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Creer en la lucha social ha envenenado el discurso, destruyendo la armonía

Se ha abierto una grieta en la sociedad, y es cada vez mas raro que la gente con puntos de vista diferentes pueda mantener una discusión civilizada. Hace no mucho tiempo atrás, las opiniones políticas de los amigos no importaban tanto, y tener opiniones diferentes no ponía inmediatamente fin a la discusión.

Los conflictos que han surgido son en parte causados por la pérdida del discurso tradicional, y esto se debió mayormente a dos conceptos comunistas: el siempre cambiante sistema político-moral de la “corrección política” de Mao Zedong y la teoría marxista de la Escuela de Frankfurt de la “tolerancia represora”, en la cual las opiniones que divergen de la narrativa política aprobada deben ser tratadas con intolerancia y supresión violenta.

Mucho de esto se relaciona con el envenenamiento de la dialéctica tradicional: los métodos de discusión y debate que alguna vez nos permitieron encontrar la verdad y los puntos en común en opiniones contrarias. Entre los métodos más conocidos en Occidente está el método socrático, en el cual la gente de opiniones diferentes se preguntan y responden preguntas, y a través de la discusión son capaces de ensanchar su entendimiento y hallar la verdad.

Fue este sistema de dialéctica tradicional lo que nos permitía conversar con los que piensan diferente, interactuar incluso con los que no estamos de acuerdo, y mantener un cierto grado de armonía entre personas de diferentes creencias.

Pero en las formas de debate de hoy día, las conversaciones caen pronto en ataques personales. El tema de discusión se vuelve solo una herramienta política para acusar a la gente de violar algún asunto social políticamente correcto.

En la raíz de este problema, tanto en la corrección política como en la “tolerancia represora”, está la dialéctica comunista conocida como materialismo dialéctico.

La dialéctica tradicional le permitía a los lados contrarios buscar la armonía, pero el materialismo dialéctico hace lo contrario. El materialismo dialéctico del comunismo está específicamente diseñado para crear la “lucha”, usando la teoría dialéctica hegeliana en la que el “conflicto conduce hacia adelante”.

El materialismo dialéctico se trata específicamente de alejar a la gente. El propósito es lo contrario a la dialéctica tradicional. Su objetivo es llevar al conflicto a los dos lados y hacer que la gente quede enfrentada.

Extremistas de Antifa atacan un simpatizante de Trump en el Parque Martin Luther King Jr. en Berkeley, California, el 27 de agosto de 2017. (Elijah Nouvelage/Getty Images)

El comunismo, basado en la lucha y el materialismo ateo, usa estos métodos para fomentar la lucha en todos los niveles de jerarquía social y en todos los sectores de la sociedad donde interactúan los diferentes grupos. El comunismo quiere que luches contra algo: cree que los hombres deben luchar contra el gobierno, las mujeres contra los hombres, los niños contras sus familias y maestros, y que la gente debe luchar toda contra el Cielo.

La desarmonía social en el comunismo es intencional. Para Karl Marx y Friederich Engels, quienes crearon el materialismo dialéctico, la idea de que el “conflicto hace avanzar” jugó un rol en sus teorías de la “evolución” social. Crear más discordia y desarmonía en la sociedad, agudizando los antagonismos entre cuanto grupo pudieron, ayudó al “progreso” del fin más profundo del comunismo, que es destruir la moral, la cultura y la creencia.

Podemos ver los efectos de este concepto en todos los movimientos sociales basados en teorías comunistas de lucha que usan esta dialéctica deformada, o en sus interpretaciones actuales, entre ellas la “corrección política” y la “tolerancia represora”. En el feminismo marxista, las mujeres luchan contra el hombre y las familias; en los movimientos sociales como Black Lives Matter, u Occupy, vemos grupos de personas que creen que la única solución a sus problemas es la interminable lucha contra otras razas o clases; y la lista sigue.

Ya que la “tolerancia represora” les enseña a estos grupos que es aceptable usar “cualquier medio” cuando atacan a otros, vemos que el sexismo se usa para luchar contra el “sexismo”; vemos al racismo ser usado para luchar contra el “racismo” y vemos el odio ser usado para luchar contra el “odio”.

Por supuesto, esto no quiere decir que no existen cosas malas en la sociedad. Pero aparte de la habilidad para discutir e interactuar, otra diferencia clave entre las creencias del comunismo y las de la sociedad tradicional es en cómo deberíamos tratar con nuestros problemas.

La dialéctica tradicional nos enseña a discutir pacíficamente cuando tenemos diferencias de opinión, la moral tradicional enseña a mirarse uno mismo en los conflictos. Incluso cuando nos menosprecian, la moral tradicional nos enseña que podemos mostrarles a los demás lo opuesto, manteniendo un carácter recto cuando enfrentamos dificultades.

Las religiones tenían principios como la creencia cristiana de que deberías “ofrecer la otra mejilla” cuando uno recibe un golpe, o las enseñanzas del budismo o taoísmo de que las dificultades son causadas por el karma de hechos pasados. Las creencias tradicionales han también enseñado principios sociales de etiqueta como el dominio propio y los buenos modales, incluso cuando uno se encuentra con cosas desagradables.

Hay una fábula de la China antigua que ilustra estos principios. Se trata de un burro que se cae en un pozo. Es muy simbólico sobre cómo muchas sociedades tradicionales tratan las adversidades.

En la historia, un burro se cae a un pozo y el granjero no estaba seguro de qué hacer. El burro estaba llorando y haciendo ruidos terribles, y el granjero, dándose cuenta de que no podía sacar al burro y de que el pozo tampoco podría usarse más, tomó la drástica decisión de llenar el pozo con tierra y enterrar al burro.

El granjero comenzó a arrojar paladas de tierra dentro del pozo. Los llantos del burro se vuelven más intensos. Pero luego de un corto tiempo, los llantos se detienen. El granjero miró dentro del pozo y vio al burro parado sobre la tierra.

Viendo esto, el granjero tomó otra pala llena de tierra y la arrojó al pozo. El burro se sacudió la tierra y luego se paró sobre el montón de tierra que iba creciendo. El granjero repitió la acción y el burro repetidamente se sacudía la tierra y subía un poco más, hasta que al final llegó hasta la cima y pudo salir del pozo.

Esta historia simboliza la creencia tradicional de que las adversidades nos ayudan a mejorar. Ellas nos pueden enterrar o podemos usarlas para elevarnos.

Es esta la forma en la que la cultura y religión tradicional difiere del comunismo. La religión nos pide mirar dentro de uno mismo y escalar hacia principios más nobles. La tradición nos pide restringirnos y conversar. El comunismo te pide ver hacia fuera de ti mismo y luchar incesantemente.

Por Joshua Philipp – La Gran Época

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