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Jaulas de vidrio

Jeremías Bentham, entre otras cosas, diseño un Panóptico, una cárcel donde los carceleros podían mirar a todos lados, y vigilar y castigar a todos los presos. Las utopías distópicas, por ejemplo, Nosotros, de Yeleni Zamatin, habla de una sociedad donde la vigilancia del Estado es total, donde la gente vive literalmente en casas trasparentes, donde un Estado Único, dominado por el bienhechor, hace que la gente viva en casas de cristal. George Orwell continúa a Zamatin, y el 1984, habla de una sociedad de vigilancia total, donde cada casa tiene un cuarto que transmite propaganda, pero que también permite que el estado todopoderoso vea y oiga lo que hace cada ciudadano en la calle y en sus casas. El Gran Hermano te observa es el lema omnipresente.

Hoy, que el fascismo está fuera del poder, pero además es marginal, y que el comunismo está en muy pocos estados, pero todavía tiene sus defensores deseosos de que regresen las eras oscuras del siglo pasado, la tecnología permite a la vez vigilar y evadir la vigilancia del Estado sobre las personas. Y esto es crítico sobre todo con la proliferación de los teléfonos móviles.

En algún momento de mi vida, un agente de la DEA me dijo que de hecho era más fácil intervenir comunicaciones en teléfonos móviles que en teléfonos de línea, que no me confiara. Recuerdo ver en las noticias cómo durante las reuniones del entonces presidente del Perú, Alberto Fujimori, que ese hacía que dejaran los celulares fuera de las mismas y les quitaran las baterías. Me pareció paranoia, hasta que me dijeron personas que saben, que había tecnología para usar un celular contra su propio dueño, para poder escuchar sus conversaciones, leer los mensajes de texto, voz y video. No sólo eso, sino que era posible usar un celular como micrófono y cámara sin el conocimiento de su propio dueño. Por eso Fujimori pedía no sólo que apagaran los celulares, sino que les quitaran la batería.

Ahora nos damos cuenta de que el expresidente de Panamá Juan Carlos Varela ha sido víctima del espionaje en su teléfono móvil. Es lamentable, pero también ha sido una herramienta que tienen los ciudadanos de a pie para darse cuenta los manejos tras bastidores del poder. Lo cual nos lleva a la pregunta filosófica, ¿deben estar los funcionarios o exfuncionarios o personas políticamente expuestas a la misma protección de la intimidad que los ciudadanos de a pie o la asimetría del poder debe hacer que las protecciones hacia los derechos de los ciudadanos de a pie deban ser mayores que las de los funcionarios que tienen la facultad de vigilar y castigar. ¿Deben los custodiados tener el derecho de por lo menos poder vigilar a sus custodios?

El caso de Julián Assange y Chelsea Manning es claro. Manning filtró informaciones clasificadas secretas sobre las guerras de Irak, Afganistán y sobre los manejos diplomáticos de las embajadas de los Estados Unidos en el Mundo. Claramente esto fue traición por parte de Manning a su deber como militar de guardar secreto, (aunque podría ser discutible si prefirió priorizar sus principios éticos sobre la libertad antes que obedecer una orden estatal), ¿pero Assange?, un ciudadano extranjero, australiano para ser exacto, con un site de internet, Wikileaks, donde publicaba todo tipo de información secreta de diversos gobiernos del mundo, exponiendo casos de corrupción y violaciones a los derechos humanos porque como ciudadano extranjero, no tiene ninguna obligación legal con el gobierno de los Estados Unidos.

Acusar a Assange de traición o de espionaje es un exabrupto. Quizás su único error verdadero fue prestarse como tonto útil de enemigos o rivales de los Estados Unidos, como Putin, por ejemplo. Lo cual hizo cuestionar la neutralidad de WikiLeaks. Pero perseguir a una persona porque publica información que otros extrajeron de otros estados es un exabrupto, los ciudadanos de terceros estados no están obligados a proteger los secretos de otros estados, sobre todo si éstos implican delitos.

El caso Snowden es similar al de Manning, el como empleado del espionaje norteamericano tenía una obligación de guardar secreto, aunque lo que hizo, exponer el espionaje a los medios probablemente era éticamente correcto.

Contrasta esto con el caso Watergate, donde la sede de un partido político en la oposición es espiada por funcionarios del gobierno. O con el Caso de los Panamá Papers, donde un millonario, cercano al poder político en los Estados Unidos organiza un robo de información perteneciendo a miles de personas particulares, para que luego una agencia del gobierno de los Estados Unidos, y una fundación presidida por otro millonario cercano al poder, creen un consejo de periodistas independientes, para investigar la vida privada de los clientes de Mossack y Fonseca.

En los primeros casos, un funcionario traiciona al estado, pero ayuda a los ciudadanos siendo espiados, en el segundo, el estado espía ilegalmente a los ciudadanos para favorecer a personas en particular o mejor dicho, en palabras de Foucault, vigilar y castigar.

About the author

Ricardo Soto

Ricardo Soto Barrios, abogado, especialista en políticas públicas, egresado de la Universidad Santa María la Antigua. Políticamente liberal, ha participado en muchos proyectos donde se analizan las políticas públicas de Panamá desde un punto de vista liberal y se proponen alternativas. Ha trabajado en la Policía Nacional de Panamá, el Ministerio de Gobierno, y AMPYME, además de ejercer la práctica privada.

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