En su artículo “La economía no miente” publicado en ABC el 26 de agosto de 2024, Guy Sorman argumenta que la economía es una de las ciencias más incomprendidas por el gran público. Mientras que la mayoría de las personas tiene conocimientos básicos de historia, geografía o incluso de idiomas extranjeros, pocos poseen una comprensión adecuada de los principios económicos. Según Sorman, esta falta de conocimiento permite que la ciencia ficción y las fantasías políticas reemplacen a la economía basada en hechos verificables, generando un terreno fértil para las manipulaciones y las promesas vacías de los políticos.
Sorman sostiene que tanto la izquierda como la derecha tienden a explotar esta ignorancia económica, aunque observa que la izquierda, por su mayor inclinación a la imaginación, es más propensa a ofrecer promesas irrealizables. Como ejemplo, Sorman menciona las recientes declaraciones del presidente estadounidense Joe Biden, quien atribuyó el supuesto éxito de su política económica a un control inflacionario que, en realidad, es un mérito de la Reserva Federal y no del gobierno. Asimismo, señala las campañas de Donald Trump y Kamala Harris, que están basadas en afirmaciones económicas no verificadas y promesas que no podrían cumplirse en una economía de mercado liberal.
El autor destaca que la economía, como ciencia, se basa en hechos y principios comprobables. Un principio fundamental es que el crecimiento económico no es producto de la intervención gubernamental, sino del dinamismo de los empresarios que crean riqueza. Sorman argumenta que el papel del gobierno debe limitarse a proporcionar un marco jurídico, fiscal y judicial estable que permita el florecimiento de la iniciativa privada. En los países donde el Estado es débil, corrupto o no garantiza un sistema legal robusto, la pobreza y la falta de desarrollo empresarial son inevitables.
Uno de los puntos centrales del artículo es la importancia de una moneda estable para el crecimiento económico. Sorman se remite a los trabajos de Friedrich Hayek y Milton Friedman, quienes demostraron que la estabilidad monetaria es esencial para la prosperidad económica. En economías con monedas inestables, como Argentina, la especulación prevalece sobre la inversión, resultando en un crecimiento nulo o negativo. La estabilidad y previsibilidad de una moneda, según Sorman, depende de la independencia del banco central de las influencias políticas. Cuando un banco central imprime dinero para cubrir déficits públicos, la moneda se devalúa y pierde su valor, generando inflación y desinversión.
Sorman elogia a países como Estados Unidos y los de la Unión Europea que han mantenido bancos centrales independientes, como la Reserva Federal y el Banco Central Europeo (BCE), respectivamente. La independencia de estos bancos centrales ha permitido una gestión monetaria enfocada en la estabilidad, más allá de las ambiciones políticas de turno. Sorman argumenta que sin el BCE y el euro, los países del sur de Europa, que tradicionalmente han sido propensos al gasto público excesivo, no habrían podido desarrollarse a un ritmo tan satisfactorio.
Sin embargo, Sorman también advierte sobre los peligros de la manipulación política de la economía. Cita a Trump, quien en su campaña insinúa que presionaría a la Reserva Federal para reducir las tasas de interés y debilitar el valor del dólar si fuera reelecto. Según Sorman, tales acciones socavarían la estabilidad económica global, demostrando la necesidad de un mayor conocimiento económico entre la opinión pública para evitar caer en promesas económicas vacías y perjudiciales.
Finalmente, Sorman aboga por la inclusión de la economía en los programas educativos desde temprana edad. Argumenta que, al igual que otras ciencias, el conocimiento económico es esencial para formar ciudadanos bien informados que no sean fácilmente manipulados por discursos políticos simplistas. Alemania es citada como un ejemplo de una nación que, debido a su experiencia con la inflación, valora profundamente la estabilidad monetaria y la independencia del banco central. Para Sorman, es fundamental que otras naciones sigan este ejemplo y eleven el nivel de comprensión económica de sus ciudadanos para evitar que la política económica se reduzca a “palabrería”.
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