Esa futura esclavitud es el socialismo
José Martí
Un reciente discurso de Raúl Castro, hizo pensar a la comunidad internacional, plagada del cinismo de la social democracia-con Europa a la cabeza- que habría cambios positivos en la “Tierra más fermosa que ojos humanos vieren.” (Colón). Es indudable que cuando Raúl se refirió a la igualdad y dijo: “La igualdad no es de ingresos, sino de derechos”, pareció que después de las bodas de oro con el crimen de la Revolución de Patria o Muerte, logrando la segunda, había redescubierto la virtud del descalificado capitalismo.
Cualquiera que haya conocido el proceso revolucionario cubano, sabe que los derechos no existen y la igualdad, en el mejor sentido de Babeuf, no es más que la excusa para el terror del absolutismo político que reina en la Isla, antes de la mano de Fidel Castro y ahora de su “leal” hermano Raúl. Y ya todo el mundo sabe o debiera saber que, en el totalitarismo marxista, engendrado por las virtudes de la diosa Razón del Iluminismo europeo, lealtad y obsecuencia son sinónimos. Y más aún, es la condición de la sobre vivencia.
Raúl participó lealmente en el proceso de destrucción de la economía que tenía el mayor standard de vida de América Latina como era la cubana en 1959, independientemente de la corrupción política imperante en nuestros años de república. Por tanto, ninguna propuesta que provenga de él nos puede hacer abrigar alguna esperanza de un cambió que signifique verdaderamente el reconocimiento de la igualdad de derechos. O sea, que se produciría un salto cuántico del totalitarismo a la libertad en la patria de Martí.
Si bien me he permitido discrepar en algunas oportunidades con el pensamiento político del Apóstol, sus palabras estaban muy lejos de propiciar un régimen totalitario como el que reina en la Perla del Caribe. Y al respecto vale recordar sus juicios referentes al socialismo cuando escribiera: “Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanza y provechos para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes.”
En la anterior observación, Martí se había adelantado en más de cien años a la comprobación hecha por Milovan Djilas en su propia patria cuando escribiera su obra La Nueva Clase El socialismo per se genera una nueva oligarquía con pretensiones aristocráticas en el sentido de representar la virtud de la protección de los intereses generales frente la concupiscencia de las corporaciones en el mejor sentido hegeliano de la concepción del Estado. Toda oposición a la Revolución era tomada por el gobierno como la adhesión a la dictadura de Batista y, por supuesto, considerada como un crimen de lesa cubanidad que merecía la cárcel o la muerte.
El mundo parece haber ignorado o intentado desconocer la realidad de que fueron los militares de Batista, los sargentos-generales creados por él en 1933, los que le entregaron el poder a Fidel Castro. O sea, al Stalin cubano, cuando se percataron de que Estados Unidos le había retirado el apoyo a Batista, tal como lo describe el Embajador americano Earl T. Smith en su obra que debiéramos recordar:” El Piso Cuarto. Al mismo tiempo nuestra ignorancia colectiva nos impidió reconocer el totalitarismo de los regímenes marxistas. Como recordarán algunos, la idea prevaleciente era que la isla era de corcho y nada la podía hundir en el Caribe, amén del convencimiento colectivo de que los americanos en plena guerra fría no iban a permitir un régimen comunista a 90 millas de sus costas.
Desafortunadamente, el Diablo metió su cola y en 1960 John Fitzgerald Kennedy triunfó en las elecciones, y con la colaboración de su representante en las Naciones Unidas, el Sr. Adlai Stevenson, decidió traicionar a los cubanos en Bahía de Cochinos. Algo más tarde traicionó al continente cuando en la crisis de los misiles la Nueva Frontera extendió la frontera soviética al Caribe. A esta decisión le debemos toda la subversión en Centro y Sur América, cuyos crímenes son hoy olvidados o desconocidos en nombre de los derechos humanos y de la democracia, por más contradictorio que nos pueda parecer.
No obstante, como he dicho y repetido, Cuba tenía hasta entonces el beneficio de que éramos ignorantes, pero no ideólogos. La corrupción existía en Cuba desde el inicio de la República, pero la ideología es la que determina la corrupción del sistema. Como bien dijera Tocqueville: “Tales son los vicios del sistema que superan la virtud de los que lo practican”. Y esos fueron los sistemas totalitarios europeos de los cuales el comunismo es el que prevalece en Cuba hasta nuestros días. Y las palabras de Raúl difícilmente cambiarán un sistema que se apoya en el poder político absoluto de la Nueva Clase a la que él pertenece.
He hecho este recuento histórico, pues como alguien cuyo nombre no recuerdo dijera: “Dios no puede cambiar la historia, pero los historiadores sí”. Hoy vemos con desasosiego la distorsión histórica que prevalece, no sólo en nuestro continente al Sur del Río Grande sino igualmente en Europa. Así prevalece la creencia humanística de la democracia que Fidel Castro rescató a Cuba de la tiranía de Batista y por supuesto de la mafia americana. Prevalece así una visión distorsionada de la historia en América Latina según la cual el problema no fue provocado por la subversión marxista sino por los militares que nos libraron de ella. Se pretende ignorar así los crímenes cometidos por los autotitulados idealistas, olvidando las sabias palabras de Hume cuando dijera: “Cuidémonos de aquellos que están dispuestos a morir por sus ideales, pues generalmente matan”. Y en el olvido de esa realidad se han ido apoderando del poder bajo el supuesto de la democracia y el bien común. Ese “bien común” que Castro les otorgara a los cubanos y hoy hasta se pretende creer que Raúl lo pueda mejorar.
En este sentido vale recordar algunas palabras del Padre Varela, que coinciden con los presupuestos de Madison, hoy también algo olvidados en Estados Unidos. Y dijo así: “Jamás lo que es injusto será justo porque muchos lo quieran”. En fin, el discurso de Raúl muestra a las claras que el supuesto cambio tendrá que esperar a que Cronos se apiade de los cubanos y desaparezcan los Castro de la escena. En el mismo insistió en el socialismo o muerte y, por supuesto, en el antiimperialismo. En consecuencia, según sus propias palabras, las penurias que se sufren en Cuba no la tiene el sistema oprobioso por él encabezado, sino la situación internacional.
Así permanece la visión idealista encarnada por el Che Guevara, propulsor del amor al odio. Consiguientemente se pretende olvidar, como es hoy en Argentina, que la exaltación de la figura del Che implica la posición favorable a las FARC. Y recuérdese que Castro es la FARC en el gobierno, y los resultados están a la vista de todos los que lo quieran ver y no usar como recurso demagógico para el acceso al poder absoluto en nombre del antiimperialismo y del bien común.
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