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Rusia: terror blanco, terror rojo y terror a secas

Rusia terror

El sistema actual en Rusia es uno de mafias enquistadas en el poder: el terror a secas.

Dadas las circunstancias espantosas que hoy se vive en Ucrania debido a la invasión del criminal Putin, se hace imprescindible volver sobre el historial ruso. Machacar con verdades resulta necesario en la esperanza de influir sobre algunas mentes nobles que deben ser sacudidas de tanta propaganda totalitaria.

Como introducción a esta nota periodística consigno que en su discurso inaugural de 2019 en Ucrania, el flamante presidente Volodimir Zelensky dijo a los legisladores: “No quiero mi foto en sus oficinas: el presidente no es un ícono, un ídolo o un retrato. Cuelguen las fotos de sus hijos y miren a ellos cada vez que ustedes tomen una decisión”. Fue un ejemplo de higiene moral para todos los políticos del mundo.

Se ha dicho muy liviana y estúpidamente que el régimen actual ruso es de “capitalismo de amigos” lo cual constituye una contradicción en los términos puesto que el capitalismo o liberalismo es un sistema que inexorablemente conlleva la división de poderes, libertad de prensa, partidos políticos en competencia y libertad de mercado todo lo cual es abolido en la Rusia actual, además de persecuciones implacables a toda disidencia, envenenamiento de opositores y encarcelamiento de toda manifestación de protesta contra las botas del régimen. El capitalismo no se agota en transferencias bancarias, es antes que nada un sistema moral basado en el respeto recíproco, lo cual está a todas luces ausente en el actual sistema dominado por una banda de forajidos.

En este sentido cabe destacar que Alexei Navalny —dirigente de la oposición en la clandestinidad y uno de los envenenados por Putin, rescatado por médicos alemanes— ahora desde su presido en Moscú alienta a sus connacionales a continuar con las protestas debidas a la invasión a Ucrania por las que en estos días suman más de trece mil detenidos, mientras los ataques de las fuerzas rusas ni siquiera respetan hospitales materno-infantiles, ni escuelas, ni corredores humanitarios ni a periodistas acreditados. Todo en abierta violación a las Convenciones de Ginebra que convierten a los invasores, además del atropello a territorio ajeno, en criminales de guerra.

La monumental obra de Richard Pipes titulada La Revolución Rusa es solo comparable a la de William Herny Chamberlin aún no traducida a nuestra lengua: The Russian Revolution. En el primer libro mencionado de 1045 páginas en la edición Barcelona-Debate el autor se detiene en el régimen zarista implantado en 1547 por Iván IV (’El Terrible’), con el tiempo se caracterizó por los atropellos de la policía política (Ojrana) con sus reiteradas requisas, prisiones y torturas, la censura, el antisemitismo, los siervos de la gleba en el contexto del uso y disposición de la tierra por los zares y sus acólitos sin ninguna representación de los gobernados en ninguna forma. Hasta que por presiones irresistibles y cuando ya era tarde debido a los constantes abusos, Nicolás II consintió la Duma (tres veces interrumpida) en medio de revueltas, cavilaciones varias y una influencia desmedida de Alejandra (“la alemana” al decir de la oposición en plena guerra) basada en consejos atrabiliarios de Rasputín. Finalmente, el zar abdicó primero y luego se constituyó un Gobierno Provisional que en última instancia comandaba Kerenski quien prometía “la instauración de la democracia” pero que finalmente entregó el poder a los bolcheviques (cuando Hitler invadió la Unión Soviética en 1941, Kerenski, desde Nueva York, le ofreció ayuda a Stalin por correspondencia la cual no fue respondida, una señal de desprecio que merecen aquellos que pretenden actuar a dos puntas).

Imaginemos la situación de toda la población campesina en la Rusia de los zares, nada instruida que absorbía las posiciones más radicalizadas del largo período desde 1905 que comenzaron las revueltas hasta 1917 en que estalló la revolución primero en febrero y luego en octubre cuando los soviets se alzaron con el poder bajo el mando de Lenin. Imaginemos a estas personas a quienes se les prometía entregarles todas las tierras de la nobleza frente a otros que proponían limitar el poder en un régimen de monarquía constitucional y parlamentaria. Sin duda para esa gente resultaba mucho más atractivo el primer camino y no el de “salvar a la monarquía del monarca”. Cuando hubo cesiones de algunas tierras se instauró el sistema comunal que algunos pocos dirigentes trataron sin éxito de sustituir por el de propiedad privada (en primer término debido a los denodados esfuerzos de Stolipin). Es que la tierra en manos de la nobleza como una imposición hacía creer que toda propiedad era una injusticia, extrapolando el privilegio a las adquisiciones legítimas.

