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Penalizar la evasión fiscal para salvarnos de nosotros.

Panamá tiene una curiosa actitud, casi Churchilliana, sobre los impuestos. Los impuestos han sido vistos como un mal necesario, algo desagradable pero que se tiene que recolectar para poder mantener y construir los bienes comunes. Sin embargo, los panameños han tratado de mantener la carga fiscal baja, han evitado meter a nadie preso por delitos fiscales porque no han penalizado los delitos fiscales. Un país que rehúsa tratar a sus ciudadanos en el extranjero como un activo, negándose a cobrarles impuestos por negocios que hacen en otros países y prefiriendo que simplemente los repatríen a su país en forma de inversiones. No de impuestos.

Y a Panamá le ha funcionado, somos el país líder en inversión extranjera per cápita y competimos con Chile por ser el país con mayor renta per cápita en la región en el 2018. Claro que esto no está exento de críticas. A Panamá se le acusa de tener una mala distribución del ingreso que clama por estrategias fiscales redistributivas, o sea gravar a los ricos para darles más servicios educativos y de salud a los pobres.

El problema básico de esta idea es doble: el primero es que si bien los servicios públicos son una buena manera de redistribuir los ingresos de manera efectiva a los más pobres, en Panamá los políticos prefieren los subsidios directos y regalos clientelistas, subsidios que no son sostenibles en el tiempo y que crean dependencia política. Y segundo, tenemos un estado con una planilla bastante inflada per cápita con respecto a otros países de la región. No tenemos la mejor duda de que si Panamá aumenta los ingresos, estas políticas de gasto público van a seguir, en otras palabras, los impuestos altos van a seguir alimentando al monstruo, y no van ser usados como agentes de cambio.

¿No sería mejor una reingeniería del gasto público para asegurase que éste realmente se traduzca en inversiones y gastos sociales efectivos en lugar de gastarse en planilla y en clientelismos, antes de tratar de aumentar los impuestos para sostenerlo sin control? Los panameños parecen entender esto en el fondo, y ésta convicción es lo que ha mantenido los impuestos bajos. Porque prefieren no alimentar al monstruo y esto debe ser un motivo de orgullo para los ciudadanos que han evitado de esta forma el surgimiento del populismo cuando el resto de Latinoamérica se hundía en el mismo. Además, los problemas de mala distribución del ingreso, si bien pueden ser paliados por una política de educación masiva, en realidad se deben a problemas estructurales de la economía panameña. La pobreza extrema está en las áreas indígenas, donde no existen derechos de propiedad, o en las áreas rurales, donde los derechos de propiedad no están claros por problemas de titulación. Eso les impide capitalizarse, o hacerlo a menor ritmo que los panameños de la economía formal. Esto no se va arreglar subiendo impuestos. Como tampoco subir impuestos va a arreglar que los pobres sigan teniendo bajo acceso a la justicia para hacer valer sus derechos de propiedad y los contratos.

Los panameños por instinto, más que por razonamiento, saben esto. Y prefieren no subir los impuestos ni penalizar la evasión fiscal.

Las presiones para penalizar la evasión fiscal no vienen de la política panameña, vienen de afuera. Vienen de la OCDE y la ONU entre otros. La ONU, a través de un relator en declaraciones públicas, ahora ha decidido meterse en el tema económico, y ha decidido que la evasión fiscal es un problema porque evita que los pobres reciban dinero de los ricos. En otras palabras, según su particular visión, los estados y no los individuos, son los motores del desarrollo económico, y por lo tanto tienen derecho a afectar lo que quieran sobre la capacidad de los individuos de ahorrar e invertir mediante los impuestos, y a perseguir hasta donde sea posible a quien no pague. El experto independiente de la ONU sobre derechos humanos y deuda externa ha recomendado exactamente esto.

Pero no es el único. El ministro de economía y finanzas, ha dicho que si Panamá no penaliza la evasión fiscal, puede volver a la lista gris de la OCDE o GAFI. En otras palabras, el problema es que como Panamá no tiene como delito la evasión fiscal, las solicitudes de los estados extranjeros al Ministerio Público de que se investigue a personas por evasión fiscal terminan en oídos sordos porque ésta no es delito en nuestro país.

