Mayo terminó con una muerte. La muerte de Manuel Antonio Noriega. Sobrevivió a sus opositores, Guillermo Endara, Ricardo Arias Calderón y Guillermo Ford. Hasta en eso parece haber sido orgulloso. Murió, pero murió de último. Su némesis norteamericano, George P. Bush, el padre, sigue vivo aunque anciano. Su opositor militar el General Maxell Thurman murió hace décadas. Hasta en eso fue terco.
Vivió con mala calidad de vida y preso, sin pedir perdón ni confesar sus más horrorosos secretos, pero pudo oír sobre la muerte de sus enemigos. Murió como muere cualquier hijo de vecino, en una cama de hospital, rodeado de sus familiares, cuando bien pudo haber buscado una muerte heroica 27 años antes rodeado de los que sí se comieron su cuento. Al final fue un cobarde, o mejor dicho, una persona común y corriente que eligió morir de viejo rodeado de sus seres queridos antes que morir violentamente como héroe joven rodeado de sus seguidores. El problema es que aparentemente no tuvo amigos. Solo gente de la cual él se aprovechaba mientras que ellos a su vez se aprovechaban de él. Por eso solo los más trasnochados chavistas del PRD se atrevieron a lamentar su partida. El resto del PRD lo veía como una reliquia incómoda. Una reliquia a la cual era mejor enterrar al estilo judío, de manera rápida, de ser posible el mismo día y sin flores en la tumba. Si te conocí en vida, mejor no te recuerdo en tu muerte parecía ser el lenguaje de muchos veteranos de la dictadura que se han reciclado democráticamente.
En estos 27 años Panamá ha cambiado mucho, pero en otros parece no haber cambiado nada. Con ciertos retoques tenemos la misma Constitución de la época de los militares. Tenemos el mismo Código de Trabajo de la época de los militares. Tenemos una legislación migratoria basada en la legislación migratoria de la época de los militares. Tenemos la misma mentalidad de ver la emigración de extranjeros como una amenaza, como la bomba migratoria de la cual el difunto famoso siempre nos advertía. Tenemos las mismas mafias transportistas de la época de los militares. Tenemos los mismos políticos caciquistas u mezquinos de la época de los militares, pero sin personas de carácter intelectual de muchos miembros fundadores del PRD o de Ricardo Arias Calderón en la rama opositora para hacer el contrapeso. Tenemos los mismos problemas con los sobreprotegidos y subdesarrollados sectores agrarios e industriales de la economía. En una generación que no conoció a Noriega, no hemos cambiado tanto. Y lo peor es que no vemos un recambio en la nueva generación.
Pero en otras cosas si hemos cambiado bastante. Cuando estaban los militares la actitud para manejar las áreas revertidas era la de manejarlas como un botín clientelista, las casas que dejaban los militares gringos o los civiles de la Panama Canal Comission eran para militares, miembros del PRD, familiares de los mismos, socios de negocios. Las bases militares pasaban de ser bases norteamericanas a bases de las Fuerzas de Defensa de Panamá. Los gringos nunca manejaron el Canal de Panamá con criterios comerciales, el Canal era para ellos una inversión militar imperial, un recurso militar estratégico. Las Fuerzas de Defensa aspiraban a seguir el mismo rol, como socios del Imperio. Esa era su justificación ideológica. Existían porque Panamá debía defender el Canal sin necesidad de los gringos. La salida de Noriega y el final de las Fuerzas de Defensa trajeron como resultado que por fin se pudieron utilizar las áreas revertidas con criterios comerciales. Se crea la Autoridad de las Áreas revertidas. Se crea la Autoridad Marítima, se privatizan los puertos. Se empieza a explotar el canal comercialmente. Y Panamá por fin empieza a convertirse en el centro logístico internacional que debió ser. Hoy es uno de los principales motores reales de la economía de Panamá.
Con Noriega, las telecomunicaciones estaban en manos del Estado, eran algo estratégico, y los “sindicatos” del INTEL (telecomunicaciones) y el IRHE (electricidad) estatales era uno de los pilares civiles de la dictadura. Hoy tanto telecomunicaciones como electricidad han sido privatizadas en parte y las telecomunicaciones se han convertido en otro de los pilares de la economía panameña.
El Centro Bancario, sigue cargando con reputación de ser un centro de lavado de dinero creada en la época de Noriega pese a que todo el mundo sabe que el dinero que hay en los bancos panameños es más bien producto de personas que quieren proteger su riqueza de gobiernos irresponsables y el dinero mal habido llega ya lavado hasta tres veces a los bancos panameños (GAFILAT informe 2017). Panamá ha hecho mucho por limpiar su imagen pero no logra hacerlo porque hay otros intereses en mantener la imagen que Noriega creó.
La Fuerza Pública Panameña sigue siendo el posible mayor fracaso de la democracia post Noriega. Para que Panamá recuperara la soberanía de manera rápida tras la intervención norteamericana, se optó por la vía rápida, reconstruir la Policía Nacional con los mismos miembros depurados de las Fuerzas de Defensa y se optó por el mismo modelo militarizado, centralizado de las Fuerzas de Defensa, esperando que el cambio de nombre, el cambio de uniformes, la depuración de los miembros más involucrados con la dictadura, el desarme de las unidades más militarizadas, surtieran efecto. Pero se siguió la estructura militar tipo latinoamericano, y peor se mandó personal a estudiar a academias latinoamericanas, algunas de dudosa tradición democrática.
Los políticos civiles panameños no han aprendido la lección de que la seguridad no se delega. Siguen renunciando a hacerse responsables por la seguridad. El resultado es que han vuelto a seguir el camino que llegó de la Policía Nacional de 1941 a la Guardia Nacional de Remón, Lilo Vallarino y Omar Torrijos Herrera y a las Fuerzas de Defensa de Manuel Antonio Noriega. Se le han empezado a regresar poderes a la Policía Nacional. En el 2006 se le regresa la Policía Técnica Judicial que había sido asignada al Ministerio Publico tras la reconstrucción de 1990 a la Policía Nacional, lo que impide que ambas instituciones sigan vigilándose mutuamente para detectar elementos corruptos.
Previsiblemente la delincuencia violenta en Panamá se dobló en los siguientes tres años. Luego la Policía de Fronteras, una dirección de la Policía Nacional que se convierte en el militarizado Servicio Nacional de Fronteras y les da una enorme autonomía de acción. Luego el Ministro de Seguridad de turno permite que a petición de sectores de la oficialidad de la fuerza pública, el gobierno inicie la estrangulación legal de las agencias de seguridad privada, de las armerías y que el gobierno tenga una política francamente hostil a la posesión legal de armas por parte de civiles. Todo esto anulando leyes de la República aprobadas por la Asamblea Nacional. Finalmente se nombre Ministro de Seguridad a un oficial en activo que es subalterno jerárquico en la carrera policial del Director de la Policía. El cual a su vez es oficial de policía en activo pese a que la Constitución lo prohíbe. Estamos en una situación similar a los gobiernos civiles con la Guardia Nacional de Remón o Lilo Vallarino actuando como un Estado dentro del Estado. La pregunta es si volveremos a tener otro 11 de octubre de 1968. Noriega ha muerto, pero como diría Bertolt Bretch, la perra que lo parió sigue viva. Y son los políticos los que le dan de comer al renunciar al control civil sobre las fuerzas de seguridad. Maquiavelo lo dice, la seguridad no se delega.
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