¿Por qué cambio mi tema político económico al hediondo algarrobo (hymenaea coubaril)? Pues… para dar variedad a la lectura sobre temas que tienen su encanto; tal como lo tengo con el algarrobo o “algarroba” como le conocíamos cuando niños. En el terreno baldío frente a nuestra casa en el hoy Obarrio, antes Juan Franco, había un gran árbol de algarrobo que nos alimentaba con sus “fragantes” frutos. Bueno, los gringos le apodan “the Stingking Toe Tree” o el árbol de la pezuña hedionda, que para nosotros era un aroma de fino manjar; ¿o es que no hay millones que gustan de los quesos “hediondos”? En fin, para el gusto se hicieron los colores o, más bien, los sabores.
Esta mañana que salí a tomar el sol matinal, ausculté las frutas del algarrobo que adorna el frente de nuestra casa en Las Cumbres, para ver si ya están maduras y podía disfrutarlas y regresar a mi infancia. No, aún falta un poco, ya que hay que esperar que vayan cayendo solas, pues están tan altas que no hay como cosecharlas del árbol; y ojo que caigan en el parabrisas del auto.
Se trata de un árbol caducifolio; ¡la maravilla de las palabras! “Caduci” de caducar y “folio” de hojas” o árbol de hojas caducas; que las cambia en otoño y en primavera, estaciones que sí tenemos en Panamá, que llamamos invierno al verano y verano al invierno. El algarrobo cambia sus hojas al entrar la estación invernal seca por hojas que no botan agua. En primavera, entrando nuestro verano lluvioso, vuelve y cambia a hojas que botan mucha agua, con lo cual mueven la alimenticia sabia del suelo a sus hojas.
Hoy, me vino una pregunta a mente: ¿Por qué son tan duras las vainas de la fruta? ¡Durísimas!, a punto que hay que darle con martillo. Como todo en la naturaleza tiene motivos evolutivos de sobrevivencia, los árboles crecen ricas y alimenticias frutas para que quienes las coman distribuyan las semillas; imaginé que habían evolucionado como alimento de grandes animales con grandes molares. La AI me dio la razón: “El perezoso gigante…” Grandes herbívoros que requerían mucho alimento; y, ciertamente el algarrobo con sus dulces frutos ofrecía eso, empacado en una vaina resistente y transportable. Luego, las partían para merendar y en el proceso dejaban caer las semillas, ya sea de la boca o del ano, con lo cual el algarrobo lograba su dispersión.
Pero… los perezosos gigantes se extinguieron hace miles de años, en la época del Pleistoceno. La sabia Madre Natura le halló nuevos amigos, tales como el ñeque o agoutí, con sus afilados dientes. Estos toman las vainas y se las llevan a sus madrigueras, entierrándolas para guardarlas para más tarde.
Tristemente, hoy, pocos en Panamá conocen el algarrobo y cuando se los presento y sienten su aroma me ponen cara de asco y preguntan: “¡¿Cómo rayos puedes comer eso?! No saben lo que es bueno. Sus propiedades son extraordinarias: es antibacterial; antimicótico; antiparasitario; súper nutritivo, debido a sus características químicas y bromatológicas; alto en fibra y antioxidantes. Mi nieta, Micaela, aprendió a saborear los batidos de algarroba que en la licuadora con algo de leche se vuelven como una malteada debido a su capacidad de absorción de agua y su característica mucilaginosa. Y ni hablar que para hacer pan, una de mis aficiones, es lo máximo.
Son tantas las propiedades benéficas del algarrobo que mejor búsquenlas en el Internet, que no sólo es una fruta súper saludable sino que tiene grandes valores industriales. Su dura madera sirve para instrumentos musicales y tanto más. Pero en especial el algarrobo sirve por su belleza y por los recuerdos que me trae de mi juventud.
Wao, tío Johnny! La amplitud de tu vocabulario siempre me asombra. Comprendo cada palabra de tu escrito, mas eso no significa que la tenga a mi disposición, o en la punta de la lengua, cuando les estoy explicando a mis estudiantes la simbiosis entre dos seres vivos… en la unidad de estructuras y funciones. I’m rambling! Gracias por siempre deleitarme!
Me alboroza, mi estimada Michi, encontrar tan rayanamente a mi corazón un alma gemela que no sólo retoza en la riqueza de los vocablos con los cuales vierto mis aventuras vivenciales sino que comparte el sortilegio de que hay en la prosa desembarazada.