Desde el viernes 26 de Mayo, hemos comenzado a publicar como sección especial semanal, poemas extraídos de libros inéditos aún, del prolífico autor John Bennett, cuya pluma en este campo es realmente admirable. La combinación entre una mirada irónica y aguda de la realidad socio-política y la concatenación de las palabras producen estas pequeñas maravillas que invitamos a disfrutar. Esta semana, los deleitamos con “Jeanine”, que pertenece a la obra: El Mundo Mío que es Tuyo, firmada por Juan Alejo, en Panamá 1998 – 2023.
Retoños tardíos
Los hermanos Bennett Novey fuimos tres. Jamás supe lo que sería tener una mujer en la familia que no fuera Yvonne, nuestra madre; pero pasó el tiempo y en mi unión con Ely, mi esposa de más de 55 años que hoy, igual que mi padre, ya sólo está en cenizas, trajimos al mundo a John-John, Jorge y a Jeanine, cambiando todo eso. Por años Jeanine nunca supo de este poema. La primera estrofa habla de un ave que pocos citadinos conocen; el conocido, en el interior, como “el gallito de monte”, perdiz de la familia de los tinamous. El gallito es un ave furtiva que al deambular por los suelos de las espesuras de los rastrojos selváticos, pues poco vuela, particularmente al alba y en el ocaso, tiene un trino lúgubre y encantador. Durante el resto del día, el macho y la hembra no caminan juntos pero se mantienen en contacto cuando el macho canta un trino de menos a más y la hembra contesta con otro de más a menos. Curiosamente, yo aprendía a imitar el canto de muchas aves, a tal grado que podría engañar a los gallitos de monte. En otras ocasiones silababa entre amigos y estos buscaban al cantante entre los árboles; hasta que alguno me veía y irrumpían en carcajadas. El asunto es que Jeanine fue la última de los hijos e hijas de los hermanos Bennett que nació años después de sus primas y resentía haberse perdido la compañía de sus primas y primos. Es de ello que nace está poesía dedicada a Jeanine, quien, entre otras, tiene una hermosa voz de canto.
Jeanine
Cuando cantó el gallito de monte,
lanzando su trémulo en ocre atardecer,
abrió su faz al mundo una taciturna flor,
llenando con viso ruboroso el paraje,
réplica profusa de su enojo
al verse florecer,
en el crepúsculo anochecer
Añorando el floral vaho
del adormecido vergel,
con mirada rápida,
en vislumbre enojo,
reflejo tenue de irisado flagrar;
entornó sus lindos ojos,
cual refulgente fanal
y se puso a cantar
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