En los últimos años, Panamá ha logrado posicionarse como una de las referencias mundiales en el ámbito del café de especialidad. Ajustando su mirada hacia la calidad más que al volumen, el país centroamericano ha combinado condiciones naturales privilegiadas —altitudes, suelos volcánicos, microclimas— con innovación agronómica, trazabilidad y una cultura productiva colectiva que ha permitido escalar premios y récords internacionales.
Un ecosistema único para el café premium
Las regiones de Boquete, Tierras Altas, Renacimiento y Dolega, en la provincia de Chiriquí, constituyen el corazón del café de altura panameño. Allí, la confluencia de suelos ricos, altitudes entre 1 500 y más de 2 000 metros, lluvias bien distribuidas y brisas que suavizan las temperaturas crean un “terroir” difícil de replicar. Ese entorno natural, mediado por productores con alta especialización, da como resultado cafés con perfiles aromáticos florales, notas frutales delicadas, vivacidad en acidez y una claridad inusual en taza.
Pero el mérito no es solo del entorno natural: muchos caficultores han profesionalizado su labor, dominando catación, procesos de fermentación controlada, secado de precisión y trazabilidad genética. Esta atención milimétrica permite que sus lotes logren puntajes superiores a los 90 puntos —umbral para considerarse “de especialidad”— con frecuencia sostenida en competencias internacionales.
“Best of Panama”: plataforma de excelencia y subastas globales
La puerta de entrada del café panameño al mundo es, sin duda, el concurso Best of Panama (BOP), organizado por la Asociación de Cafés Especiales de Panamá (SCAP). Cada año, los mejores lotes de diferentes categorías —Geisha (lavado y natural), Pacamara, tradicionales, varietales— compiten en rigurosas catas evaluadas por jueces locales e internacionales. Los ganadores luego se subastan mundialmente, atrayendo compradores de Europa, Asia, Oriente Medio y América.
La fama de Panamá se ha cimentado en esas subastas. En la edición de 2025, por ejemplo, un lote de Geisha Washed de la Hacienda La Esmeralda fue vendido por 30 204 dólares por kilogramo, estableciendo un nuevo récord global. Esta cifra, jamás antes vista en la historia del café de especialidad, y no sólo en Panamá, ratifica cómo el mundo del café premium valora no sólo el origen, sino la narrativa, el control total de la cadena y la excelencia sensorial.
De hecho, esa puja récord no es algo accidental: de los 50 lotes subastados en esa edición, 30 superaron los 1 000 USD por kilo. Y en otras versiones anteriores del BOP, lotes de Geisha han vendido por más de 1 000 USD la libra, haciendo de Panamá sinónimo de exclusividad cafetera.
Innovación, colaboración y mirada al futuro
Uno de los pilares del éxito de Panamá con el café de especialidad radica en el modelo colaborativo entre productores. A diferencia de otros países donde domina la competencia fragmentada, en Panamá se favorece el intercambio de conocimientos, la profesionalización colectiva, y la adhesión a estándares de calidad comunes. Además, existe un incentivo legal: cualquier persona puede convertirse en exportador incluso con pequeños volúmenes, lo que democratiza el acceso al mercado global.
El 2025 también marcó otro hito: durante el BOP se anunció que Panamá será sede del World of Coffee 2026, el congreso internacional más importante del sector, y será la primera vez que se realice en Latinoamérica. Esta elección reafirma el protagonismo del país como epicentro global del café gourmet.
Dentro del país, eventos como La Cosecha refuerzan la conexión entre el productor, el consumidor y el turista. En 2025, por primera vez, La Cosecha abrió su experiencia al público mediante paquetes turísticos, permitió visitar fincas emblemáticas y destacar la cultura cafetera como componente turístico-sensorial.
Un camino de más que café
El caso panameño trasciende la producción agrícola: es una historia de transformación cultural, científica y comercial. En apenas tres décadas, tras décadas de producción convencional, Panamá ha redefinido el café como lujo, cultura y obra artesanal. En ese trayecto, su especialidad (con el Geisha como emblema) ha servido para guiar la evolución global del segmento premium del café.
Hoy, cada taza panameña que se consume en Europa, Asia o Norteamérica lleva consigo una narrativa de altura, de trazabilidad, de pasión y de un pequeño país que apostó por calidad en lugar de escala. Esa apuesta, respaldada por premios, récords y reconocimiento, inspira no solo a baristas y tostadores, sino también a productores de otras latitudes que sueñan con elevar su café más allá del convencional.
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