GCC’s View

La regulación laboral sólo sirve para empobrecernos.

Bruno Leoni, en La Libertad y la Ley, decía: “la gente, hoy en día, parece incapacitada de comprender: la formación de la ley es mucho más un proceso teórico que un acto de voluntad, y como tal proceso teórico no puede ser el resultado de decisiones emanadas de grupos de poder a expensas de las minorías en desacuerdo.”.

Esta idea es de vital importancia para comprender que no puede utilizarse la ley para regular las relaciones laborales entre personas, ya sean emprendedores, empresas multinacionales o un simple chichero que necesita ayuda en los quehaceres.  Si se pudiera decretar la felicidad por medio de una ley, qué felices seríamos todos!

En la superficie, si uno sólo mira que las personas con menos calificaciones tendrán un aumento en su salario mínimo, no puede menos que acordar con la medida. Somos humanos y esa mirada superficial nos reconcilia con la bondad y la compasión.

Sin embargo, los economistas, pero sobre todo, todos aquellos que se ocupan de la cosa pública (políticos, legisladores, asesores, lobistas, sociedad civil, organizaciones no gubernamentales) deben analizar “lo que no se ve”, al implementar una medida que invariablemente afecta  en el inicio a una minoría, pero que en el largo plazo, afecta a todos. ¿Recuerdan el efecto del aleteo de una mariposa? Algo bello que puede generar un tornado al otro lado del mundo.

En economía, tomar decisiones como imponer un salario mínimo, por sectores externos a la relación laboral, acabará generando como consecuencias principales,  pérdidas de empleos, surgimiento de mercados negros, caída en la competitividad de empresas nacionales vs extranjeras, aumento de precios en bienes y servicios, destrucción de la producción y como resultado, un empobrecimiento general de la población. Y de esto último sí es sabia la gente: es muy normal sostener conversaciones del tipo “ahora cobro más por cheque, pero me alcanza para comprar menos”. En términos sencillos, han logrado explicar cómo el mercado queda distorsionado gracias a la intervención estatal, que para sostener una medida política debe por el otro lado disimular las consecuencias y para ellos manipula los flujos monetarios (emitiendo y colocando deuda por ejemplo) para que se siga estimulando el consumo que estimule la producción. ¿Pero recuerdan que la producción fue impactada en el inicio y los aumentos salariales se dieron por decreto y no por tasas reales de capitalización y producción? Es dinero recirculando pero descapitalizando más en cada vuelta a las empresas que generan trabajo para esa misma población. Es necesario recordar que el fin no es el trabajo; éste es un medio o herramienta, para lograr la producción de bienes y servicios que la población demanda.  Esta actividad es la que realmente, junto al ahorro y capitalización, crea trabajo para todos. Nadie se levanta un día para crear trabajo; se crean empresas, se ponen en marcha ideas, se genera un nuevo bien o servicio para satisfacer una demanda o crear una oportunidad donde la intuyó un emprendedor, y luego ello genera puestos laborales.

 

 

Por lo mismo, si el gobierno establece el salario mínimo apenas por encima del salario actual de mercado, lo que va a producir es que los desempleados menos calificados,  los que más necesitan el empleo, los que “están al margen”, directamente no ingresarán al mercado del trabajo; a menos que lo hagan en la economía informal, que no por casualidad son muy grandes en los países donde el salario mínimo es obligatorio. El fenómeno que los gobiernos quieren evitar es el primero que se les produce en contra: mercados negros  e inmigración que suple las demandas laborales a salario de mercado (o no regulado).

Y por supuesto, llegarán las inspecciones de trabajo a tratar de revertir este fenómeno. Y se producirá entonces otra variante, que es la que restringe las posibilidades de trabajo ya que habrá muchas empresas e individuos que no quieran operar “en negro”.

Como consecuencia de este punto podemos llegar a la conclusión que si el salario mínimo es inevitable asumir para el mercado productivo, pueden suceder dos cosas: a) se traslada este costo a los bienes y servicios, que logra el encarecimiento de los mismos y  serán demasiado caros para que alguien los quiera comprar. En este caso se produce una disminución de la demanda global, y es posible que “la ganancia” obtenida  sea tan baja que provoque la desaparición de algunos productores marginales. Pensemos en pequeños emprendedores, comercios pequeños, etc.  Y esto al final nos conduce a los monopolios que a nadie le gustan porque se elimina la competencia y la posibilidad de elegir, favoreciendo a las grandes empresas normalmente. Y esto reduce nuevamente los puestos de trabajo ya que la nueva empresa con mayores tasas de capitalización desplaza a ese otro empleado que antes podía trabajar en la pequeña empresa.