De las cuatro revoluciones que más han influido hasta el momento sobre los acontecimientos en el mundo, la inglesa de 1688 que destronó a Jaime II por María y Guillermo de Orange donde con el tiempo se recogieron en grado creciente las ideas de autores como Algernon Sidney y John Locke, la norteamericana de 1776 que marcó un punto todavía más profundo y un ejemplo para todas las sociedades abiertas en cuanto al respeto a las autonomías individuales, la Revolución Francesa de 1789 que consagró las libertades del hombre, especialmente referidas a la igualdad de derechos (art. 1), esto es, la igualdad ante la ley y la propiedad (art.2), aunque la contrarrevolución destrozó lo anterior y, por último la Revolución Rusa de 1917 que, desde la perspectiva de la demolición de la dignidad del ser humano, constituyó un golpe de proporciones mayúsculas que todavía perdura sin el aditamento de “comunismo” porque arrastra el recuerdo de cientos de millones de masacrados y otras tantas hambrunas. Del terror blanco pasar al terror rojo empeoró las cosas y, como es sabido, el sistema actual en Rusia es uno de mafias enquistadas en el poder: el terror a secas.

Antes hemos escrito sobre Vladimir Bukovsky —el disidente con mayor peso junto a Solzhenitsyn— pero ahora agregamos algo muy poco conocido de su reclamo a las naciones libres: “Miles de libros se han escrito en Occidente y cientos de doctrinas se han creado por políticos prominentes al efecto de encontrar un compromiso con este tipo de régimen. Todos están evadiendo la única solución correcta, la oposición moral. Las democracias occidentales se han olvidado de su pasado y su esencia, esto es que la democracia no consiste en una casa confortable, un automóvil elegante o un beneficio en el trabajo, pero antes que nada es la habilidad y el deseo irrenunciable de defender los derechos individuales.” La Unión Soviética provocó el mayor genocidio de la historia de la humanidad: cien millones de asesinatos desde 1917 a 1989 como lo muestra, además de la obra de Pipes, el Libro negro del comunismo escrito por seis investigadores encabezados por S. Courtois.

Ya dijimos que Garry Kasparov —más conocido por el ajedrez— escribió que el actual presidente Vladimir Putin celebró nada menos que la historia de la KGB, imprimió efigies del asesino Félix Dzerzhinsky, eliminó el debate sobre si Lenin debe ser removido del lugar de honor que ocupa en la Plaza Roja, puesto que afirmó que “hacerlo sería decirles a los rusos que ellos han venerado valores falsos”. Asimismo, Kasparov señaló que en los textos difundidos por la Universidad de Moscú se tergiversan los hechos más importantes de la historia soviética y “las invasiones de Hungría y Checoslovaquia son descritas como operaciones conjuntas del Pacto de Varsovia para preservar la integridad del sistema socialista”. Kasparov, con razón, se indignó frente al hecho de que las autoridades rusas —a diferencia de lo que ocurrió después del holocausto hitleriano o la reciente inauguración de La Casa del Terror, en Hungría— no han producido ni el más mínimo mea culpa. Insiste en que Putin “es el mayor enemigo del mundo libre”, con quien “no hay diálogo posible” y “nada es cierto de lo que dice de Ucrania”, invadida por la canallada gubernamental rusa… Un escándalo internacional para todas las personas decentes.

La situación actual de Rusia, como queda dicho, dominada por la antigua nomenclatura, se ha adueñado por parte de aquellos hampones de lo más importante de la actividad económica de aquel país. En medio de intimidaciones y cercenamiento de la prensa y amenazas cada vez que hay simulacro de procesos electorales y de violencia institucionalizada, esta parodia grotesca significa un peligro para la civilización además de una catástrofe para el sufrido pueblo ruso que debe absorber dictámenes desde el poder en cuanto a que proyectos de vida son aprobados y cuales desaprobados. Tengamos presente que la tradición liberal implica el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros, es decir, solo puede recurrirse a la fuerza defensiva cuando hay lesiones de derechos de terceros; todo lo demás debe ser respetado independientemente de las opiniones que se puede tener sobre las características del proyecto de vida del vecino. El respeto es irrestricto, solo merece bloquearse la invasión a los derechos individuales cosa que —entre otros muchos temas— el matón y mandamás ruso no está dispuesto a aceptar. En esta línea argumental hay quienes han incurrido en el dislate de sugerir que para entender lo que sucede debemos tratar de recurrir a la lógica incrustada en la pandilla de Putin como si hubiera la posibilidad de dos lógicas en un contexto donde se confunde las reglas universales de la lógica con errores de apreciación, en verdad se trata de valores opuestos: la libertad frente a la tiranía. Un plano es el de lógica o ilógica y otro es el de proposiciones verdaderas o falsas.

