Otro año llega a su fin. Si el tiempo es una ilusión, como dijera Einstein, entonces estos últimos doce meses han volado como un sueño. Un parpadeo de ojos y ya pasaron nuevamente doce meses. Los ciclos de la vida se van cumpliendo, pasa un año detrás del otro y nos reunimos para festejar ese paso de un espacio de tiempo que muere y otro que nace. Es un proceso implacable que no deja de repetirse y a pesar de las circunstancias y de los cambios, como escribe Jorge Luis Borges en ‘Final del año’, el verdadero milagro es que siempre, pase lo que pase, la esperanza de que a pesar de que somos gotas del “río de Heráclito”, algo de nosotros vaya a perdurar.
La alusión al “Río de Heráclito” es un superclásico en Borges, una referencia al fragmento 91 del filósofo griego de que no es posible pasar dos veces por el mismo río.
“Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos.” Este es quizá uno de los aforismos más recurrentes de Heráclito, el filósofo del siglo VI a. C. que consideraba que el permanente cambio es lo que animaba al mundo; generación y regeneración, no creación.
En el poema “Final del año” (Fervor de Buenos Aires, 1923), Borges reflexiona sobre la incertidumbre ante lo que pueda perdurar en nosotros después de que comienza un nuevo año. La preocupación nace porque la circunstancia del cambio de año es propicia para pensar el “enigma del tiempo”. De esa manera busca la participación del lector para la comprensión de la referencia. Es simplemente una mención. Es una imagen parcializada, “gotas del río”.
Sugiere el “paso”, el “transcurrir” de nuestras vidas como las gotas del río. La palabra final, “inmóvil”, se opone a la movilidad del río, y sirve para acentuar la cualidad dinámica que la imagen adjudica a la vida del hombre. Sugiere que el tiempo pasa, pero no totalmente, hay algo que permanece. Somos únicos e irrepetibles y tenemos un propósito.
Para nosotros la presencia del motivo del río asociado al tiempo, la vida y la muerte, refleja una preocupación humana individual de Borges, la reflexión que nace de cada hombre ante la contemplación de los ríos, cuando comprobamos que el agua que se desliza incesantemente no puede ser capturada por nuestros ojos, y nos recuerda que con ella se va nuestro tiempo, se moviliza nuestra vida, caminamos hacia la muerte. Vivir, estar en el tiempo, es deslizarse hacia la muerte. “Morir es haber nacido”, dice la milonga de Manuel Flores de Borges, pero el verdadero milagro es que siempre, pase lo que pase, nuestra esencia pervivirá.
Brindemos por ello y por el nuevo año que comienza, y al igual que Jano, asumiendo las enseñanzas del pasado, contemplemos con mayor sabiduría el futuro.
Final del año
Ni el pormenor simbólico
de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar
las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros: inmóvil.
Fervor de Buenos Aires. En vísperas del año 1923.
Feliz año nuevo 2022 de parte de Goethals Consulting.
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