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El futuro está en el Agri Tech.

Panamá tiene un problema estructural serio en el tema del agro. Año tras año, década tras década, bajo las excusas de comercio justo o de salvaguardar la soberanía alimenticia, los gobiernos prometen ayudar al agro, y poner barreras no arancelarias, o subsidios, o grandes proyectos de infraestructura, o una combinación de todas esas cosas, pero el agro no levanta. Una de las causas de la mala distribución del ingreso en Panamá es que el agro emplea a medio millón de personas de manera directa, pero solo genera menos del dos por ciento del PIB. Que el agro caiga con respecto a otras actividades en la generación del PIB no es en sí malo, porque eso es normal en todos los países con industrias o servicios, pero que emplee tanta gente en proporción a los ingresos que genera es negativo, el agro es una fábrica de pobreza. Y es algo que todos los sectores políticos deben entender.

El agro en Panamá tiene varios problemas estructurales.

  1. Un enfoque en el mercado interno, lo cual limita su capacidad de crecimiento y lo hace enfocarse en rubros de alimentos en los cuales no es necesariamente competitivo y tiene que ser protegido y subsidiado, engendrando poco valor agregado para el país y para quienes viven del agro.
  2. El proteccionismo y el enfoque en el mercado interno significan que los panameños tenemos que comer comida más cara para sostener el agro, que la pagamos de dos maneras, en precios más altos de la comida y en impuestos para subsidios.
  3. La falta de claridad en temas como derechos de propiedad hace difícil usar la tierra para financiamiento.
  4. La falta de proyectos de infraestructura por temas de corrupción y malos manejos.
  5. La protección constitucional dada a los comerciantes al por menor que crea cuellos de botella en el mercado local que perjudican a los productores. El control de precios y las cuotas de importación al final actúan como otra distorsión más.
  6. El hecho de que el agro está enfocado en el mercado local ata la tierra y los recursos humanos a rubros poco lucrativos que solo subsisten por las protecciones locales en lugar de buscar rubros competitivos a nivel mundial.

La solución es ser como Nueva Zelanda y Australia, dos ejemplos de países con un sector agrario fuerte y sin embargo son países desarrollados.

Estos países tienen derechos de propiedad claros sobre la tierra que facilitan el financiamiento y una política agraria enfocada en las exportaciones. Cuando Nueva Zelanda abrió los mercados a las importaciones, y eliminó los subsidios de raíz, su primera ministra fue tachada de ser la asesina del agro, pero fue esta apertura la que abrió el mercado a la exportación en lugar de usar la tierra para actividades destinadas a suplir el mercado local.

Hay que tener claro un par de cosas:

  1. Los inversionistas no van a invertir en un mercado local pequeño como el de Nueva Zelanda o Panamá, ellos quieren un mercado más grande para sus productos, un mercado global. Y van a invertir en un agro enfocado en un mercado global no en un agro enfocado en 4 millones de personas.
  2. Los inversionistas no van a invertir en un mercado donde la titularidad de la tierra no está clara. Panamá no atrae inversionistas al agro por eso. El agro sigue dependiendo de la banca estatal comparado con otros sectores de la economía. Y de subsidios y ayudas.
  3. La inversión extranjera y la propiedad sobre la tierra así como la libre competencia son fundamentales para poder introducir nuevas tecnologías y es allí donde está el futuro. Atar la tierra a rubros poco competitivos matan la innovación.

El mundo demanda cada vez más alimentos; sobre todo Asia. Y esta situación demanda granjeros competitivos e innovadores, no gente que hace lo mismos década tras década y espera resultados distintos.

Desde métodos para automatizar el manejo de las fincas, a mejores maneras de conservar los productos, manejar la cadena de comercialización en blockchain, conservar agua, electricidad y tierra, nuevos fertilizantes y pesticidas más seguros y económicos, sistemas automatizados de diagnóstico de enfermedades y plagas, el mercado en línea con blockchain que elimina intermediarios, el uso de robots y drones para manejar los cultivos y el ganado, la genética para mejorar las especies. Todo esto requiere de inversionistas que un sector agropecuario enfocado en 4 millones de personas y fuertemente intervenido por el Estado no se puede costear, pero sí podría un mercado enfocado en 7 mil millones de personas con un agro manejado por inversionistas privados globales.

Los australianos han logrado, en un país donde su industria es la segunda menos subsidiada, y con condiciones de sequía, suelos y climas poco favorables convertirse en un jugador mundial en tecnología agropecuaria, algo que también han logrado los Israelíes. La agrotecnología es en futuro, y requiere de mercados libres e innovación, no de subsidios y protecciones.

Acá queremos seguir haciendo lo mismo, y esperando resultados distintos. Es la definición de idiota de Albert Einstein.

 

About the author

Ricardo Soto

Ricardo Soto Barrios, abogado, especialista en políticas públicas, egresado de la Universidad Santa María la Antigua. Políticamente liberal, ha participado en muchos proyectos donde se analizan las políticas públicas de Panamá desde un punto de vista liberal y se proponen alternativas. Ha trabajado en la Policía Nacional de Panamá, el Ministerio de Gobierno, y AMPYME, además de ejercer la práctica privada.

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