En el debate intelectual y político, a menudo se escucha la frase: “Una cosa es la teoría y otra la práctica”. Esta afirmación, aunque común, es engañosa. Si bien la teoría y la práctica pueden parecer dispares en algunos casos, su relación es mucho más estrecha y significativa. De hecho, hay una máxima popular (a partir de Peter Drucker) que sostiene que no hay nada más práctico que una buena teoría, y esto cobra especial relevancia en el ámbito de la política.
Teoría y Práctica: La Coherencia Esencial
La teoría, en su esencia, es un conjunto de principios y conceptos que buscan explicar y predecir fenómenos del mundo real. Cuando una teoría está bien fundamentada, se espera que su aplicación práctica conduzca a resultados consistentes y positivos. Si la práctica de una teoría produce malos resultados, es indicativo de que la teoría en sí misma podría estar equivocada, malinterpretada o mal aplicada.
Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, prominentes pensadores de la escuela austríaca de economía, subrayaron la importancia de las ideas y teorías en la configuración de la sociedad. Mises, en particular, enfatizó que las teorías económicas no son meras abstracciones sin consecuencias. Para Mises, las ideas y teorías moldean la realidad económica y social; por lo tanto, una buena teoría debe necesariamente llevar a una buena práctica si se aplica correctamente.
El Peligro del Pragmatismo sin Principios
En política, el pragmatismo es una tendencia que privilegia la eficiencia y los resultados inmediatos por encima de los principios teóricos. Si bien puede parecer que el pragmatismo es una solución rápida a problemas complejos, carecer de una teoría sólida que lo sustente conlleva a decisiones erráticas y cortoplacistas.
Las ideas, según Hayek, no son solo guías abstractas; son fundamentales para establecer un rumbo claro y coherente en la política. Sin una teoría que defina y oriente las acciones, el pragmatismo puede llevar a un enfoque errático que responde únicamente a las presiones inmediatas, sin considerar las implicaciones a largo plazo.
Lecciones de “Alicia en el País de las Maravillas”
Una de las reflexiones más claras sobre la importancia de tener una dirección clara en la vida, y por extensión en la política, proviene de la obra “Alicia en el País de las Maravillas” de Lewis Carroll. En un momento icónico, Alicia le pregunta al Gato de Cheshire qué camino debe tomar. El Gato, sabio en su simplicidad, le responde: “Eso depende en gran parte de adónde quieras llegar”. Esta respuesta subraya la idea de que, sin un objetivo o teoría clara, cualquier camino servirá, pero no necesariamente conducirá a un buen destino.
En política, como en la vida, las decisiones no deben tomarse al azar o simplemente basadas en lo que parece funcionar en el momento. Deben estar guiadas por una visión clara, una teoría sólida que establezca no solo el “qué”, sino también el “por qué”. Sin una dirección teórica clara, la política puede perderse en un laberinto de soluciones improvisadas que, aunque pragmáticas y posiblemente efectivas en el corto plazo, pueden ser desastrosas a largo plazo.
La dicotomía entre teoría y práctica es una falsa separación. Una buena teoría debe ser práctica por definición, ya que su valor se prueba en su aplicación. En política, el pragmatismo sin principios es peligroso porque puede llevar a soluciones efectistas de corto plazo que ignoran los fundamentos teóricos que aseguran el bienestar a largo plazo. Las ideas y teorías no son meros adornos intelectuales; son la brújula que guía las acciones hacia resultados consistentes y positivos. Como el Gato de Cheshire sugiere, sin una dirección clara, cualquier camino puede parecer viable, pero solo uno te llevará adonde realmente quieres llegar.
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