Y retomo el tema sobre ¿qué y para qué son los gobiernos? Una manera de explicar y lograr entendimiento de la pregunta formulada aparece en un lema a la entrada del puerto de Ámsterdam que lee “Comercio y Paz” o, digo yo, “el comercio es paz”. Es así ya que el ser humano es un ser social; vale decir, que vivimos en sociedad con nuestros semejantes a partir del núcleo familiar; de la fecunda y productiva coyunda entre el macho y la hembra que luego del hecho conyugal le corresponde cuidar y educar al producto de su pasión.
Más allá del núcleo familiar está el prójimo, palabra cuya etimología se refiere a quien está “próximo” o cercano y por ello conoce y los conoces de manera que se pueden y deben ayudar; y así se va extendiendo la relación social hasta que en “última instancia” está el gobierno, cuya función esencial no esta en hacer o patear los balones en el partido de la vida sino de ser árbitro; que jamás debe patear los balones pues al hacerlo deja de ser “arbitro”, a punto que más bien es una relación pedófila.
Los gobiernos existen para promover una pacífica interacción social; lo cual implica libertad de interacción comercial, que es social y de diálogo cultural, que son cosas que van de la mano. El mal comienza cuando los gobiernos se desvían y en vez de promover una pacífica interacción social, se dedica y acaparan para sí las actividades que son propias de la sociedad; comenzando por la relación macho hembra y la familia. ¿Acaso no se han dado cuenta que en el comunismo tus hijos no son tus hijos sino hijos del estado?
Más aún, los gobiernos son un mal necesario, que surge a partir de la imperfección humana. Bien podemos decir que dicha “imperfección” es un cáncer que debe ser tratado con la quimioterapia gubernamental; siempre que tengamos claro que la quimio es veneno que en dosis limitada sólo mata las células cancerosas, pero no a todo el organismo. Lastimosamente, los gobiernos, por estar compuestos de seres imperfectos, tienen la tendencia de extralimitarse y llegar al punto de envenenar a todo el cuerpo social.
Gobernar, ser rey, presidente o cualquier otro puesto de autoridad, es análogo a la relación del padre con sus hijos; es decir, el padre y la madre son los autores que en fértil coyunda traen a la vida a sus crías, esas que deben criar, más que nada con el ejemplo ya que son los autores o los que escribieron el libro de la vida. Tristísimamente, la historia nos muestra que fácilmente las “autoridades” no son sino autores del mal que en vez de actuar como ejemplos actúan como pedófilos que usan a los que están por debajo para satisfacer sus más bajos instintos.
Por todo lo anterior, el estado; es decir, la comunidad, debe ser culta y entender esta lúgubre realidad, de manera que pueda poner jáquima al corcel del gobierno estatal, que no se desboque. Tristísimamente, en Panamá como en tantas otras comunidades mundiales, particularmente cuando los gobiernos han secuestrado actividades propias de la comunidad, tal como la educación, transporte y mucho más, los mismos se dedican a lavar cerebros y a mantener a la población sin cultura; lo cual vemos en Panamá con el “no a la privatización”, que significa, no hagas nada, que la mafia gubernamental hará por ti.
Y así, hemos quedado en Panamá sin gobiernos, ya que llamar “gobierno” al desgobierno es absurdo. Desde el instante en que los gobiernos se debocan, dejan de ser gobierno y convierten en metástasis gubernamental.
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