Me aflige ver como una y otra vez las noticias destacan el bochornoso fracaso de la educación en Panamá, pero, según parece, pocos proponen soluciones. ¿Será que no conocen de alternativas o será que no se atreven a proponerlas? Y digo que no se atreven a proponer alternativas porque las obvias van en contracorriente; lo cual es lastimoso ya que la corriente va por un rumbo equivocado y tenebroso, que es el rumbo del centralismo castrante del servilismo a las mafias políticas.
Y, no hago semejante acusación de manera temeraria sino en base a toda la abundante evidencia, consistente no sólo en el fracaso del NODUCA sino en el tropel de asaltos al erario y temas puntuales, tales como la actuación delictiva de los agentes de tránsito, la cual es apadrinada por el andamiaje administrativo estatal.
Dicho lo anterior, reenfoco el tema del fracaso educativo y de sus soluciones; y la pregunta medular es si nos seguimos estancados en el lodazal del repudio al fracasado sistema o si vamos a procurar auténticas reformas.
En los EE.UU., la parte buena de la supuesta “pandemia” es que ha causado un despertar que ha llevado a decenas de miles de padres de familia a repensar la educación de sus hijos, luego de dos años de tenerlos en casa y de ver la pobre calidad de una enseñanza pagada a precio de primera calidad.
En los EE.UU., muchos padres optaron por la educación en casa, mientras otros optaron por ir a las reuniones de juntas académicas a ver y opinar; lo cual produjo una reacción de reflejo estatal que acusó a los padres de ser “terroristas domésticos.” Al menos en Panamá nuestra pobre constitución dice que los padres tienen el magnánime derecho de participar.
En Panamá el asunto es mucho más lúgubre, ya que pocos padres se preocupan en averiguar qué les enseñan a sus hijos, si es que les enseñan algo más que la sumisión al dios estado. Pero la pregunta que gime ser formulada a gritos es: ¿Acaso la educación es algo que puede o debe ser delegada a los gobiernos? ¿Acaso los panameños no se dan cuenta lo chambona que es su estructura gubernamental? Que si no pueden siquiera mantener las calles y regular en tránsito ¿qué chance tienen de educar a los niños?
La solución debía ser obvia… ¡DESCENTRALIZACIÓN! Es decir, que el NODUCA sólo se dedique a la función propia estatal de velar que no estafen a los ciudadanos en vez de lo que hace hoy día que es ser el estafador en jefe.
El gran secreto de una buena educación está en cosas como la diversidad de ofertas educativas y, particularmente, en promover la emoción y amor por el aprendizaje. Pensar que el NODUCA puede hacer estas cosas es absurdo. Y ello sin considerar que una institución estatal panameña no tiene la capacidad de administrar una planilla de más de 60,000 funcionarios y mucho menos el presupuesto que ello requiere. Sólo hay que ver la penosa situación de las infraestructuras académcias por todos lados.
Si no abolimos el abismal rol político estatal en la educación seguiremos atascados en el lodazal de la ignorancia y la pobreza, con todas esas cacareadas desigualdades resultantes del pérfido sistema. Y lo más triste de todo es que despilfarramos más en la deseducación central que lo que gastan las escuelas privadas. Bien podríamos dar los fondos directamente a los padres, a través de vales o cuentas educativas y que estos decidan dónde educan a sus hijos. Con ello se potenciaría la independencia de los ciudadanos y no el servilismo.
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