¿Son indolentes, son vagos, viven del clientelismo como dicen algunos o más bien, es porque los que los convocan NO LOS REPRESENTAN? Lo cierto que la sociedad civil organizada es débil en Panamá y el estado es muy pesado, hay una cierta cuota de clientelismo que hace que las clases bajas eviten comprometerse políticamente para no perder oportunidades en la distribución clientelista.
Pero hay otras razones de más peso.
Los pobres no entienden cómo la corrupción los afecta cortándoles servicios estatales y oportunidades de surgir. Los pobres no se identifican con blancos de clase media alta que hablan contra la corrupción en casos de cientos de millones de dólares y que dan la impresión de estar escondiendo detrás de un lenguaje grandilocuente, una lucha de intereses mercantilistas entre grandes grupos económicos que aspiran a mamar de la teta del ESTADO. El enfoque en los grandes casos de corrupción es necesario, porque hay que empezar a atacar la impunidad de los grandes, pero estos grandes casos de corrupción los pobres no los entienden y no saben cómo los afectan.
Si se quiere una lucha efectiva contra la corrupción es necesario que los autoproclamados dirigentes de la sociedad civil salgan de yeyelandia y empiecen a atacar aquellas formas de corrupción que los pobres sienten mucho más. Por ejemplo hay sistemas que son legales pero son sumamente corruptos como la asignación de cupos de transporte, el manejo de los turnos extraordinarios de los policías, en el alquiler de armas a los maleantes por los policías, en tráfico de armas, los abusos en los retenes, el abuso de autoridad de funcionarios. Todas esas son formas de corrupción. Sin embargo, la dirigencia de la sociedad civil las ignora. La gente no es tonta, Panamá ya no es el Pendejistán de antes. La gente no está dispuesta a ser carne de cañón en las peleas por puestos o negocios entre grupos económicos si sabe que gane quien gane, el ciudadano de a pié siempre pierde. Por eso si los que convocan no son visto como hablando en nombre de todos, la gente no va a hacer caso. Más caso les hacen a los pastores evangélicos en una marcha contra gays y lesbianas que a una marcha contra la corrupción.
Pero aparte del tema de lucha contra la corrupción y en favor de la transparencia, el principal problema que tienen los líderes de la clase medie y alta de la sociedad civil es que no saben transmitir sus preocupaciones más allá de la clase media y alta. La empatía suele ser una carretera de dos vías. Para que la gente simpatice con una postura, se tiene que por lo menos aparentar que se simpatiza con las de ellos aunque no se esté de acuerdo. Para eso, los líderes de clase media de la sociedad civil tienden que demostrar algún tipo de simpatía por cómo la corrupción afecta el día a día de las clases más bajas y dejar de pontificar y darse baños de santidad. En Panamá los puros se fuman. Los pobres saben que nadie es puro, solo los niños de pecho, y ven los baños de pureza con cinismo. Más que pontificar es mostrar cómo la corrupción afecta a los pobres. Y luchar contra aquellas pequeñas y cotidianas formas de corrupción y abuso de poder, que suele ser lo mismo, que afectan a los ciudadanos de a pié. La falta de escuelas, los abusos policiales, todo esto no afecta a los que tienen auto propio, tienen seguro médico privado o mandan los hijos a escuelas privadas, pero sí afecta a las masas. Si no tocan la corrupción en estos temas, nunca van a lograr el apoyo de las mismas.
En el Doing Business del 2018, Panamá sigue cayendo, y cayendo, la burocracia y la corrupción nos comen. Estamos ahora detrás del Costa Rica, El Salvador, Colombia, en la facilidad para hacer negocios. Y donde hay filas, hay corrupción. Donde hay burocracia, se necesita engrasarla con dinero y favores. Esto parece no ser una preocupación de los dirigentes de la sociedad civil. Luego que no se quejen cuando la gente no les hace caso.
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