Leo que un tal Nigel Chalk del FMI aboga por una política fiscal más estricta. La clase de respuesta que semejante desquicio suscita en mí, no lo debo verter en este artículo. Antes que nada ¿qué es una “política fiscal más estricta? El artículo de marras da un ejemplo: aumentar lo que les roban a los ricos, llamado impuestos. ¿Qué es un “rico”. ¿Será una persona con buen sabor, delicioso y tal? Y, en todo caso, ¿a quienes más van a desplumar, acaso a los que no tienen plumas? ¿Dónde colocas el límite entre rico y no rico? Ello es puramente especulativo y disparatado.
Luego Chalk nos “ilumina con aquello de “contener la inflación y quietar así más peso a los bancos centrales en su política monetaria”. Dementes económicos como este nos han encauzado en la antesala de una recesión que bien podría llegar a ser la madre de todas las recesiones. Política fiscal es una bribonada gubernamental para robar más a unos para luego gastar más, disque para incentivar una economía Titanic.
Por otro lado está la política monetaria, en dónde los bancos centrales (no Panamá) cambian la cantidad de papelitos falsificados (dólares o tal) y efectúan ajustes a las tasas de intereses bancarios; luego de lo cual se voltean y venden o compran lo que, hipócritamente llaman, “seguridades del tesoro”, para lograr un supuesto “control” inflacionario”. Curioso que eso hacen en muchos países aunque a fin de cuentas no funciona.
Semejante demencia nos lleva a situaciones tan absurdas y ridículas como las del “Efecto Cantillon” que en 1755 Richard Cantillon sugirió que el dinero no es tan neutral nada. Que la inyección de dinero, papel o lo que sea, bien puede no tener efecto alguno a más largo plazo, y lo que sí hace es afectar de diversas maneras a diversos grupos económicos; tal como ciertos programas de “asistencia a los necesitados” que a fin de cuentas no ayudan sino todo lo contrario. Creer que la clase política típica va a asistir a los pobres es idiotez.
Por ejemplo, cuando una banca central falsifica más papelitos y se los entrega a los bancos, esos $ van, antes que nada, a sectores más poderosos que los usan antes que la gente se de cuenta del efecto inflacionario. A medida que el dinero circula y ocurre la inflación, disminuyendo el valor de los papelitos falsificados, los menos cocotudos serán los más afectados.
Los impuestos afectan aspectos económicos, sociales y políticos en nuestras vidas que ni siquiera vemos o entendemos. Tomemos el ejemplo de una familia que invierte en reubicar su restaurante y ello le da buenos resultados; pero con los “buenos resultados” vienen los impuestos aumentados, los cuales afecta el ahorro y la factibilidad de montar una sucursal. Y ni entremos a ver la inmensa variedad de impuestos y como producen recaudos repetidamente a través de la cadena transaccional. Te cobran cuando importas, cuando vendes, cuando declaras dividendos, cuando haces trasferencias y más. Pocos llegan a ver y entender los efectos de todo ello. Y ni entremos a ver aquello de las prestaciones, los salarios mínimos, controles de precio, vacaciones, etc.; en la formalidad, lo cual no aplica a la informalidad, que crece día a día.
Pocos legisladores entienden o les importa lo económico, lo cual explica la cantidad de consecuencias no previstas que se generan. En muchos casos los impuestos a los ricos terminan aumentando brechas, ya que los más ricos tienen los medios para jugar la pacheca, pero no los pobres; y a todo ello los politicastros deambulan en tinieblas.
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