, tras el fracaso de una más parcializada convocatoria hecha por ellos en las escalinatas de la Corte, hizo que mucha gente decidiera no ir porque sentían que la concentración era parte de un evento para desviar la atención lejos de Ministerio Público y hacia la Corte Suprema.

Pero aparte del tema de lucha contra la corrupción y en favor de la transparencia, el principal problema que tienen los líderes de la clase medie y alta de la sociedad civil es que no saben transmitir sus preocupaciones más allá de la clase media y alta. La empatía suele ser una carretera de dos vías. Para que la gente simpatice con una postura, se tiene que por lo menos aparentar que se simpatiza con las de ellos aunque no se esté de acuerdo.  Para eso, los líderes de clase media de la sociedad civil tienden que demostrar algún tipo de simpatía por cómo la corrupción afecta el día a día de las clases más bajas y dejar de pontificar y darse baños de santidad. En Panamá los puros se fuman. Los pobres saben que nadie es puro, solo los niños de pecho, y ven los baños de pureza con cinismo. Más que pontificar es mostrar cómo la corrupción afecta a los pobres. Y luchar contra aquellas pequeñas y cotidianas formas de corrupción y abuso de poder, que suele ser lo mismo, que afectan a los ciudadanos de a pié. La falta de escuelas, los abusos policiales, todo esto no afecta a los que tienen auto propio, tienen seguro médico privado o mandan los hijos a escuelas privadas, pero sí afecta a las masas. Si no tocan la corrupción en estos temas, nunca van a lograr el apoyo de las mismas.

En el Doing Business del 2018, Panamá sigue cayendo, y cayendo, la burocracia y la corrupción nos comen. Estamos ahora detrás del Costa Rica, El Salvador, Colombia, en la facilidad para hacer negocios. Y donde hay filas, hay corrupción. Donde hay burocracia, se necesita engrasarla con dinero y favores. Esto parece no ser una preocupación de los dirigentes de la sociedad civil. Luego que no se quejen cuando la gente no les hace caso.

About the author

Ricardo Soto

Ricardo Soto Barrios, abogado, especialista en políticas públicas, egresado de la Universidad Santa María la Antigua. Políticamente liberal, ha participado en muchos proyectos donde se analizan las políticas públicas de Panamá desde un punto de vista liberal y se proponen alternativas. Ha trabajado en la Policía Nacional de Panamá, el Ministerio de Gobierno, y AMPYME, además de ejercer la práctica privada.

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