El sentido del término “intervención” apunta al hecho de dirigir asuntos que corresponden a otra persona o entidad social. La intervención, como casi todo en la vida, tiene su momento y cantidad, pero hay que ser muy cauto con exagerar; comenzando con meterse en la vida de nuestra pareja, hijos, vecinos y más allá. El caso de los hijos es muy ilustrativo, ya que intervenir en sus vidas más allá de cierto punto puede destrozarlas. Una cosa es darles amor, darles las herramientas para navegar en la vida, y otra, muy diferente y perjudicial es, no dejarles que monten su bicicleta aduciendo que se pueden caer. En mi caso ¡vaya si me di tremendas matadas!
En lo económico se da el mismo fenómeno, pero con alcances que afectan a toda la sociedad a punto de su destrucción. No hay sistemas más interventor y destructivo que el socio-comunismo en todas sus gamas. Unas destruyen más rápido y otras menos. La de Venezuela es ejemplo de rápido. Y es risible que los comunistas y sus afiliados alegan que el “capitalismo salvaje” es destructivo. Pocos se dan cuenta que lo que llaman “capitalismo” no es tal. Panamá tiene una constitución guacha, que en momentos es tan comunista como el más comunista. Lean el Título X. Lo peor es que muchos que lo leen no advierten las barbaridades que allí pretenden santificar los “honorables”.
Lo que igualmente pocos advierten es que, en países como Panamá, la intervención no viene tanto por el lado de la ideología de izquierda sino de sistemas plagados de un intervencionismo sinvergüenza. ¿Qué más claro queremos que en nuestra Asamblea? Y lo peor es que se trata de zorros con vestimenta de corderos. Da pena escuchar a quienes nos representan hablando mal de los ricos, cuando más acaudalados que ellos no hay muchos.
El otro caso que desconcierta es el de los EE.UU., en dónde se han pasado décadas amenazando con guerra a los comunistas y, ahora, supongo que tendrán que declararse la guerra a ellos mismos. Las herramientas que usan estos zorros del patio son las del regalierno de subsidios que no subsidian, de planillas en metástasis, y de la falsificación oficial de su propia moneda; y ni hablar del endeudamiento alocado. Quien lo dijo muy bien es Tho Bishop, editor asistente del Mises Wire: “El único freno al estado viene de parte del ánimo de un público que se lo aguante, y de otros gobiernos que buscan salir adelante en la competencia para atraer inversión financiar y capital humano.”
Y, por los desórdenes de gobierno que vemos, todo apunta a que la pandemia le vino a pelo a los interventores. Con el cuento de la salud pública nos encerraron en el gallinero, nos enmascararon, dificultaron la respiración, y llegaron hasta el extremo de detener y multar sin sentido. En fin, han destruido la economía, a punto que están dejando tachuelas al miso Cuco.
Y no dejemos atrás la tergiversación burda del cambio climático; la sobrepoblación, desinformación, y ¿para que seguir? En el fondo se trata de violar y hasta acabar con la propiedad, hasta de nuestras propias vidas; tal como en los EE.UU. que ya una autoridad educativa dijo que los padres de familia no deben meterse con la educación de sus hijos, pues ello corresponde al estado; es decir, a los zorros de gallinero.
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