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Salario Mínimo: ¿de verdad no causa desempleo?

salario mínimo

El premio Nobel de Economía  fue este año para los economistas David Card (Canadá, 65 años), Joshua Angrist (EE UU, 61 años) y Guido Imbens (Países Bajos, 58 años) . Pero a contrario de lo que los medios se hicieron eco apresuradamente , lo cierto es que la premiación ha sido por “concluir por análisis de ciertos  datos parciales históricos”, que aumentar el salario mínimo “no necesariamente” genera desempleo. Es absolutamente fundamental ese “no necesariamente” , porque cambia en absoluto el postulado que se intenta inducir, principalmente desde los partidarios “del estado presente”, que la introducción del mismo es indiferente. Y no, no lo es.

Lo que sucede es aquello que ya dijo Hazlitt en 1940: tanto los precios máximos como los precios mínimos, pueden ser operativos o indiferentes. Un precio mínimo por debajo del precio de equilibrio del mercado, es indiferente, no genera efecto ninguno. Por ejemplo, fijar hoy un salario mínimo mensual en Panamá, de trescientos dólares mensuales, no necesariamente va a generar desempleo. Va ser un precio mínimo no operativo. Ningun efecto más produce. Es indiferente. Pero si ese salario mínimo se pauta artificialmente por encima del precio de mercado, por ejemplo en mil dólares mensuales, claro que va a generar desempleo. Es casi hasta frustrante tener que explicar esta cuestión, dado que cualquier economista entiende la ley de oferta y demanda y dado que el salario es finalmente un precio que refleja esa interacción voluntaria, si el mismo se fija artificialmente por encima, no va a haber tal interacción. Ergo, habrá puestos, pero no cubiertos.

Esto es así porque el propósito de una persona es el mantenimiento de su vida y su bienestar, es poco probable que un empresario le pague a un trabajador más que el valor del producto que genera. Si un trabajador genera por hora un valor de $ 10 para el negocio, entonces el empresario no pagará más que esta cantidad.

Si el salario mínimo se establece en $ 20 por hora mientras que el trabajador solo puede generar un valor de $ 10 por hora, entonces sería ilegal que la empresa le pagara al trabajador menos del salario mínimo de $ 20 por hora. En tal escenario, la empresa se vería obligada a reducir al trabajador, ya que emplear al trabajador por $ 20 la hora va a afectar la rentabilidad de la empresa. 

Para el caso, el trabajo merecedor del Nobel se basa en el estudio comparando el cambio en el empleo en restaurantes de comida rápida en Nueva Jersey, que aumentó su salario mínimo estatal, con el de la vecina Pensilvania, que no lo hizo, y no encontraron diferencias sustanciales, concluyendo que los salarios mínimos no excluyen del mercado laboral a los trabajadores de baja productividad. Pero fue solo una observación específica para ese caso y no una conclusión que pueda generalizarse globalmente, en todas las circunstancias y en todas las situaciones, especialmente regulatorias. La acción humana no es un conjunto de datos históricos y predecibles modelados en laboratorio. Y por si hace falta aclarar, un salario mínimo en donde no existe un Código Laboral, es fácil de sostener, dado que contratar y despedir es libre y no atado a positivismo alguno.

El estudio sobre salarios minimos es muy famoso y tiene su historia. Tambien sus problemas. Pero el premio no fue por el “salario minimo” en sí, sino por los nuevos metodos y creatividad de metodos econométricos que hoy son asunto corriente. Y aquí el problema: el desarrollo y predominio de esos métodos “es el resultado de dejar de lado la teoría o, más bien, de una epistemología positivista a la que adhieren la mayoría de los economistas” señala el ilustre economista Nicolás Cachanosky.

La causalidad en las ciencias sociales es una construcción teórica, no algo que pueda extraerse de los datos sin una comprensión a priori del comportamiento humano y cómo afecta (y se ve afectado por) los fenómenos económicos y sociales. Los métodos experimentales y cuasiexperimentales pueden proporcionar un conocimiento histórico-empírico limitado, pero tienden a carecer de “validez externa”, es decir, nunca se sabe si los resultados se mantendrán en otros entornos.

El tema no es menor, ni para la ciencia, ni para nuestros países y sus inmaduras democracias, dado que el positivismo, desde el ámbito del conocimiento, es su principal enemigo; es muy preocupante escuchar a economistas que dicen: “yo sólo me guío por los datos”, y este solo contexto que le transmiten a los políticos. Todas las instituciones que atentan contra la evolución económica natural son hijas del positivismo, que se adueñó de los claustros universitarios, la mass media y le da sustento a la política más peligrosa.

About the author

Irene Gimenez

Irene Gimenez, analista internacional. Es abogada con maestría en economía y ciencias políticas. Su especialidad es el análisis económico del derecho. También tiene especializaciones en temas financieros, tecnología y globalización. Su preferencia hoy día es analizar el impacto de los desarrollos bajo tecnología Blockchain y el impacto que ello generará en las próximas décadas.

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  • Muy clara la explicación, con la mega emisión monetaria de USA veremos duplicados los salarios cada años, pero el poder adquisitivo igualmente se verá igualmente mermado.

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