El Flautista de Hamelin es un cuento clásico alemán recopilado por los hermanos Grimm con el nombre del Cazador de Ratas de Hamelin en 1816. La historia narra una desgracia ocurrida en Hamelin, Alemania oriental, en 1284. Cuenta la leyenda que un flautista se ofreció a limpiar la ciudad de una infestación de ratas ese año. El flautista se ofreció a tocar su flauta para atraer las ratas, y poco a poco estas le hicieron caso a su melodía. Estas lo siguieron al rio Wesser y allí se ahogaron. Cuando el flautista demando pago por sus servicios, los aldeanos se negaron a pagarle y el cazador de ratas se fue enfadado. El 26 de junio volvió y tocó su flauta frente a la Iglesia. Se fue llevando los niños a una cueva donde nunca más se le volvió a ver. Solo los ciegos, sordos y cojos se salvaron.
Probablemente el flautista era un líder que se llevaba a los hijos del pueblo a colonizar tierras al este de Alemania en la vida real, pero la leyenda es clara. Todos conocemos flautistas que hablan bonito y tienen buena melodía, pero que llevan a quienes les siguen a su perdición. En la misma Hamelin, hubo un flautista austríaco que se llevó a los hijos del pueblo hacia el Este entre 1941 y 1945. Muchos de ellos nunca volvieron.
Los flautistas que llevan a la gente a la perdición son de dos tipos. Los primeros son como el de Hamelin, tienen melodías pegajosas y prometen el cielo y la Luna. Son personas carismáticas donde los seguidores proyectan sus deseos y complejos personales más íntimos. Los segundos son personas vacías, sin convicciones e ideas, deseosas de satisfacer a sus amos y quedar bien ante todos, ellos no destruyen por convicción, sino por una mezcla de miedo y deseo de quedar bien con la autoridad.
Los primeros son los flautistas carismáticos, como Hitler, Chávez, Perón, Mussolini, Lenin. Personajes que reflejan las frustraciones de sus pueblos, sus deseos y más importante, sus complejos y resentimientos. También en la vida personal el reverendo Jim Jones llegó a convencer a la mayoría de sus seguidores, casi mil personas, que tomaran su Kool Aid con cianuro y obligaran a otros a tomárselo en El Templo del Pueblo en Guyana, siendo hasta la fecha el suicidio colectivo más grande de la historia. Más recientemente en Suiza un visionario convenció a decenas de personas de la secta del Templo Solar que venía una nave espacial a buscarlos si se suicidaban primero. Luego en California miembros de la secta Heaven’s Gate se suicidaron en masa con creencias similares. Otro suicido masivo fue el de una secta cristiana en Uganda, con cientos de muertos.
El ser humano tiene un problema evolutivo; como niños, tenemos que aprendernos las complejas reglas de nuestra especie, y eso implica creernos lo que nuestros padres y otras figuras de autoridad crean convenientes enseñarnos. Si mamá dice que no debemos jugar con fuego, pues no jugamos con fuego. Si la abuela dice que los alacranes y escorpiones son peligrosos, pues ya estamos advertidos. Si papi dice que no metas el dedo en un tomacorriente, pues ya sabemos. El problema es que mucha gente sigue pensando así de adulto. Son personas crédulas toda su vida. Sus padres habrán sido reemplazados por otras figuras de autoridad, pero siguen siendo niños chiquitos. Claro que ahora dependen de lo que diga el Papa, la OCDE, el GAFI, la ONU, Donald Trump, pero la relación es la misma.
El líder carismático destructivo, cree sus mentiras, y él mismo las crea. El seguidor destructivo, no tiene carisma, pero se cree las mentiras porque como un niño su cerebro no evolucionó para descubrir dos falacias lógicas. La primera es la falacia Ad Populum: “eso está bien porque todo el mundo lo hace”. La segunda es la falacia de la autoridad: “ésto está bien porque fulano que tiene poder lo dice”.
Ricardo Martinelli estaba dispuesto a corroer las instituciones buenas o malas de Panamá, para lucrar y luego largarse a otro país con sus dineros mal habidos, según las denuncias y casos judiciales a la fecha. Los actuales burócratas parecieran estar dispuestos a destruir las cosas que hicieron a Panamá el país de América Latina con mayor renta per cápita a cambio de poder largarse a otros países a gozar de puestos internacionales para los cuales ya están haciendo entrevistas de trabajo y pasantías, solo que no se han dado cuenta. O peor, dan todo a cambio de nada. Porque la falacia de la autoridad la tienen tan metida en la cabeza, que se convierte en un imperativo categórico kantiano. Hay que hacer cosas autodestructivas porque hacerlas es ser una buena persona global.
No son el Jim Jones de Guyana, más bien son los guardas armados que fuerzan a los seguidores de Jim Jones a tomarse el Kool Aid para luego suicidarse con su jefe.
En 1284 un flautista se llevó a los hijos e hijas de Hamelin al este, para no ser vistos nunca más. Los historiadores piensan que los niños no murieron sino que fueron colonos en el este de Europa. En 1941 otro flautista se llevó a los hijos de Hamelin al Este, muy pocos volvieron vivos.
Acá unos flautistas, que tocan al son de lo que les ponen sus jefes, están dispuestos a desmantelar todas las prácticas y tradiciones que hacen a Panamá próspero, y a dejarles un legado envenenado a generaciones futuras. No tomemos de su Kool Aid.
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