También es posible que suceda que el impacto a nivel nacional encareciendo los bienes y servicios, haga la producción local menos competitiva en precios que la extranjera. Cuando luego se producen las importaciones para favorecer con precios bajos a los consumidores, se dice que esto afecta a la producción local y a los empleados menos calificados y va a producir desempleo. Y en realidad lo que ha sucedido es que previamente se afectó la estructura productiva desde el mismo estado interviniendo y regulándola y que ya el desempleo, tarde o temprano, estaba llamado a producirse. La otra situación b) es que la empresa o el emprendedor decidan absorber los costos de los salarios mínimos para seguir estando competitivos con los precios, en especial, en un mercado global con fronteras cada vez más desdibujadas. En ese caso, lentamente se producirá una descapitalización de las empresas, que en lugar de asignar recursos a proyectos productivos y diversos, deberá concentrarse en pagar salarios mayores que su estructura de precios permite. Con el tiempo, las más afectadas serán las pequeñas, éstas se volverán menos competitivas perdiendo mercado y trasladando, consecuentemente, una parte de su demanda a las grandes firmas. Llegado ese punto, estas  empresas se verán en la horrible decisión de cerrar o pasarse al mercado negro.

Todas estas consecuencias no deseadas, finalmente lo que logran es la llamada “desocupación institucional”, es decir, el resultado de una imposición legal y no de mercado, que produce desempleo totalmente artificial en el país donde se imponen.

Y luego, para tratar de enmendar estos efectos que  causa el salario mínimo,  el estado vuelve a crear más leyes  para solucionar el problema que él mismo ha creado. La consecuencia  es una degeneración institucional, donde se crean nuevas funciones y roles para el gobierno, se invierten las culpabilidades de la situación y de a poco se pavimenta el camino hacia la servidumbre.

Los datos reflejan que los países con mayor flexibilidad laboral en general disfrutan de tasas de desocupación mucho más bajas y salarios más altos que los que se caracterizan por la rigidez regulatoria laboral. Incluso hay otro factor del que no me ocupo en este artículo, que es la otra cara del salario mínimo y referido siempre a la intervención estatal,  que es la flexibilidad o rigidez de los costos laborales de cierre o despido.

Y los datos también demuestran que los países más avanzados del mundo tampoco mantienen leyes regulatorias sobre salario mínimo. Para ejemplo, en Europa existen nueve países que no tienen salario mínimo y en donde el costo del despido es cero: Suiza, Noruega, Islandia, Austria, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Italia y Chipre. Estos mismos países son, precisamente, los que poseen la tasa de desempleo más baja  y salario promedio más alto del continente. En Asia, Singapur no estatuye salario mínimo y en Hong Kong ha sido de reglamentación reciente, en el año 2010.Ni Qatar ni en Dubai se pagan salarios mínimos tampoco.

En Suiza, la desocupación es cercana al 3,1% y el salario aproximado a los 72.000 euros al año; en Noruega, 3,7% y alrededor de 67.000 euros; en Islandia, 4,8% y 38.128 euros; en Austria, 5,1% y 41.700 euros; en Dinamarca, 6,6% y 53.000 euros; en Suecia, 7,7% y 45.300 euros; y en Finlandia, 8,7% y 42.500 euros. Las excepciones a esta regla son Chipre e Italia, que si bien no regulan expresamente el salario mínimo, en el caso italiano poseen cláusulas legales sobre el despido en empresas con una determinada cantidad de empleados, que hacen elevado el costo al final.

Finalmente, a pesar que Reino Unido, Irlanda y Luxemburgo mantienen leyes sobre salario mínimo, la clave radica en que la indemnización por despidos promedio en estos tres países  oscila entre las 3 semanas de Reino Unido y las 8,2 de Irlanda.

La teoría, apoyada en  los datos,  arroja conclusiones claras. Los países con un mercado laboral flexible, sin la regulación de salario mínimo ni costos asociados al despido, poseen los índices de desempleo más bajos y los salarios más altos del mundo. Por el contrario, aquellos que permanecen en el proteccionismo  legal, lejos de favorecer el mercado del trabajo, sólo lo perjudican y allí sí, quien paga las consecuencias, es aquel al que inicialmente se quería proteger.

About the author

Irene Gimenez

Irene Gimenez, analista internacional. Es abogada con maestría en economía y ciencias políticas. Su especialidad es el análisis económico del derecho. También tiene especializaciones en temas financieros, tecnología y globalización. Su preferencia hoy día es analizar el impacto de los desarrollos bajo tecnología Blockchain y el impacto que ello generará en las próximas décadas.

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