Cuando hablamos de pioneros en la informática, muchos nombres masculinos suelen dominar la conversación, pero hay figuras femeninas cuya contribución ha sido fundamental y, a menudo, subestimada. Una de esas figuras es Kathleen Booth, una matemática e ingeniera británica que, hace casi 80 años, sentó las bases para lo que hoy conocemos como redes neuronales y programación informática.
Una mente brillante en tiempos de cambio
Nacida en 1922, Kathleen Hylda Valerie Britten —su nombre de soltera— mostró desde joven una gran habilidad para las matemáticas. Se graduó en matemáticas en la Universidad de Londres en 1944, en una época en la que las mujeres enfrentaban enormes barreras educativas y laborales. Sin embargo, Kathleen no solo superó esos obstáculos, sino que los desafió con su incesante búsqueda de conocimiento en campos emergentes como la informática y la inteligencia artificial.
Su incursión en la programación y la IA
Durante los años 40 y 50, Kathleen trabajó junto a su esposo, Andrew Booth, en el Birkbeck College de la Universidad de Londres, donde ambos fueron pioneros en el desarrollo de algunos de los primeros computadores británicos. Kathleen fue la responsable de escribir los primeros manuales de programación para estas máquinas, un logro impresionante en un tiempo en que la programación se realizaba casi desde cero.
Uno de sus aportes más significativos fue el diseño de uno de los primeros lenguajes ensambladores para computadoras, lo que facilitó que las máquinas pudieran recibir instrucciones de manera más comprensible para los humanos. Este fue un paso crucial para la comunicación entre humanos y máquinas, y un precursor esencial de las redes neuronales, que buscarían replicar la forma en que el cerebro humano procesa la información.
Un hito inesperado: Las redes neuronales
En los años 50, Kathleen Booth se interesó por los modelos matemáticos que intentaban imitar el cerebro humano. Aunque no fue la única en explorar estas ideas, su trabajo en la programación de computadoras para que pudieran “aprender” marcó un hito inesperado en su carrera. A diferencia de otros enfoques de la época, Booth se centró en cómo hacer que las máquinas pudieran interpretar, aprender y responder a patrones, sentando las bases para lo que hoy conocemos como redes neuronales.
El concepto de una máquina que “aprende” era revolucionario para su tiempo, y aunque el término “inteligencia artificial” aún no era común, Booth ya estaba abriendo camino para lo que décadas más tarde sería una de las áreas más emocionantes y disruptivas de la tecnología moderna.
Curiosidades y desafíos inesperados
Kathleen Booth no solo tuvo que enfrentarse a los desafíos técnicos de su trabajo; también tuvo que lidiar con la discriminación de género de la época. Como mujer en un campo dominado por hombres, Booth no siempre recibió el reconocimiento que merecía. Sin embargo, eso no la detuvo. Además de sus logros técnicos, Kathleen fue una de las primeras en defender la inclusión de más mujeres en la informática, mucho antes de que el feminismo se asociara con la tecnología.
Una de las curiosidades menos conocidas sobre ella es su afición por la danza, que practicó durante años como una forma de equilibrar su intensa carrera académica. Esta disciplina le enseñó la importancia de la perseverancia y la precisión, cualidades que trasladó a su trabajo en programación.
Legado y reconocimiento tardío
A pesar de su influencia, Kathleen Booth permaneció en gran parte fuera del foco mediático durante gran parte de su vida. No obstante, su legado comenzó a ser reconocido más ampliamente en las últimas décadas, cuando la historia de la informática empezó a revisarse con una mirada más inclusiva y justa hacia las mujeres que contribuyeron al desarrollo de la tecnología.
Hoy, Booth es recordada no solo como una pionera de la programación, sino también como una de las primeras en concebir la idea de máquinas capaces de aprender, un concepto que está en la base de la inteligencia artificial moderna y de las redes neuronales que nos permiten, entre otras cosas, “hablar” con las máquinas de manera tan natural como lo hacemos hoy.
Kathleen Booth nos enseñó que no hay barreras insuperables cuando la curiosidad, el talento y la determinación se alinean. Su historia es un recordatorio de que muchas de las mentes que transformaron el mundo fueron mujeres cuya pasión rompió moldes y abrió puertas, a menudo sin el reconocimiento que merecían.
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