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El FMI y sus observancias a los riesgos del sistema bancario panameño

¿Qué es el “moral hazard” o riesgo moral en economía? Es un concepto que se utiliza para definir un comportamiento bastante perverso de un acreedor que presta sin medir los riesgos que pudiera ocasionarle ya que el deudor o a quien le está prestando tiene sobre él un prestamista de última instancia. Es decir, no importa la capacidad de pago que posea, lo importante es seguir prestándole, condicionándolo a que lo siga haciendo, porque alguien más va a asumir las consecuencias si no paga.

Justamente, una de las funciones principales de un Banco Central ha sido siempre la de ser el prestamista de última instancia en caso de ocurrir una situación de crisis bancaria, que puede ser focalizada o sistémica. La última es cuando normalmente sobreviene a un contagio en los mercados producto de una desconfianza generalizada a que los bancos puedan entregar los depósitos en cuenta corriente de los clientes ante su sola solicitud y presentación en caja.

El problema de fondo es una nefasta concepción de lo que es la economía. La economía, en su versión más simple, es la ciencia de la escasez. Y cuando existe escasez, es vital la correcta asignación de recursos, porque si acertamos, el mercado premia y es lo que denominamos crecimiento; pero si se falla, se castiga y nos obliga a corregir el rumbo. Esta regla general, ha sido desvirtuada con el paso del tiempo, especialmente desde la creación de los bancos modernos y los bancos centrales, que le dan una cobertura estatal a los negocios privados en lo que respecta al riesgo.

De la escasez hemos pasado sin escalas a la abundancia, a la sobreoferta del crédito o una liquidez que necesita ser imperiosamente volcada a la economía para cumplir con el cometido bancario inicial, que es ganar en la intermediación. Ahora bien, este crédito es producido inicialmente por los mismos depositantes a partir de que colocan los ahorros o ganancias en cuentas corrientes. Luego los bancos “encajan” o provisionan una parte y prestan la otra. El mismo que ha obtenido el crédito regresa al banco, que puede ser ése mismo u otro y vuelve a producirse el ciclo que en difícil llamamos expansión monetaria.

A esta altura, se dan cuenta que el circulante en el mercado es mucho más de lo que realmente está depositado realmente en el banco. Como en cualquier negocio, los banqueros van analizando el comportamiento del mercado y midiendo su riesgo. Hay más reglas de negocio que hay que conocer: por ejemplo, el crédito al consumo es el más fácil de entregar, ya que con pocas certificaciones de ingresos alcanza y en épocas donde el consumo está fuertemente alentado desde el estado, el gasto manda y los bancos se enfocan en prestar y prestar cada vez más. Imagínense que mientras los depósitos pueden pagarse hasta el 5 % anual en intereses, el mismo dinero prestado puede generarle al banco un 25 % anual. El diferencial (spread) es muy apetecible como para no arriesgarse.

De eso estamos hablando, del riesgo. En épocas difíciles, los bancos restringen el crédito, se deciden medidas más conservadoras y prudentes, es decir, como existen mayores riesgos de impagos, la regla de la prudencia es la que impera. Pero aun así, es posible que el banco comience a tener problemas: en una economía donde rige el Banco Central y las reglas de Basilea, es posible que ese banco deba ajustarse, reorganizarse y eventualmente si el Banco Central observa que podría existir un contagio o que la plaza bancaria está seriamente comprometida, interviene para rescatarlo o salvarlo. El riesgo de contagio o sistémico sucede cuando ante la sospecha de que un banco está en problemas, la gente acude en masa a solicitar sus depósitos de vuelta y otros tantos, por las dudas, acuden a otros bancos a hacer lo mismo. Recuerden que más arriba explicamos el funcionamiento bancario, por lo cual el más exitoso banco no podría responder a una demanda generalizada de devolución de depósitos al mismo tiempo por la totalidad. Quebrar en este contexto es una posibilidad muy lejana y por ello el prestamista de último recurso acude al rescate o decreta feriado bancario por cantidad de días para reorganizarse o directamente impone un cierre de operaciones en efectivo y sólo autorizar transacciones vía electrónica (caso corralito 2001, Argentina).

