Se le conoce como la “cultura de la cancelación” al fenómeno del ostracismo, boicot o exclusión que hacen ciertos grupos, empresas o hasta entidades políticas a quienes consideran han actuado o hablado de una manera inaceptable. El fenómeno de la cancelación tuvo su despegue por el año 2010. Inicialmente tuvo el propósito de dar voz a quienes carecían de los medios para hacerse escuchar; es decir, en contra de los más poderosos que dominan el diálogo mediático. El asunto se ha tornado confuso a través de los años y en la actualidad no queda claro si el objetivo de los canceladores es lograr una voz en el debate o si quieren imponer su visión trastornada del mundo.
Por un lado, unos arguyen que la cultura de cancelación da voz a los grupos marginalizados, mientras que quienes creen en la libertad de expresión se oponen a semejante intromisión a sus derechos. Pero, una cosa es el procurar plataformas de expresión y otra, muy diferente y peligrosa es callar a quienes no piensan igual.
Otra forma de ver y analizar el fenómeno se da cuando advertimos que la humanidad en general se encuentra en un punto de inflexión hacia una nueva forma de existencia acorde con la acelerada evolución tecnológica. Explicado de otra manera, hablo de la necesidad impostergable de enfrentar el futuro que nos cae encima como alud. Una realidad que ya entra como tsunami en nuestras vidas, tal como la inteligencia artificial. En fin, la realidad de un nuevo mundo en dónde peligros tales como las bombas atómicas ya no son la mayor única o mayor amenaza. Sería imposible lidiar con un futuro nuevo e inimaginable anclados al ayer obsoleto; tanto en sentido tecnológico como social y económico.
Otro aspecto de la cultura de cancelación, que guarda íntima relación con lo que señalo en el párrafo precedente, se presenta en la panóptica, que se origina a fines de 1850. La panóptica es una prisión cuyas celdas están dispuestas alrededor de un centro de guardia y observación, de manera que los celadores pueden ver a todos los presos pero los presos no pueden ver a los celadores.
La panóptica moderna la tenemos en el Internet y las plataformas tales como Facebook, Twitter, Tiktok, que tienen la capacidad de vernos sin que estemos enterados que nos están viendo, escuchando, grabando y más. No digo que lo hacen sino que lo pueden hacer y probablemente algunos lo hacen. En mi caso, Facebook bloqueó el sitio Facebook de nuestra empresa alegando que posteábamos contenido “inapropiado”. ¿Inapropiado para quién? No hay duda de que nos “veían”.
Quienes ponen atención bien pueden advertir que quienes más aprovechan el panóptico ciberespacial son los grupos de izquierda y los llamados progre que practican en serio la cultura de cancelación; los cuales han logrado que los celadores de plataformas digitales castiguen a los que estos tildan de “pecadores”. Esto nos pasó a nosotros por defender principios de libertad.
Personajes como Jordan Peterson han visto verdaderos intentos de boicotear sus publicaciones; lo mismo que el cuento de niños de Rowling, “The Ickabog”. Se trata de una izquierda realmente extrema que no tolera la libertad personal y procura la sumisión del rebaño. Y lo más curioso es que buena parte de los canceladores son personas poderosas; pero con ideas asquerosas.
La buena es que los canceladores son minoría que con su ñamería están despertando a la mayoría. Uno de estos canceladores alega que quien más cancelan son los capitalistas. Curioso, pues no conozco ningún país en dónde se practica el capitalismo.
[…] algunas voces en relación con su potencial caída en desgracia a los ojos de una sociedad que ha dejado de tolerar los abusos machistas, incluso con carácter retroactivo. Y de una historia del arte en la que el […]
[…] evitar la deriva totalitaria de la cultura de la cancelación, es esencial promover un enfoque más equilibrado. Esto significa […]