Jorge Luis Borges publicó en 1940 el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, pieza inaugural de Ficciones y uno de los textos más influyentes de la literatura del siglo XX. Bajo la apariencia de un relato erudito, plagado de citas falsas y referencias apócrifas, Borges propone un juego metafísico: un mundo imaginario —Tlön— creado por una sociedad secreta de intelectuales, que con el tiempo termina filtrándose en la realidad hasta sustituirla. El cuento funciona como sátira, como experimento filosófico y como advertencia política.
La trama en breve
El narrador, que comparte nombre y rasgos con el propio Borges, encuentra junto con su amigo Bioy Casares una extraña referencia a un país inexistente: Uqbar. Al indagar, descubren que esa mención forma parte de un proyecto mucho mayor: la construcción de una enciclopedia de un planeta inventado, Tlön. La obra describe en detalle su geografía, su historia, sus lenguas y su filosofía. Lo perturbador es que Tlön no es un simple pasatiempo literario, sino un proyecto deliberado: “Orbis Tertius”, una sociedad secreta de sabios y conspiradores, lleva siglos dedicándose a inventar un mundo capaz de reemplazar al nuestro.
Con el tiempo, los objetos y las ideas de Tlön comienzan a invadir la realidad. La gente prefiere adoptar su lógica idealista antes que seguir habitando la complejidad contradictoria de la Tierra. La ficción, sostenida por una estructura organizada de poder intelectual, acaba volviéndose más convincente que la realidad.
Filosofía y control
La clave del cuento es que Tlön es un mundo enteramente idealista: sus lenguas carecen de sustantivos, sus sistemas científicos dependen de la psicología, sus religiones no admiten la materia. En ese universo, todo es producto de la mente y no hay resistencia de lo real. Borges nos muestra así la tentación de cualquier sistema cerrado: si se acepta su premisa fundamental, todo lo demás encaja con una coherencia deslumbrante.
La advertencia es evidente: las ficciones totalizantes —sean religiosas, políticas o filosóficas— poseen un enorme poder de seducción. La gente adopta la narrativa de Tlön porque simplifica el caos, porque da certezas. Y, en esa adopción, termina renunciando a la libertad crítica frente a un aparato intelectual que lo controla todo.
Borges, el poder y la política
Aunque Borges rara vez se pronunció de manera sistemática sobre ideologías, su obra está atravesada por un profundo recelo hacia cualquier forma de dogmatismo. “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” puede leerse como una parábola sobre el peligro de los sistemas totalitarios que en los años 40 ya asolaban Europa. La creación de un mundo ficticio que se impone a la realidad refleja la lógica del nazismo o del estalinismo: fabricar un relato que pretende reemplazar la experiencia tangible, con la consecuencia de anular la autonomía del individuo.
Libertarianismo y anarcocapitalismo: un paralelo posible
Si pensamos el cuento desde la óptica del libertarianismo o incluso del anarcocapitalismo, surge una reflexión interesante. Estas corrientes defienden la libertad individual frente a la imposición de estructuras colectivas centralizadas, como el Estado. En el relato de Borges, “Orbis Tertius” actúa justamente como un Estado absoluto del conocimiento: una élite decide qué mundo debe existir y lo impone hasta borrar la diversidad de experiencias. El resultado es la uniformidad total, el triunfo de una ficción única sobre la pluralidad de lo real.
Un libertario podría leer el cuento como una advertencia contra toda forma de monopolio del sentido: así como el Estado monopoliza la violencia, Orbis Tertius monopoliza la realidad. Frente a ese poder, la defensa de la autonomía individual y de múltiples órdenes espontáneos —propios del pensamiento libertario— sería la resistencia natural. En un sentido más radical, un anarcocapitalista vería en Tlön el ejemplo de lo que ocurre cuando se niega la libertad de generar narrativas diversas y se somete a todos a un diseño centralizado, por más perfecto que parezca.
“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” sigue siendo un cuento fascinante no solo por su ingenio literario, sino porque plantea un dilema vigente: ¿qué ocurre cuando una ficción organizada desde el poder se impone a la realidad vivida? Borges parece advertirnos que ninguna construcción intelectual, por brillante que sea, debe sustituir la libertad caótica y contradictoria de la experiencia humana. Y, visto desde una perspectiva libertaria, el relato resuena como una defensa implícita de la pluralidad frente a los sistemas totalizantes, recordándonos que la verdadera riqueza surge de la libre interacción de múltiples mundos, no de la imposición de un único universo inventado.
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