Trump en uno de sus troleos culturales bien planeados, acusó a los miembros de la NFL, la liga nacional de Fútbol Americano, de ser poco patrióticos, por no despedir inmediatamente a los jugadores que irrespetaran el himno nacional al poner una rodilla en el suelo como protesta por la brutalidad policial hacia los afroamericanos, en lugar de pararse firme con una mano en el corazón.
La movida es un bien calculado troleo. Primero, Trump como empresario debería saber que el Estado no debe meterse (o lo menos posible) en la vida interna de las empresas. Si los dueños de equipos de la NFL deciden que tienen que respetar el derecho de sus jugadores a protestar, es problema de ellos.
Segundo, aunque los dueños de la NFL quisieran evitarlo, es probable que los jugadores los pudieran llevar a la corte y ganar el caso. Finalmente, sacar a alguien de un contrato deportivo no es fácil. Los contratos deportivos implican penalidades por incumplimiento altas para ambas partes, comisiones para la liga, topes salariales y el peligro de que el equipo no sea tan bueno sin el jugador. La NFL tiene parte de la culpa, porque ellos si bien no pueden despedir a nadie por irrespeto a los símbolos patrios de los Estados Unidos, si pueden imponer multas, y ya lo han hecho contra manifestaciones políticas, cuando amenazaron con aplicar las multas de violación al código de uniforme a quienes usaran tacos especiales en honor a las víctimas del 11 de septiembre. Algo que dejó un mal sabor entre los fanáticos conservadores. ¿Por qué la NFL aplicaba un código de conducta en este caso que se negaba a aplicar a los jugadores negros que criticaban la violencia policial? ¿No se trata en ambos casos de defender la libertad de expresión?
Entonces ¿qué busca Trump? Muy sencillo, él tiene problemas como la investigación del FBI y que su popularidad, inferior al 50%, ahora empieza a repuntar después de su manejo de la crisis de los huracanes. Trump busca consolidar su base patriota y nacionalista con una guerra cultural simbólica. Los Afroamericanos son 11% de la población, pero son el 75% de la NFL. El 90 al 95% de los afroamericanos vota por el partido demócrata y nunca van a votar a republicanos. Trump no tiene nada que perder atacándolos. Porque el método de protesta elegido por contra la violencia policial implica no irrespetar a la policía o a los políticos como Trump que la apoyan, sino a símbolos patrios, así que Trump puede pintar a los que apoyan las protestas o a los dueños de equipos que se niegan a reprimirlas como poco patriotas, “unamericans”. Los racistas que lo apoyan pueden deleitarse alegando que los Afro Americanos tienen mucho de afro y poco de americanos, que son unos ingratos con el país que les permite ser millonarios, que si “Murica” ha sido tan mala con ellos, ¿por qué no se van a vivir a Zimbawe?. Que los dueños de los equipos son parte de una élite globalista en concubinato con los grandes medios de comunicación y con el partido demócrata en su rama Clintoniana. Es un ataque cínicamente calculado y una distracción y por ahora le ha funcionado de maravillas. Trump es IRL un Troll, es decir, una persona que aplica las técnicas de troleo de internet en el mundo real. Predeciblemente sus opositores, hicieron exactamente lo que él esperaba, desde no salir de los vestidores cuando tocan el himno, a poner una rodilla en el suelo en grupo, a hacer flexiones durante el himno. Y medio Hollywood hizo lo mismo. Precisamente probando lo que Trump quería.
Ahora bien, ¿por qué Trump hace esto? Porque es un populista Jacksoniano. Y los populistas en todos lados necesitan enemigos con los cuales unificar su base electoral. Acá tiene dos blancos perfectos, las élites mediáticas, tipificadas por los dueños de la NFL y sus socios en los grandes medios, y una minoría étnica, los afroamericanos, que juega bien con el tema de ley y orden de los conservadores y el miedo de los votantes blancos a la delincuencia. La violencia policial contra los afroamericanos es vista como el resultado del irrespeto a la ley por parte de estos, y no como resultado de discriminaciones históricas y de la guerra contra las drogas, que afecta desigualmente a las minorías. Trump puede atacar a la élite y a una minoría al mismo tiempo. Esto consolida su apoyo entre su base electoral, a costa de alienar aún más a los independientes.
Pero como en todo populismo, el precio es la erosión del estado de derecho ya que mete a la presidencia de los Estados Unidos en un debate interno de una liga deportiva privada. Ese es el precio verdadero del populismo.
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