Quiera que no, el subsidio es una forma de intervención confiscatoria gubernamental ya que sólo existe por vía de los impuestos. El problema es que no podemos subsidiar a todos para siempre, pues los numeritos no salen.
¿Cuán a menudo cuestionamos la eficacia de los subsidios, así como su sostenibilidad en el tiempo? Si lo hiciésemos a conciencia, lo más probable es que caeríamos en cuenta de que no contribuye a la solución de la pobreza sino todo lo contrario.
El subsidio supone ser una asistencia dada a personas o sectores necesitados que, idealmente, será productiva para quienes reciben la asistencia y no para el dadivoso político. En inglés se usa el término “entitlement” que no tiene vocablo único en el castellano pero que está asociado a la palabra “titular” o documento jurídico en el que se otorga un derecho, pero cuidado que tal derecho podrá ser legal pero no real; es decir, no devienen de los derechos intrínsecos del ser humano, sino inventado por irreales actores políticos.
Quiera que no, el subsidio es una forma de intervención confiscatoria gubernamental ya que sólo existe por vía de los impuestos. El problema es que no podemos subsidiar a todos para siempre, pues los numeritos no salen. Estas “benevolencias” politiqueras siempre crecen y terminan con aumentos impositivos y con bien se ha dicho: “el Estado es esa entidad ficticia mediante la cual todos quieren vivir a costillas de los demás”.
Debemos tener presente que toda confiscación de la propiedad va por el camino del socialismo del parte y reparte, en dónde siempre los más vivos se quedan con la mejor parte. Desafortunadamente la opinión popular se inclina a creer que el quitarles a ricos mediante los impuestos no les afecta es andar por buen camino. ¡Más equivocados no pueden estar!.
La dura realidad es que la inmensa mayoría de “ricos” apenas utiliza para su vida y diversión una mínima parte de sus patrimonios; eso, si es que quiere seguir siendo rico; ya que, si no ahorra e invierte, los más probable es que quede pidiendo subsidio junto a los pobres. Pero, a todo ello, ese ahorrar e invertir es el motor de la economía esencial para dar trabajo al resto de la población.
Y no es que los impuestos sean malos. El mal está en los impuestos exagerados que no sólo confiscan capitales productivos sino los desvían hacia actividades poco o nada productivas. O peor, al despilfarro y hasta el pillaje.
A los demagogos les fascina decir que “los ricos tienen que pagar”. Si se tratase de políticos honestos, deberían decir, “esto nos saldará caro a todos”. El secreto del buen gobierno es usar lo menos posible del ahorro ciudadano para cumplir con las funciones esenciales de gobierno. Lo contrario siempre conlleva la disminución de los salarios y la elevación del costo de vida.
El subsidio, sea eléctrico, gas, viejitos y demás, sólo se justifica como medida provisional de urgencia, pero jamás debería perpetuarse y los ejemplos del por qué no, abundan. Los vemos hoy en el aumento de los precios de todo. Y lo más triste y siniestro es escuchar a tantos despistados que al ver esos aumentos acusan de que el empresario se aprovecha y vuelve más rico. Mis estimados, lo que conviene al rico no es una población de pobres sino una de ricos; y los únicos despistados que no parecen entenderlo o no les importa son los pervertidos politicastros.
[…] aboga por un enfoque basado en la libertad y la subsidiaridad como alternativa a los subsidios gubernamentales. La subsidiaridad sostiene que […]