Trump durante su gestión incrementó el gasto público, el déficit fiscal y la deuda estatal. Tuvo la indecencia de no reconocer el triunfo de su adversario en las últimas elecciones, a pesar que fue certificado por los 50 estados, por 61 jueces federales y locales (8 de los cuales fueron sugeridos por Trump) y su propio Vicepresidente, Mike Pence. Sus manifestaciones con motivo del ataque al Capitolio fueron bochornosas; como reporta la Association Press, The New York Times y el Washington Post el Presidente expresó reiteradamente en lugares públicos en esos días críticos respecto a los revoltosos: “They were there with love in their hearts. It was a beautiful day” (Estaban allí con amor en sus corazones. Fue un día hermoso), lo cual se desdijo más adelante en vista de la categórica condena inicial de colegas republicanos liderados por el Senador Lindsay Graham y del público en general. Del mismo modo que se retractó respecto del aborto a pesar de haber reiterado que era partidario del pro choice desde su célebre declaración inicial el 24 de octubre de 1999 en NBC News (“Meet the Press”) hasta que más adelante sus asesores le recomendaron condenar el aborto debido a la posición de sus seguidores potenciales con especial referencia destacados representantes del Tea Party.
Trump es proteccionista, nacionalista y xenófobo que la emprende contra los inmigrantes y con ribetes peligrosos como cuando frente al enfrentamiento de dos grupos en Charlottesville donde todos los partidarios de una de las partes enfrentadas portaban estandartes nazis, frente a lo cual el entonces Presidente declaró ante las cámaras de CNN: “Very fine people on both sides” (Buena gente de los dos lados).
Sé que hay personas de buena voluntad preocupadas por el avance del aparato estatal estadounidense que consideran que es mejor apoyarlo a Trump pues el gobierno de Biden y lo que proyecta su eventual sucesora es una calamidad. Esto último es del todo correcto pero no puede decirse con rigor que con los antecedentes referidos de Trump se enfrentará al tamaño del gobierno federal con el agravante que como queda dicho el disfraz -tal vez inconsciente- presenta un frente de mayor peligro y debilita las defensas y anticuerpos. Sin duda que como he marcado tantas veces una cosa es la academia que siempre apunta al óptimo y otra la política, un terreno en el que se hace lo que las limitaciones de las circunstancias permiten, en este caso en cuanto a relaciones exteriores y equivalentes al efecto de eventualmente inclinarse por uno u otro candidato.
Es verdaderamente triste lo que viene ocurriendo en ese magnífico país en el que estudié dos años de mi colegio secundario, luego asistí a seminarios producto de una beca y he visitado en reiteradas ocasiones. Tengo muy buenos amigos estadounidenses y me constan las inmensas reservas morales con que cuenta esa nación las cuales constituyen una formidable esperanza para rectificar el rumbo.
En mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos detallo a través de quinientas páginas el declive que viene operando, en abierto contraste con los extraordinarios consejos de los Padres Fundadores. Me parece oportuno limitarme esta vez a reproducir los epígrafes que estampé para abrir cada uno de sus doce capítulos que ilustran el contenido del libro. Lo hago en el mismo orden cronológico con que aparece en mi trabajo, De Thomas Paine (1776): “La sociedad en todos sus estadios es una bendición, pero el gobierno aun en su mejor estado constituye un mal necesario y en su peor estado un mal intolerable”. De George Madison (1788): “Hemos oído de la impía doctrina del Viejo Mundo por la que la gente era hecha para el rey y no el rey para la gente. ¿Se revivirá la misma doctrina en el Nuevo bajo otra forma, que por la sólida felicidad de la gente debe sacrificarse a las visiones de aquellas instituciones políticas bajo una forma diferente?”.
De Thomas Jefferson (1782): “Un despotismo electo no fue el gobierno por el que luchamos”. De George Washington (1795): “Mi ardiente deseo es y siempre ha sido cumplir estrictamente con todos nuestros compromisos en el exterior y en lo doméstico, pero mantener a los Estados Unidos fuera de toda conexión política con otros países.” De Benjamin Franklin (1759): “Aquellos que renuncian a libertades esenciales para obtener seguridad temporaria, no merecen ni libertad ni seguridad.” De John Marshall (1819): “El poder de establecer impuestos, es el poder de destruir.” De Pelatiah Webster (1779): “La libertad de comercio y la libertad irrestricta del sujeto para disponer o usar de su propiedad como le plazca, es absolutamente necesaria para la prosperidad de todas las comunidades y para la felicidad de todos los individuos que las integran.” Inscripción en la Estatua de la Libertad (Emma Lazarus, 1883) que reproducimos en el idioma en que está inscripto: “Give me your tiered, your poor, Your huddled masses yearing to breath free, The wretched refuse of your teeming shore, Send these, the homless, the tempest.toss´d to me, I lift my lamp reside the Golden door”. De James Bovard (2003): “De la misma manera que a los políticos raramente se los hace responsables por sus mentiras, a los gobiernos raramente se los hace responsables por sus matanzas.”
De Milton Friedman (2000): “Como nación hemos sido responsables por el asesinato de literalmente cientos de miles de personas en nuestro país y en el extranjero por pelear un a guerra antinarcóticos que nunca debió haber comenzado y que solo puede ganarse, si eso fuera posible, convirtiendo a los Estados Unidos en un estado policial.” De Etienne de La Boetie (1576): “Son, pues, los propios pueblos los que se dejan, o mejor dicho, se hacen encadenar ya que con solo dejar de servir romperían sus cadenas”. De Ralph Waldo Emerson (1844): “Es moral aquel cuya meta o motivo puede convertirse en norma universal.”
Para bien del mundo libre es de esperar una pronta reacción en dirección a la libertad. Literalmente, nos va la vida en esto. En cuanto al Partido Republicano en términos modernos es de desear que retome los valores y principios de los Barry Goldwater, Ronald Reagan, Ron Paul (que advierte en varios videos en YouTube acerca de los peligros que presenta Trump) y Mitt Romney (quien en su condición de Senador promovió juicio político a Trump). Mi padre los conoció personalmente a los dos primeros y en mi caso puede intercambiar mails con los dos últimos. El premio Nobel en Economía, el gran Vernon L. Smith, es también muy crítico de las políticas que implementó Trump y las que promete ejecutar vinculadas a su arrogante estatismo siempre inmoral y empobrecedor.
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