Ahora la muy digna coordinación de la defensa de Ucrania por parte del Presidente Volodimir Zelenski en la valiente y conmovedora lucha metro a metro a pesar de su manifiesta inferioridad de fuerzas ha incentivado a Estados Unidos y a Europa a enviar armamentos y a establecer severas sanciones financieras al autócrata ruso. Son verdaderamente conmovedoras las escenas transmitidas por el periodismo de mujeres y niños refugiados en otros lares para dejar atrás a maridos y padres en la guerra defensiva de un ataque brutal de Putin, un asesino a la enésima con 6000 cabezas nucleares; pero la defensa ucraniana es aguerrida al tiempo que el avance ruso sufre bajas también de generales de alta graduación y los aparatos militares se quedan sin nafta, se les pinchan las gomas, sufren serios desperfectos mecánicos e incluso hay soldados rusos que se cambian de bando en medio de drones y bazookas que destrozan sus tanques. Todo en medio de reiteradas muestras de disconformidad en diversas áreas en las altas esferas rusas, pero mientras el daño que infringen las botas invasoras a ucranianos es horripilante.

Ucrania es parte de Europa Oriental, de seiscientos mil kilómetros cuadrados, de cuarenta millones de habitantes se remonta al año 882 y luego de invasiones de mongoles y rusos puede consolidar su territorio en 1919 en la Conferencia de Paz en París lo cual es desconocido por la URSS en medio de siempre criminales “limpiezas étnicas” hasta el derrumbe del Muro de la Vergüenza y en 1991 se declaró estado independiente con altibajos de diversa magnitud hasta el presente por todos conocido (incluso el pro-ruso Viktor Yanvkovich que finalmente huyó luego de haber decretado fusilamientos de estudiantes rebeldes y otras tropelías mayúsculas).

Debe destacarse la impronta de gran excelencia de la Universidad de Kiev, la notable producción agrícola e industrial de Ucrania, la elegancia de los edificios de sus ciudades, la gastronomía de alta calidad, la música lugareña y sobre todo el espíritu religioso, cordial y solidario de su pueblo. Por ahora la catástrofe humanitaria infringida a ese sufrido pueblo sigue su cruel y espantoso curso. En momentos de estar redactando la presente nota no sabemos cómo terminará este episodio bochornoso para la elemental conducta civilizada, pero cualquiera sea el desenlace Ucrania habrá ganado holgadamente en el plano más relevante: el plano moral, el plano de la dignidad, el plano del coraje y de los valores más caros a lo que es inherente a lo propiamente humano, mientras que Putin y sus secuaces se han hundido en lo más profundo del estiércol de la historia.

La tarea para aquellos que pretenden vivir en una sociedad libre consiste en salir al encuentro de las falacias del estatismo, cualquiera sea la denominación a que se recurra para que el Leviatán atropelle los derechos de las personas. La obligación moral de todos quienes pretenden ser respetados es la de contribuir a enderezar y fortalecer los pilares de la libertad. No hay excusas para abstenerse de una misión de tamaña envergadura. En esta instancia del proceso de evolución cultural, es imperioso establecer límites adicionales al poder político para no correr el riesgo de convertir el planeta en un inmenso Gulag en nombre de una democracia que en verdad se está degradando en dirección a cleptocracias de distinto grado. Hoy el mayor peligro son personajes repugnantes como Putin, solo admirados por espíritus esclavistas.

About the author

Alberto Benegas Lynch (h)

Alberto Benegas Lynch (h) completó dos doctorados: es Doctor en Economía y también es Doctor en Ciencias de Dirección. Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias y es miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, ambas en Argentina. Es autor de diecisiete libros y seis más en colaboración. Fue profesor titular por concurso en la Universidad de Buenos Aires y enseñó en cinco Facultades : Ciencias Económicas, Derecho, Ingeniería, Sociología y en el Departamento de Historia de la de Filosofía y Letras. Es profesor en la Maestría de Derecho y Economía de la UBA. Fue Director del Departamento de Doctorado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata y, durante 23 años, Rector de ESEADE donde es Profesor Emérito. Fue asesor económico de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, de la Cámara Argentina de Comercio, de la Sociedad Rural Argentina y del Consejo Interamericano de Comercio y Producción. En dos oportunidades integró el Consejo Directivo de la Mont Pelerin Society, es Académico Asociado de Cato Institute de Washington DC, es miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas en Buenos Aires y recibió grados honoríficos de universidades de su país y del extranjero.

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