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Hay que leer la letra menuda, en especial, la que impone el estado.

Los contratos masivos de adhesión son un uso común del comercio. En éstos, un comerciante ofrece un contrato de compraventa, de alquiler o de servicios, en el cual las condiciones son estándares para todos los clientes. No se negocia el contrato con cada cliente, sino que se le pide a cada cliente que se adhiera a un contrato estándar preexistente.

Las redes sociales trabajan así, cuando uno se da de alta en Facebook, Instagram, Snapchat, Twitter, uno firma un contrato de adhesión. Contrato que muy pocos leemos.

No sabemos que cedemos la propiedad de las fotos que subimos a ciertas redes sociales a la compañía dueña de la red, no sabemos que autorizamos a las compañías a recabar información sobre nosotros y lo que es peor, a compartirla con empresas de mercadeo y publicidad. Nadie lee la letra menuda.

Por eso no nos sorprendamos cuando una compañía de éstas vende fotos nuestras y éstas aparecen en una publicidad sin nuestro consentimiento o si una compañía de estudios de mercado termina con información personal nuestra.

La información de que una compañía llamada Cambridge Analytica recibió 50 millones de perfiles individuales para poder atacarlos con propaganda política es solo el principio. Facebook no ha calificado esta información como un robo de información ni como una fractura de la seguridad, pero, tampoco aceptan que compartieron la información libremente. El resultado es que es extrajeron datos de la plataforma y se usaron en cosas que sus usuarios no consintieron.

Y es que el gran negocio de Facebook y de muchas redes sociales no solo es la publicidad pagada, sino el recabar información sobre sus usuarios. Sus gustos, ideas y demás. Saben tu nombre, tus gustos, tus ideas, lo que te interesa, tus amigos: tienen algoritmos que sugieren amigos, lugares, o páginas de acuerdo con tus gustos y tu idioma. Saben más sobre ti que muchos familiares o amigos tuyos. Eso las convierte en una mina de información para las publicitarias. Pero las redes sociales protegen usualmente esta información, porque después de todo, es una ventaja competitiva sobre las demás redes sociales lo cual hace el fallo de Facebook más grave para Facebook. La compañía violó el acuerdo que tenía con Facebook y Facebook no pudo hacer nada porque pensaron que la información se compartía para usos científicos.

Facebook se encuentra en una tormenta relacionada con plataforma de publicidad, sus técnicas de recolección de datos, y la privacidad del usuario.

Pero nos olvidamos de algo. Adherirse a una red social es voluntario. Nadie te pone una pistola en la cabeza y de dice que te metas en Twitter, Facebook, Instagram, Linkedin, Snapchat, Tinder. En cambio, mientras la gente se escandaliza por Facebook, cede de manera obligatoria información sobre sus vidas a una red social manejada de manera autoritaria, a escala mundial sin decir nada ni protestar.

Cedemos nuestras vidas al fisco. El fisco ahora está cada vez más informatizado, y a diferencia de las redes sociales, no es de adhesión voluntaria sino obligatoria. Y con cosas como la factura electrónica, cada vez va a poder conocer más de nuestras vidas, de nuestros hábitos de consumo, de nuestros gustos, de nuestros movimientos en el espacio y tiempo. Y peor, con los intercambios automáticos de información entre los Estados, esta red puede poco a poco ser de alcance mundial.

Y es una red donde no puedes demandar, renunciar o por lo menos bloquear ciertos datos tuyos u omitirlos como puedes hacer con las redes sociales de carácter voluntario. No puedes evitar que el Estado abuse de la información que obtenga de tí. Y recuerden algo, los algoritmos son cada vez mejores en lo que hacen. Así que los gobiernos, pueden de sus fuentes de datos sacar una información impresionante sobre sus ciudadanos.

El gran hermano fiscal es una realidad, y no vemos que las personas se escandalicen por esto de la misma manera que se escandalizan por Facebook. Poco a poco vivimos en un panóptico fiscal, que a diferencia de otros panópticos, como las redes sociales, es irrenunciable. Pero esta red social es la que nadie critica, y la que todos vemos como necesaria, porque el Estado debe tener el derecho a hacer lo que sea para cobrar impuestos. Aunque terminemos entregando nuestras vidas en bandeja de plata.

About the author

Ricardo Soto

Ricardo Soto Barrios, abogado, especialista en políticas públicas, egresado de la Universidad Santa María la Antigua. Políticamente liberal, ha participado en muchos proyectos donde se analizan las políticas públicas de Panamá desde un punto de vista liberal y se proponen alternativas. Ha trabajado en la Policía Nacional de Panamá, el Ministerio de Gobierno, y AMPYME, además de ejercer la práctica privada.

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