“En Panamá, históricamente hemos gravitado hacia el poder político gubernamental desde la época colonial.”
Si buscas seguridad en tu casa por medio de un pitbull, debes asegurarte que el mismo sea de raza pura y cuando vas a escogerlo en dónde fue criado debes ir acompañado por un experto en perros que te ayude a escoger el mejor ejemplar. Luego, en casa, debes asegurarte de que el perro sea sociable. Mi hija y su marido tienen un pitbull que poco le falta para hablar y he notado en él que sabe muy bien distinguir entre personas de buenas intenciones y de las nada buenas.
Pero, si vamos a tomar tantos cuidados con un perro de gran potencial de ataque ¿acaso no debíamos tener mucho más cuidado cuando se trata de montar gobiernos, dado que los gobiernos son los perros más rabiosos y dañinos de este mundo cuando no son bien paridos y limitados o encadenados?.
Lo que señalé anteriormente es tan así que lo que caracterizó al extraordinario experimento de la Constitución de los EE.UU. fue su propósito explícito que fue el de ¡limitar el poder del gobierno! En otras palabras, no dejar suelta en la calle a semejante monstruo. El inmenso reto está en cómo lograr eso; ya que la tendencia humana gira en torno a la búsqueda del poder.
El gran problema que tenemos los panameños es que a través de nuestra historia hemos gravitado hacia y en torno al desmedido poder político gubernamental desde que fuimos una finca del rey de España. De hecho, nos separamos de España precisamente en búsqueda de nuestra libertad; la gran pregunta es: ¿logramos tal cosa?
Para responder la pregunta que hago al cierre del párrafo anterior no hay más que hacer una introspección a la realidad del poder desbocado o corrupto de los gobiernos de nuestro estado. Y advertir que la carcoma está inscripta en la misma ley constitucional y de allí se esparce a todo el aparato gubernamental; si es que a ello podemos llamar “gobierno”.
Y si logramos entender lo que señalo anteriormente, el reto que queda latente comienza con conocer y distinguir entre lo que es propio de una buena gobernanza y lo que es propio del mismo Demonio. Dicho de otra manera sería: advertir si hemos logrado que los zorros se mantengan en la selva y no que les hayamos dado las llaves de nuestros gallineros.
Y, cuando hablo de “los zorros”, me refiero, en analogía, a ese segmento de la humanidad que por la naturaleza de la vida viven inclinados al malandar; a vivir a costillas de sus prójimos.
En mi caso, estoy convencido de que hemos dado a los zorros el control completo de los gallineros de nuestra patria. ¿Acaso somos tan ciegos que cuando los vemos pasar no notamos que llevan los hocicos llenos de plumas y sus fauces embarradas de sangre?
El otro enfoque de tan triste situación, de haber cedido a los zorros el control del país, está en entender lo que corresponde al buen gobernar y lo que es típico del gobierno de zorros. Y, por los vientos que soplan, no es cosa fácil advertir lo que corresponde al gobierno y lo que no. Bueno, no es que sea en sí tan difícil entender para qué es el gobierno; sino que luego de cientos de años de mal-gobierno el malandar se ha vuelto lo “normal”, como si ese normal fuese cosa buena.
Así las cosas, sólo nos quedan dos caminos: 1) enderezar el rumbo antes de chocar contra los escollos de la realidad y; 2) la del Titanic.
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