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Tomar deuda para pagar deuda, una espiral negativa hacia el abismo.

Días pasados me llegó, como a todos ustedes supongo, el video del enfrentamiento en la Asamblea entre una diputada y el Ministro de Economía panameño. Sin entrar en consideración sobre los errores conceptuales de la representante del pueblo al preguntar, y en lo que quizás muchos se quedaron, en la discusión, me voy a centrar en sólo un par de respuestas del Ministro Héctor Alexander.

En dichas respuestas, se dijo, palabras más, palabras menos, lo siguiente: “Por la parte del financiamiento… voy a dar un pasito atrás para contestar esa pregunta; para un país como Panamá que no está ahorrando casi, las inversiones tradicionalmente, parte de ellas se financian con préstamo, y yo preveo que, en el futuro, en la medida que no tengamos ahorros suficientes para financiar todas las inversiones públicas, realmente yo creo que esa práctica, seguirá.”. “La otra parte de los préstamos que se tienen que hacer es, mientras Panamá no tenga la capacidad de poder pagar con sus propios recursos, lo que es la parte que tiene que ver con el refinanciamiento, bueno lo va a tener que pedir prestado, y es una verdad…”“…por ejemplo; el otro año hay 2,000 millones de dólares que vencen en deuda que va a ver que hacerle frente. Del 2020 al 2024 creo que hay como un tercio de la deuda total de los 30,000 millones va a estar venciendo. Entonces la pregunta es ¿cómo se le puede hacer frente a eso si usted no pide prestado para pagarla?, sino tiene que entonces estar seguro que esos 10,000 millones salen de los ahorros del gobierno básicamente. Y yo tengo que ser sincero que no veo que eso pueda ser posible. Así que realmente entonces, incluso como lo veo para el próximo año, 2,000 millones de dólares el gobierno no va a poder sacar 2,000 millones para bajar la deuda el próximo año realmente.”

Todo lo expresado por el Ministro tiene una crudeza y sinceridad que lastimosamente no la hubo en los últimos 10 años. Son realidades que deberemos afrontar y que si no hubiera sido por el Covid, probablemente hubiéramos seguido gastando alegremente sin medir consecuencias. Si algo aprendimos con el virus es que el ahorro y no el gasto es la base de la fortuna; si hubiéramos sido prudentes con el gasto y hubiéramos tenido ahorros, la situación no sería tan mala como la estamos padeciendo ahora mismo.

¿Y cómo podemos enfrentar los próximos meses ante esta coyuntura? Tengo la respuesta, pero primero déjenme comentarles una anécdota  que debe dispararles una respuesta honesta de parte de ustedes.

Resulta que un padre de familia recibe un día una tarjeta de crédito con un límite acorde a su salario y comienza a utilizarla sin demasiados contratiempos. Al tiempo, otro banco, que revisa su historial salarial y de crédito, decide enviarle otra tarjeta, pero esta vez, con un límite bastante más generoso respecto al salario. De pronto, este padre de familia, comienza a hacer regalos a sus hijos, luego compra materiales para embellecer la casa, su esposa le dice que no está segura, pero este entusiasta padre le dice que en realidad es una buena inversión, porque así eleva su valuación. Y luego se tienta en seguir comprando más cosas en cuotas varias en el tiempo.

Los vecinos que lo miran, en secreto murmuran sobre su espectacular crecimiento, que seguro en el trabajo lo han ascendido. Y así las cosas, un día se da cuenta que las tarjetas están al tope y ya no logra con su salario (que por cierto, le han aumentado, pero no tanto como pensaba) llegar a pagar el mínimo requerido por su banco. Entonces se da cuenta que aún tiene algún saldo disponible en la otra tarjeta y corre al ATM más cercano para retirar en efectivo el disponible para ir al otro banco y pagar con ese efectivo el mínimo que debe. Por cada vez que hace esta transacción, los gastos financieros se le siguen incrementando y llega un momento que alcanza al límite de la otra tarjeta.

Ya a esta altura, desesperado, sin lograr un nuevo préstamo del banco, acude a su empresa, que le da un respiro por un par de meses, pero entonces, el descuento directo del cheque quincenal, no lo deja llegar a hacer frente a los gastos normales de la casa y peor aún, los hijos que no quieren disminuir sus mesadas y la esposa no quiere disminuir sus salidas al cine, este señor  ingresa en un umbral de conductas que terminan rayando en lo incorrecto: no devuelve el dinero que le pidió prestado a un familiar, deja de pagar la luz, cuando le cortan el celular va y compra un chip prepago, intenta falsificar billetes..en fin, al final se queda sin trabajo porque llegó un virus a su comunidad. El cuento es que resultó que el señor no había progresado, sino que le dieron un crédito fácil y se dedicó a consumir. Eso es lo que dicen que se debe hacer quienes promueven a “el consumo” como la forma de generar riqueza en el país.

Del otro lado, están quienes promueven la austeridad y ahorro, para que esta postergación del consumo a futuro genere, a quienes quieren hacer inversiones sostenibles, el suficiente crédito disponible y barato. Y para quienes no hagan inversiones, la suficiente tranquilidad de tener un respaldo el día que la situación lo amerite, como ahora mismo.

En términos muy generales, tiene sentido endeudarse, la llamada deuda buena, para adquirir bienes o servicios que aumentan su valor con el paso del tiempo, de forma que en el futuro valdrán más que su precio inicial más el costo de su financiamiento  (la hipoteca para su hogar, por ejemplo). O para generar ingresos, como para un negocio nuevo o que reducen los gastos durante la vida del préstamo por importes que superan los costos de la deuda (cuando el pago del préstamo es menor al ingreso que genera el bien). Esto es lo que normalmente se denominan inversiones. En el caso del gobierno, deberían ser en salud, educación, seguridad, justicia, carreteras, como se acepta normalmente.

Deuda “mala” en cambio es aquella que  incluye todas las que se contraen para adquirir bienes o servicios que no necesitamos o que no podemos permitirnos (por ejemplo, joyas o carteras de marcas de moda, abonos a gimnasios). Una práctica muy mala es utilizar préstamos de consumo cuyos plazos de repago son superiores a la vida del producto financiado. Esto es algo que muchas personas caen en la tentación cuando viajan, toman deuda de plazos a muchos años para pagar unas vacaciones que se consumen enseguida.  Para  estos gastos es mejor  ahorrar hasta poder pagarlos en efectivo, aunque use su tarjeta para hacerlo. En el caso del gobierno, todo el resto de actividades que le corresponden al sector privado, planilla, asesores, oficinas que no generan valor y sólo agregan burocracia que encima, son las responsables de la corrupción.

La respuesta honesta que les solicité al inicio es ¿en qué situación consideran que el padre de familia habría actuado como un buen padre y qué debería haber hecho con las tarjetas?

La respuesta que se den es la misma que deberían exigirle al Ministro y gobierno para que ejecuten. En mi caso, les diré, estamos como ese señor de la anécdota, solicitando deuda para pagar deuda y la única opción posible es el recorte del inmenso gasto público y generar suficiente ahorro para afrontar los pagos sucesivos que se vienen.

About the author

Irene Gimenez

Irene Gimenez, analista internacional. Es abogada con maestría en economía y ciencias políticas. Su especialidad es el análisis económico del derecho. También tiene especializaciones en temas financieros, tecnología y globalización. Su preferencia hoy día es analizar el impacto de los desarrollos bajo tecnología Blockchain y el impacto que ello generará en las próximas décadas.

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