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Subsidios nefastos. El opuesto caso exitoso de Nueva Zelanda.

A diferencia de cualquier otra nación de la OCDE, Nueva Zelanda es una economía agraria, aunque muy sofisticada y evolucionada,  con agricultura pastoral (lechería, oveja / ganadería ), que ocupa unos 10,8 millones de hectáreas o el 41% de  su tierra.

El valor de las exportaciones primarias se estima alcancen los 60.000 millones de dólares en 2025.

Nueva Zelanda es el principal exportador mundial de productos lácteos y representa un tercio del comercio mundial de productos lácteos, a pesar de ser sólo el octavo en términos de volumen.

Del mismo modo, producen alrededor del seis por ciento del total mundial de carne de oveja, pero representan más de la mitad del comercio internacional de carne ovina y casi tres cuartas partes del comercio de carne de cordero. El sistema de granjas de Nueva Zelanda es de baja emisión de carbono basado en un alto rendimiento. Se caracteriza por un uso intensivo de la innovación y la automatización.

Las estadísticas de Productividad Laboral  muestran que la productividad laboral en la agricultura ha aumentado 3.4 por ciento cada año desde la reforma. Es el motor del crecimiento global de la productividad laboral de Nueva Zelanda.

¿Cómo fue que llegaron a este impresionante nivel de productividad? La respuesta está en la abolición de los nefastos subsidios. “Vimos que no había futuro a menos que terminara lo que se había convertido en una política cancerosa” , dice un informe de la Federated Farmers de Nueva Zelanda.

En 1984 el gobierno laborista de Nueva Zelanda, un gobierno que introdujo una reforma de retorno a los principios de mercado,  a instancias de la organización Federated Farmers, tomó el paso dramático de terminar todos los subsidios al agro, que consistía entonces de treinta incentivos a exportaciones y pagos de producción distintos. Esta acción fue verdaderamente sorprendente, puesto que la economía neocelandesa dependia de la agricultura unas cinco veces más que la estadounidense, medido tanto por el producto como por el empleo que genera. Los subsidios en la isla representaban más del 30 por ciento del valor de la producción antes de la reforma, un nivel moderadamente más alto que el de Estados Unidos hoy. Además, la agricultura neocelandesa estaba estropeada por los mismos problemas causados por los subsidios de EE.UU., incluyendo sobreproducción, destrucción ambiental y precios inflados de la tierra.

Luego de la crisis petrolera de los 80s, los mercados externos se deterioraban y los ingresos agrícolas se apoyaban a través de precios mínimos suplementarios. Para 1984, los agricultores estaban recibiendo tanta asistencia gubernamental, que los competidores solicitaban penalizaciones comerciales contra las exportaciones neozelandesas. Los subsidios habían fomentado la sobreproducción que a su vez deprimían los precios mundiales.

Casi el 40 por ciento de los ingresos brutos de los ganaderos de ovejas y vacas de Nueva Zelanda provino de subsidios gubernamentales.

La eliminación de los subsidios en Nueva Zelanda fue veloz y certera. De la noche a la mañana los campesinos pastores pasaron de subsidios del 33 %  a 0 %. El gobierno neocelandés sólo ofreció “subvenciones de salida” a aquellos agricultores que desearan cambiar de ocupación al terminárseles los subsidios.

El plan se sustentó en estas medidas:

  • Se eliminó el apoyo a los precios
  • Subsidios a los insumos, fueron eliminados
  • Los créditos se otorgaron a tasas de interés de mercado (se eliminaron los intereses preferenciales)
  • Se finalizaron los préstamos agrícolas rurales
  • Los préstamos rurales financiados por el gobierno se adaptaron progresivamente a las tasas de mercado.

El plan de Nueva Zelanda tuvo que enfrentarse a marchas de protesta frente al parlamento y a resistencia organizada por parte de los agricultores. A los argumentos de la oposición se sumaba la predicción del propio gobierno de que diez por ciento de los granjeros del país quebrarían; aún así, se eliminaron los subsidios y la agricultura neocelandesa nunca estuvo mejor de ahí en más.