En países como Panamá, al no existir un prestamista de última instancia o Banco Central, la regla que impera es la prudencia extrema, el crédito se restringe o se expande de acuerdo a esta regla fundamental y los bancos deciden cuánto o cómo prestar o qué negocios financiar o si dedicarse a la banca consumo o la de inversión, en fin, manejan el negocio de acuerdo a las reglas de la prudencia de un buen padre de familia. Por ello es que en Panamá, a pesar de ser un país altamente globalizado, la más terrible crisis luego de la del 29 y la del 97, la del 2008, casi no tuvo efectos sobre Panamá. Ello debido en gran parte a que los bancos venían manejando con suma prudencia la expansión del crédito y fueron muy conservadores al momento de financiar obras con largos años de construcción. Pero lo más importante, no existía el riesgo moral, la posibilidad de un rescate salvador por una institución suprabancaria. Esa es la regla de oro que le ha permitido a Panamá desde su nacimiento como nación en 1903, permanecer indemne ante cualquier crisis, interna o externa; ha frenado a los políticos para no se endeudarse más de la cuenta, y sobre todo despilfarrar los ahorros de la gente.

Ahora bien, nos encontramos con un anuncio de unos estudios para la implementación de un fondo de liquidez bancaria. Si bien se ha explicado que sería un fondo de liquidez y no uno de solvencia, para atender cuestiones puntuales como “hacerle frente a una situación de pérdida de una corresponsalía bancaria o en un contexto de crisis económica o situación coyuntural negativa, en el que un banco necesita liquidez temporalmente”, una vez abierta la puerta, que no son las Puertas Santas del jubileo, uno puede esperar que ingresen por allí pestes y calamidades de todo tipo. Y que salga el mayor capital que ha tenido durante más de 100 años la banca panameña. La prudencia.

Abriendo las puertas a este Fondo de liquidez, se produce otra consecuencia más grave aún: lo que se denomina coloquialmente como “la socialización de las pérdidas”. Vamos a explicar mejor este concepto: los bancos son negocios privados, el capital es privado, por lo tanto las ganancias o pérdidas son privadas, pertenecen a los accionistas y sólo ellos serán los premiados o castigados por su comportamiento y manejo del riesgo.

Pero esta situación cambiaría si se creara este Fondo de liquidez, porque las ganancias seguirán en manos privadas, ¿pero qué hay con las pérdidas? ¿Quién se responsabilizará por los malos manejos o imprudentes? Nos toca entonces analizar cómo se conformará este Fondo. Si fuera un activo compuesto por el aporte de capital de los bancos involucrados, no habría mayores problemas, porque hasta el riego moral estaría muy acotado a las reglas de supervisión impuestas por los mismos propietarios bancarios que no querrían ver mermados o despilfarrados sus aportes. Pero ¿qué sucede cuando estos aportes son estatales?

Vamos a analizar un poco las ideas dando vueltas: si el fondo de liquidez se compone por aportes o encajes de los mismos bancos a una cuenta administrada por el gobierno, no hace sentido. Si los bancos aportan una parte y la otra se complementa con aportes estatales, las pérdidas comienzan a ser parte de la responsabilidad ciudadana, ya que los aportes del estado provienen de los dineros públicos, de los ciudadanos que entre otras cosas, pagan sus impuestos. Y si es un organismo multilateral como el Fondo Monetario Internacional por ejemplo, a través de una línea de crédito pre-autorizada o un backstop facility, entonces se castigará no sólo a todos los ciudadanos sino también a los ciudadanos futuros por los manejos imprudentes bancarios actuales. Pero para las ganancias no habrá dividendos o acciones a repartir. No es una buena posición ética sostener una argumentación favorable a la creación de este Fondo.

Como siempre existen argumentaciones complicadas para sostener posiciones endebles, comenzaremos a escuchar argumentos como el riesgo sistémico, que no es otra cosa que el contagio bancario que comentamos más arriba. Pero recuerden que justamente se produce cuando no hay controles ni reglas de prudencia en quien presta, a sabiendas que existirá un Banco central o un prestamista de última instancia o un Fondo de liquidez, presuroso para salir al rescate.