En otras palabras la ONU, la OCDE, GAFI y demás, quieren que seamos los cobradores de impuestos de otros Estados, sin darnos nada a cambio. La primera probablemente nos dé un premio por ser buenos ciudadanos del mundo, y la segunda, su premio será el no cumplir la amenaza de ponernos en alguna de sus listas grises y negras por un tiempo, hasta que se les ocurra otra razón para ponernos allí. ¿Acceso a nuevos mercados, inversiones, facilidad de viajar sin visa? No, nada de eso. En el primer caso, palabras cariñosas y en el segundo nos tendremos que conformar que no nos vayan a dar un reglazo por un tiempo. Esos son los incentivos que tenemos para penalizar la evasión fiscal en contra de nuestros mejores instintos.

Y por lo que vemos, el gobierno actual, escaldado por los Panama Papers hará lo que le digan.

Para dorar la píldora, e inyectar algo de lucha de clases en el camino, el gobierno actual piensa que limitar la penalización de la evasión a evasiones de más de cientos de miles de dólares, hará que la mayoría de los panameños miren al otro lado, mientras que los progres y los izquierdistas de hecho lo aplaudan.

Total, sería como el delito de lesiones personales. Que si la incapacidad no llega a cierto número de días es una falta administrativa y no penal. Mucha gente no se da cuenta de que una vez aceptada la figura penal y creados los mecanismos para perseguirla legalmente, es muy probable que sea la tendencia de las administraciones futuras bajar y bajar cada vez más el límite a partir del cual la evasión pasa de ser falta administrativa a ser delito perseguible penalmente. Acabarían persiguiendo a la gente penalmente por delitos de evasión como comprar un auto de segunda mano a un precio demasiado barato. Eso pasa en Argentina por ejemplo, país que se ha tomado como referencia para estas reformas, que no por nada tiene el dudoso récord de ser el país con la mayor presión tributaria del mundo, y con más de la mitad de sus activos depositados fuera del país por sus propios ciudadanos. Creemos que el “vinieron por ellos y yo no dije nada, luego vinieron por mí y no había nadie que dijera nada” de Martin Niemoller se aplica en este caso como anillo al dedo.

Y uno de los problemas más grandes de la evasión fiscal es su carácter político. ¿A qué nos referimos? nos referimos a que los funcionarios administrativos del estado son los que califican si hay o no evasión fiscal y deciden su persecución penal. Ni siguiera en los países desarrollados se ha logrado la neutralidad política total en la actuación de estos funcionarios. En los Estados Unidos, por ejemplo, es bastante común que el IRS audite a los críticos del presidente de turno. Pasó con Nixon, con los Clinton, con Bush hijo y con Obama. En otros países como España, donde existe la tradición cultural de martillar al clavo que sobresale, los funcionarios de Hacienda son especialmente diligentes en perseguir a figuras del deporte, de la farándula, o empresarios en desgracia política para contar las orejas y rabo del personaje. Como en muchos países la presión fiscal es mayor al 70%, y en algunos casos pasa el 100%, en esos países literalmente todo el mundo es un evasor fiscal, por lo menos para poder vivir. Así que el delito de evasión fiscal cuelga como espada de Damocles sobre toda la población que está a merced de no llamar la atención de los funcionarios de Hacienda. Se imaginan a un Luis Cucalón ya no con el poder de congelar activos, sino de meter a la gente en la cárcel?

Pues es eso lo que la ONU convenientemente no ve, y la OCDE/GAFI quiere que hagamos.
Si algo no está roto, no hay que romperlo. Panamá ha funcionado bastante bien sin penalizar la evasión fiscal, ¿por qué tendríamos que penalizarla nosotros ahora por presiones externas? Porque no surge de una necesidad interna de la sociedad panameña, sino como una petición de afuera para sus propios intereses, que no son los mismos nuestros.

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