La agricultura de Nueva Zelandia pasó rápidamente de un promedio de equivalente de subvención a productores de la OCDE (PSE) del 18 por ciento en el período 1979-1986 a menos del 1 por ciento en 2012. El promedio de la OCDE para los países miembros en 2012 fue de 19 por ciento.

Para el 2001, y luego en 2014, los Agricultores Federados de Nueva Zelanda,  documentaron en un reporte el impacto positivo de la eliminación de los subsidios y el crecimiento de la industria agricultora desde entonces. Aunque los precios de la tierra cayeron inicialmente, para 1994 ya se habían recuperado y hoy permanecen altos. La gran cantidad de bancarrotas que muchos esperaban nunca ocurrió; sólo un 1 por ciento de las granjas habían quebrado.

 

Desde que los subsidios se removieron, la productividad de la industria ha promediado un crecimiento del 6 por ciento anual, comparado con tan sólo un 1 por ciento previo a las reformas. La agricultura en Nueva Zelanda ha sacado “buenas calificaciones” de parte de productores que compiten en los mercados mundiales contra producción subsidiada en la mayor parte del resto del mundo.

La gran mayoría de los agricultores demostraron ser empresarios expertos, reestructuraron sus operaciones, exploraron nuevos mercados y volvieron a la rentabilidad rápidamente, pero real y autosostenida. La eliminación de los subsidios, resultó ser un catalizador para las ganancias en productividad. Los agricultores redujeron costos, diversificaron el uso de la tierra, buscaron ingresos no agrícolas y desarrollaron nuevos productos. Se concentraron más en llevar a cabo actividades que tenían un buen sentido comercial en lugar de perseguir un subsidio.

El liderazgo mundial en la agricultura de bajo carbono / alto rendimiento que encabeza Nueva Zelanda, se puede ver en la Alianza Global de Investigación de Nueva Zelanda sobre los gases de efecto invernadero agrícolas , prueba de que la mejor conservación del ambiente se realiza bajo los incentivos correctos y no por subsidios.

Las empresas agrícolas de Nueva Zelanda ya están invirtiendo, en el extranjero, y exportan su know-how, adaptándolo a las condiciones locales tanto en las Américas como en Asia, sin embargo saben que enfrentan aún el proteccionismo, las barreras comerciales y similares de otros países que no se quieren enfrentar al costo político de eliminar los subsidios.

En el año 2013, Beef + LambNZ expuso el costo de los aranceles a las exportaciones de carne roja de Nueva Zelanda a $ 19,000 por granja. Extender eso a otras exportaciones primarias no sólo le costaría a los granjeros, sino a todos los neozelandeses.

“En las economías en desarrollo, los aranceles y los subsidios constituyen una insidiosa trampa de la pobreza” … ‘las naciones ricas están gastando mucho, mucho más que en subsidios agrícolas. Acabar con las barreras comerciales y los subsidios no es sólo un imperativo económico, sino moral. El costo del fracaso será un conflicto exasperado por nuestro clima siempre cambiante. Dado que dos de las cuestiones más difíciles del mundo son la seguridad alimentaria y el cambio climático, permitir que los países que pueden producir alimentos de manera más eficiente para comerciar más libremente con los productores de alimentos menos eficientes, tiene sentido”, sostiene el informe.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) confirma que Nueva Zelanda tiene el sector agrícola menos subsidiado entre las naciones industrializadas, concluyendo que sus reformas “resultaron en una reducción dramática en la distorsión de los mercados”. Los datos de la OCDE muestran que los subsidios a la agricultura representan solamente un 1 por ciento del valor de la producción agrícola de Nueva Zelanda y consiste principalmente de fondos para investigación científica.

Siempre se piden ejemplos cuando se expone que los subsidios son nefastos y perpetúan la pobreza. Este es uno de ellos.

About the author

Irene Gimenez

Irene Gimenez, analista internacional. Es abogada con maestría en economía y ciencias políticas. Su especialidad es el análisis económico del derecho. También tiene especializaciones en temas financieros, tecnología y globalización. Su preferencia hoy día es analizar el impacto de los desarrollos bajo tecnología Blockchain y el impacto que ello generará en las próximas décadas.

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