Por si fuera necesario repetirlo, los bancos, si bien se han convertido con el tiempo en una organización fuertemente ligada a los gobiernos, siguen siendo instituciones privadas, por lo que los financieros querrían ver cómo se multiplican hasta el infinito sus posibilidades de ganar dinero, sin riesgos, en una sociedad que, nos han dicho, es y debe ser una sociedad de riesgo (el tan cacareado emprendedurismo)… Buena contradicción.

Veamos la gestación de esta posible concreción del Fondo de Liquidez:

El Fondo Monetario Internacional (FMI), en repetidas ocasiones, sobre todo después de una crisis, ha recomendado a Panamá la creación de un fondo de liquidez de último recurso.

En el 2002, el Fondo Monetario declaró tras su visita a Panamá, “algunos Directores han manifestado que las autoridades deben introducir un sistema de seguro de los depósitos”.

En las visitas siguientes en el año 2005 y 2006, el FMI puso énfasis más bien en la necesidad de fortalecer la regulación del sistema bancario, su supervisión y cumplir con la normativa de Basilea; pero en el 2008, tras la crisis de ese año, el FMI volvió a retomar el tema. Así, declaró que había que fortalecer las garantías de liquidez del sistema pero sin mencionar el tema de asegurar los préstamos. En el 2009, el FMI declara que “toma nota de las medidas de las autoridades para crear un mecanismo de emergencia para proveer un mecanismo de liquidez ante las escasez de liquidez transitorias.”. En el 2010 reiteran que “ven con buenos ojos el trabajo dirigido al establecimiento de una red de seguridad, mientras se mantiene en mente la preocupación ante riesgos morales”. En el 2011 tras su visita a Panamá, Dominique Strauss-Kahn declaró que “son bienvenidos los planes de las autoridades para profundizar la resiliencia del sector financiero a los choques”.

En el 2012 en FMI reitera que ve con buenos ojos los pasos para “establecer una facilidad para la asistencia de liquidez de emergencia”.

En el 2013, 2014, 2015, el FMI pareció dejar de tocar el tema de manera directa y se concentró en el tema regulatorio, la supervisión y el lavado de dinero junto al GAFI.

Pero en el 2016 vuelve a la carga. “En ausencia de un prestamista de último recurso, los requisitos regulatorios tienen que adaptarse a generar mayores respaldos de liquidez contra choques sistémicos”.

En otras palabras, “o crean un prestamista de último recurso o suben la liquidez de los bancos”.

Y es aquí donde volvemos a preocuparnos: luego de tantos años y presiones, y de predicciones que nunca se cumplieron, ¿ahora sí es necesario un Fondo de liquidez? ¿Qué circunstancias han cambiado? Es evidente que los panameños vienen incrementando su nivel de endeudamiento y en especial referente a la banca consumo, en los últimos cinco años se han más que duplicado los créditos al consumo. ¿Ello justifica que los bancos ahora sí quieran hacer uso de esta facilidad (que pagaremos todos si algo falla)? Por lo que entendemos de la recomendación del FMI última, se requiere un prestamista de último recurso o un mayor respaldo líquido para responder. Actualmente las reglas de Basilea exigen cierto porcentaje de reserva de liquidez y es lo que en apariencia estarían exigiéndole aumentar/provisionar al sector bancario panameño. O en su defecto, constituir el ya analizado Fondo. Nos preguntamos por qué razón se decantaría el sector por la primera y no por la segunda opción.

Cerramos con las mismas palabras del FMI, “El riesgo moral sigue siendo motivo de preocupación. Puede que las instituciones privadas se sientan alentadas a prestar e invertir despreocupadamente, o al menos más de lo que deberían, si piensan que el Fondo garantizará el reembolso de sus deudas”.

Anne Krueger, Primera Subdirectora Gerente, Fondo Monetario Internacional, en un discurso pronunciado ante el National Economists’ Club, American Enterprise Institute, Washington, D.C. Noviembre de 2001

About the author

Irene Gimenez

Irene Gimenez, analista internacional. Es abogada con maestría en economía y ciencias políticas. Su especialidad es el análisis económico del derecho. También tiene especializaciones en temas financieros, tecnología y globalización. Su preferencia hoy día es analizar el impacto de los desarrollos bajo tecnología Blockchain y el impacto que ello generará en las próximas décadas.

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