Como bien lo señala nuestra constitución en su artículo 282: “El ejercicio de las actividades económicas corresponde primordialmente a los particulares…”, lo cual no es sólo cierto sino fundamental; lastimosamente luego de un punto y coma la constitución se contradice agregando que el Estado hará lo que le venga en gana con la economía, lo cual demuestra con plena claridad el alma totalitaria de la clase gobernante en nuestro hermoso istmo.
¿Y cómo no va la economía a ser asunto de los particulares si su principio central y fundamental es ser el medio para mejorar el bienestar humano a título personal y de la familia, mediante la apropiación de bienes de consumo?: comida, ropa, cobija, casa, y tanto más; cosas cuya producción o captación no corresponde a los gobiernos del estado ya que para eso no son. Quien no se da cuenta de la enormidad de la faena de procurar y producir todos los bienes de consumo, bienestar y deleite humano está desasociado de la realidad; que es la carencia y cada quien sabrá lo que necesita, más no el gobierno.
Los gobiernos comunistas en Rusia intentaron dictar la producción y fue inmenso fracaso; tanto así que cuando el gobierno ponía en venta los productos, tal como hace el IMA en Panamá, no tenían como determinar los precios y para ello usaban los catálogos de la Sears. El meollo del asunto y a riesgo de ser cansonamente repetitivo: el juego es para los jugadores y no para los gobernadores, cuya función es el arbitraje. Lástima que ni saben ni pueden arbitrar por estar ocupados en el pillaje.
Los gobiernos del Estado no son el pueblo sino organismos creados por el pueblo para desempeñar una función de arbitraje. Y, ojalá no fuese necesario tener árbitros. ¿Acaso cuando joven no jugaste algún partido sin árbitro, que si uno hacia trampa los otros le caían a pelonera?
Lo otro que se les escapa a casi todos es que el pueblo o la población es una masa amorfa o informe -sin forma; es decir, que carece de personalidad y carácter propio. Pero no así los gobiernos del pueblo o estado, que son, supuestamente, organizaciones piramidales con mando y jurisdicción. Los gobiernos tienen propósito, pero el pueblo, carente de personalidad y en conjunto no tiene propósito sino en su cultura; y eso, en Panamá, nos abre una Caja de Pandora. Bien lo dijo Bastiat:
“El estado es la gran entidad ficticia mediante la cual todos buscan vivir a costillas de los demás.”
Y precisamente eso es lo que debe evitar la población; el caer en semejante ficción que conduce al servilismo. Prueba de ello la tenemos en las narices; vale decir, en el crecimiento desbocado del tamaño de los gobiernos, en los cuales tantos buscan acomodo partidario.
Y, por otro lado, está la naturaleza humana que no podemos extinguir así no más. Me refiero a que, a cada presidente, ministro, diputado, y tal, siendo humano, que busca mejorar su condición personal, le será más que difícil separar esas inclinaciones de su tarea como autoridad. Pero no sólo están las autoridades gubernamentales sino todo el ensamble del funcionariado que fácilmente se convierten en las rémoras de los gobiernos convertidos en tiburones de rapiña. El instinto de las entidades gubernamentales es crecer y crecer.
En fin, gran cantidad de economistas se han integrado al estado profundo en la función de consejeros y promotores del estado regalón. Estos amiguitos del centralismo se la pasan inventando argumentos mafá que promueven el crecimiento desmedido del aparato gubernamental. Y… como preguntó uno por allí: “¿Cuál es la diferencia entre un economista y un viejo senil? El economista es el que tiene la calculadora en mano.
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