En la medida en que se deteriora la economía aumentan los críticos del lucro que sostienen una versión de “responsabilidad social” según la cual el objetivo de una empresa no es lucrar sino servir a la sociedad. Semejante argumento está plagado de errores; comenzando por el hecho de que sin lucro no hay ahorros, y sin ahorros una empresa no prospera y perdura. Es más que ingenuo creer que un empresario es capaz de determinar a priori cuanta ganancia le garantiza el éxito sostenible, ya que las variables son muchas. Y, ni señalar que las empresas que logran lucrar en grande son poquísimas.
Hace unos 20 años se popularizó la especie de la responsabilidad social de las empresas; en respuesta a la cual muchas comenzaron a organizar actividades de asistencia social que poco o nada tenían que ver con el giro de su negocio. Mucho critiqué esta tendencia falaz y hasta hipócrita, ya que ello no pasó de ser un show propagandístico; al tiempo de que dichas empresas descuidaban su auténtica responsabilidad social, consistente en dar un buen producto y un buen servicio, generando por ello lucro bien habido.
En estos días, en que se me dañó la bomba de fumigar de la casa, visité varios negocios de ferretería buscando los sellos para repararla; sellos cuyo precio no debía ser mucho más de $1. “No tenemos” me dijo un despachante, ya que los auténticos vendedores se extinguieron. “¿Cómo es posible que venden la bomba y no los sellos?”, le pregunté. Me dijo: “Espere que le llamo a uno de los viejos.” Llegó uno avanzado en años, quien abrió una gaveta y sacó un “blíster pack” con sellos, diciéndome: “Tome señor, este es lo último que nos queda en sellos de repuesto.” Le comenté: “Qué triste que ya el dar servicio es historia, por eso cada día compro más y más en Amazon, en dónde tienen de todo, tienen información y aún con los costos de traerlo salen más económicos.” “Sí…” me contestó el viejo, “…yo también compro en Amazon.” ¡Plop!
Y peor aún es escuchar a los neomarxistas decir que el “capitalismo desata fuerzas incontrolables que hacen ricos a unos y pobres a otros, creando problemas de cambio climático, contaminación de las aguas, convirtiendo el país en un Patacón”, y tal. Da pena la ignorancia de lo que es “capitalismo” y mejor dicho “empresarialismo”. Y no entró a escribir sobre la diferencia entre un empresario del mercado y los empresarios politiqueros; que es como comparar un gato angora con uno tinaquero. Tristemente, hoy día, según muchos, todos los gatos son pardos.
Para buen parte de Tío Pueblo, las empresas son algo así como el gobierno, en cuanto a que estás obligado a comprarles, lo cual no es realidad sino un sentir; y con los sentimientos hay que andar con cuidado. La buena y válida pregunta sería: ¿Por qué están pasando de moda las buenas empresas que estiman a sus clientes y dan buen servicio? ¿No tendrá que ver con la mala calidad de gobiernos excedidos y corruptos que hacen imposible el buen negocio? He manejado muchos negocios, desde escuelas, ferreterías, fábricas, y consultorías y me consta que la gobernanza criolla es algo así como los baches en una autopista; si vas rápido te sacas la mugre; y si vas lento, llegas tarde a la fiesta.
En fin, la lista de falencias respecto a las realidades empresariales y el lucro dan lástima y no dudo de que el NODUCA y otras intromisiones del desgobierno tienen mucho que ver con todo ello. Y la enorme ignorancia, abanicada por pervertidos politicastros, ha dado origen a distorsiones malignas, tales como los controles de precio, incluyendo los salarios mínimos. En resumen, los precios y las ganancias no se logran perjudicando al cliente; eso es absurdo. Indudable que hay malos empresarios y que van en aumento en proporción a los pervertidos gobiernos.
Da mucha lástima que tengamos que llegar a la destrucción de la actividad económica del país abrir los ojos eso de: “Robó pero le dio al pueblo”. Que en la empresa socialmente responsable como les gusta decir, sería un pésimo servicio al cliente, pero eso sí, todos los años en tapas de periódicos junto al gobierno de turno tomándose la foto de ocasión.
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