La procaz economía Keynesiana que legó John Mainard Keynes a los terrícolas se caracterizó por proponer que durante un período de depresión económica la mejor solución era la de derramar “fondos” estatales al mercado como medida de estímulo. Lastimosamente las ideas perversas hacen metástasis y en 1980 la economía keynesiana, luego de hacer estragos a lo largo de su implementación por los amantes del centralismo, evolucionó volviéndose neo-Keynesiana, tal como ocurrió con el liberalismo que pasó a la versión socialista neoliberal. Ahora los neo-Keynesianos porfían que los gobiernos y los bancos centrales pueden usar una estabilización macroecómica para lograr mayor eficiencia que la economía del “laissez faire” o de “dejar hacer”. Lástima que eso de “dejar hacer” es como decirles a los zorros políticos que dejen de engullir gallinas.
En los EE.UU. el combo Biden-Harris, enamorados con el populismo y el gasto desbocado que les compra simpatías de parte de los socialistas y hacer ver que sus maquinaciones económicas eran fantásticas, implementaron esas políticas y el resultado fue inflacionario; es decir, demasiados dólares correteando poca producción. Y no sólo se trata de dólares papel sino los que sólo existen en registros bancarios y tal, con lo cual se fue devaluando el dólar, cosa que la gente equivocadamente llama “aumento de precios” por tener que soltar más para comprar menos.
¡Por supuesto!, que cuando un gobierno tira billetes creados de la nada a la calle, la gente se alegra; ya que no tienen la capacidad o entendimiento de ver a futuro. Es análogo a lo que ocurrió en Panamá con gobiernos pasados que construyeron metro, metrobus y ciudades hospitalarias, etc.; todos en sobrecosto y mal hechos. Luego llega un presidente que quiere contener la locura y algunos salen a cerrar calles.
Es rara la familia que no sabe que gastar de más no es bueno; pero no ven que lo mismo ocurre con los gobiernos. En los EE.UU. la inflación creada por Biden y Cía., en sus 4 años de desgobierno, alcanzó un 20.5% y hay quienes sostienen que es más. También que el gasto deficitario alcanzó los 2 trillones gringos; $2,000,000,000,000.00 ¡anuales!, con lo cual la deuda pública subió a $36 trillones gringos; ya que en español un trillón tiene 18 ceros. ¿No lo sabías? ¡Ajá!
Pero, ¿qué tiene eso que ver con Panamá? Pues que nosotros usamos dólares y la inflación llega acá; con lo cual los panameños terminamos subsidiando las patrañas de Biden y su combo. Y lo que poco consabido es que todo ello debilita el funcionamiento y crecimiento del sector privado productivo; el sector que paga los impuestos de lo bueno y lo feo gubernamental. ¡Ah sí!, también dispararon la planilla estatal, con su buena cantidad de botellas; ¿o es que creías que en gringolandia no había botellas?
Hoy, lo que tendrá que enfrentar el gobierno de Trump, igual que el de Mulino, es una recesión que nadie ve y nadie quiere aceptar que está allí como el gato que acecha el ratón. Si Harris ganaba, ella continuaría con la economía neo-Keynesiana, ya que para cuando estallara el problema ella ya no estaría en la Casa Blanca; igual que en el Palacio de las Garzas no están todos los que mal gobernaron y saquearon; dejando a Mulino un enorme guacho.
Ahora que Trump nombra a Elon Musk y a Vivek Ramaswamy para acabar con el estado profundo, las grandes reducciones de personal y del gasto gubernamental dejará un vacío en el derrame de dólares flácidos, el cual afectará al comercio y tal. Lo que todos los panameños debíamos ver y entender es que mientras más empleados públicos hay, menos puestos de trabajo habrá en el sector empresarial y menos ingresos tributarios.
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