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Una constituyente Inoportuna

El presidente, en la cúspide de su impopularidad, y viendo una derrota clara para su partido en las próximas elecciones se saca de la manga la constituyente. O sea, llamar al público a una refundación radical del Estado mediante una nueva Carta Magna. Esto lo ha hecho pasando por encima de pedirle un visto bueno a la Asamblea Nacional. Sabemos que ésta posiblemente se negará del todo.

¿Qué se busca con esto y qué consecuencias tiene?

Políticamente es claro que se busca amarrar, como en algún momento intentó Ricardo Martinelli, al próximo gobierno. Se puede dar el caso de que el ganador de las elecciones del 2019 obtendría una victoria pírrica, porque ganaría no para llevar a cabo su plan de gobierno, sino para convocar a un Asamblea Constituyente que daría por terminado su mandato. En otras palabras, todo el tiempo y esfuerzo, todos los recursos utilizados por los candidatos a puestos de elección en las elecciones del 2019 serían en vano, ya que sus cargos serían anulados por la Asamblea Constituyente.

Porque estemos claros, una Constituyente es un cambio radical, estamos hablando de quitar la piedra angular sobre la cual se sostiene todo el sistema legal y político de un Estado y reemplazarlo por otro. Esto significa mantener a todo el país en pausa por dos años más, cuando el país desde el 2016 vive una marcada desaceleración económica que el gobierno esconde con cifras maquilladas pero que es evidente en el día a día de los panameños. ¿Conviene paralizar al nuevo gobierno dos años más con una Constituyente, mientras la economía del país se frena? Parece que los proponentes de la Constituyente no piensan en esto. Los del gobierno es claro que buscan neutralizar al siguiente gobierno, porque si hubieran estado desesperados por la constituyente, la hubieran convocado al inicio de su período y no al final. Los de la sociedad civil se dividen en dos grupos, los abogados divos constitucionalistas que se miran en el espejo y aspiran a ser los padres de la refundación de la Patria, y los grupos de extrema izquierda que desean quizás dar un cambio radical a la composición del Estado Panameño.

El problema es que fuera de estos grupos, nadie en Panamá parece tener claro qué se quiere con una Constituyente. No hemos avanzado mucho desde el ejercicio de la Junta de Notables de Ricardo Martinelli, una serie de cartas al Niño Dios legales, donde cada grupo aspira a elevar su tema mascota a nivel constitucional. Básicamente todos los proponentes de la Constituyente actuales aspiran a eso. A que sus intereses especiales o sus políticas personales sean elevados a normas constitucionales. Y ésa ha sido desgraciadamente la constante de los últimos ejercicios constituyentes latinoamericanos.

Las constituciones latinoamericanas modernas suelen ser cada vez más largas y detallistas, pero no logran resolver los problemas de crecimiento económico, inequidad, corrupción legal y falta de estabilidad política. Crean hermosas políticas de papel, pero no resuelven nada en la práctica.

Y es que todos sabemos que la Constitución Panameña actual tienen problemas serios, como la falta de legitimidad en su origen en la dictadura militar, así como el hecho de que los poderes del Estado dependen en la práctica del Ejecutivo quien controla el presupuesto, lo cual significa que elegimos un monarca, no un presidente por un período limitado de 5 años. Esto ha sido una receta para la corrupción y la impunidad. Sólo cuando la sociedad corrupta entre los poderes del Estado se rompe temporalmente como ahora, podemos ver lo corrupto que es el sistema político actual. Pero resulta curioso que los impulsores de la Constituyente no toquen este tema ni qué normas proponen para resolverlo en la nueva constitución; más bien se enfocan en los mecanismos para llamar a una Asamblea Constituyente, como si ésta fuera un fin en sí y no un medio para cambiar la constitución. Si se está desesperado por cambiar la constitución lo más lógico sea que se diga de antemano qué se quiere cambiar ¿no? El problema de ir a una Asamblea Constituyente de esa manera es que no se sabe qué clase de Constitución va a salir de ésta, y se puede terminar con algo peor, lo cual va a poner al país en vilo por dos años, en medio de una crisis económica.

Hay mecanismos adecuados para cambiar la Constitución sin irse a un salto al vacío político. Como las reformas constitucionales. Y de irse a un Asamblea Constituyente, una paralela al inicio y no final de un período presidencial sería garantía de hacer cambios de la manera racional y calmada que el país necesita.

Llamar a una constituyente en las circunstancias actuales, dejando la puerta abierta a un caos político sin que la sociedad la pida, es un ejercicio de irresponsabilidad suprema de los cuales ya hemos tenido varios en los 2010s.

About the author

Ricardo Soto

Ricardo Soto Barrios, abogado, especialista en políticas públicas, egresado de la Universidad Santa María la Antigua. Políticamente liberal, ha participado en muchos proyectos donde se analizan las políticas públicas de Panamá desde un punto de vista liberal y se proponen alternativas. Ha trabajado en la Policía Nacional de Panamá, el Ministerio de Gobierno, y AMPYME, además de ejercer la práctica privada.

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