¿Te has preguntado alguna vez si el dinero de los impuestos produce mayores beneficios a la comunidad en manos del estado que en las manos de los ciudadanos que los generan? Y, si la realidad es que NO, que esos dineros son más productivos en las manos del ciudadano, entonces ¿por qué seguimos dando esos fondos a los gobiernos?
Trágicamente, el desgobierno ha llegado a tales extremos que nuestra actividad estatal está más enfocada en satisfacer los intereses del ESTADO PROFUNDO, que los intereses de los ciudadanos; y en particular de los que menos tienen. ¿Sabes lo que es el estado profundo?
Se conoce como “estado profundo” a la actividad gubernamental exagerada en tamaño y en lo metiche. Lo que verdaderamente corresponde al estado es la protección de la vida, la libertad y la propiedad; y si ni eso pueden hacer bien los gobiernos ¿para qué encomendarle cosas como la educación de nuestros hijos, el manejo de la CSS y tal.
Lastimosamente, el lavado de cerebro que las oligarquías gubernamentales le han metido al pueblo, a través de toda la historia, es tal, que una gran cantidad del mismo se siente cómoda dando más y más dinero a los politiqueros de turno, al tiempo que se alegran que le quiten a los ricachones. Todo lo señalado nos lleva a la interrogante de ¿qué y para qué es el gobierno?, que ya lo respondía anteriormente. Trágicamente, ni los mismos gobernantes que hoy sufrimos lo saben. O, si lo saben, entonces son unos malandrines.
Son tantos los que se alegran cuando aumentan los impuestos, porque piensan que con ello están “jodiendo” a los odiados ricos. Miren no más lo que ocurre en sitios como Venezuela y Cuba. Felices, aunque los únicos ricos son los milicos y los políticos. Y vemos a tantos que salen a corear: “Robó, pero le dio al pueblo.”
Y repito: No estoy contra los impuestos sino contra los impuestos exagerados, que se vuelven una carga insoportable para productores, amenazando con acabar con su actividad y obligándoles a efectuar aumentar precios o hacer recortes o buscar la manera de evadir o evitar las imposiciones aberrantes. La tergiversación ha llegado a tal punto que la mayoría de los empresarios han convertido la contabilidad en instrumento fiscal, cuando la función contable debe ser administrativa. La contabilidad no es para saber cuándo debemos el estado o cómo podemos pagar menos, sino para ver cómo va la empresa.
Por otro lado, mucho se cacarea acerca de la equidad, pero la exageración impositiva lo que produce es falta de equidad; ya que para algunas actividades es fácil evadir y para otras no. La economía informal es buen ejemplo. ¿Acaso algunas alternadoras que ganan lindo llevan libros, pagan ITBM y hacen declaración de renta?
Por otro lado, cuando el gobierno se vuelve obeso, se van creando feudos, cada uno con su príncipe; que se pasa todo el día buscando nuevas formas de “gobernar”, lo cual lleva a un sistema impositivo parasitario. Simplemente dicho, los impuestos como están son dañinos.
Cada impuesto produce aumento de los precios, mientras que le resta entradas al productor y elevan al consumidor. En síntesis, todo impuesto distorsiona el mercado; tano al conocido como al desconocido. En resumen, ningún impuesto es neutral. Todos causan efectos que típicamente son perversos.
Resumiendo: la única función legítima del estado es la de defender a la gente contra la violencia de otros. Sin embargo, hasta eso se puede hacer mejor de forma descentralizada, sin la amenaza de una policía que se vuelva dictadura militar. La perversa tendencia humana es la de hacer que unos paguen por lo que otros quieren. Pero, eso no es caridad y, a fin de cuentas, los impuestos fácilmente se convierten en pillaje político.
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