La Unión Europea viene de celebrar una importante cumbre en Estonia. A lo largo del encuentro, los distintos países miembros han vuelto a poner de manifiesto la falta de consenso político imperante en asuntos fiscales. Y es que, aunque el presidente francés Emmanuel Macron ha defendido una agenda tributaria marcada por la armonización de impuestos, no pocos gobiernos han dado la espalda a los planes del líder galo.
El nuevo ocupante del Elíseo defendió en Tallinn que la Unión Europea debe adoptar un nuevo modelo fiscal en el que, a partir de 2020, el Impuesto de Sociedades sería coordinado desde Bruselas. Según Macron, es preciso “definir un tipo mínimo y un tipo máximo”, para “evitar una competencia fiscal que genera desunión y fractura nuestros modelos sociales”.
La propuesta de Macron contempla, además, el refuerzo de la presión impositiva sobre las grandes empresas tecnológicas. El mandatario galo fue muy duro con “las empresas anglosajonas que no respetan las reglas del juego” y “adoptan prácticas desleales que debemos denunciar como auténticas agresiones económicas”. Con la mirada puesta en firmas como Google, Apple o Microsoft, el presidente francés apostó por nuevos reglamentos tributarios “que exijan pagar en función de las ventas realizadas en cada Estado miembro”.
De modo que, en la práctica, Francia está defendiendo un proceso de armonización que implica el desarme de la competencia fiscal en Europa. Y, como era de esperar, la propuesta ha partido a la Unión Europea en dos bloques. A un lado está el eje París-Berlín, que cuenta con el respaldo más o menos tácito de España e Italia. A otro lado están los países miembros que apuestan por bajar impuestos para captar empresas e inversiones, con Irlanda como principal exponente.
El primer ministro del Tigre Celta ya se ha pronunciado. Según Leo Varadkar, “si queremos que Europa sea un referente mundial en el ámbito de la tecnología, entonces no tiene sentido proponer más impuestos y más regulaciones que golpearán directamente a ese sector. Lo único que lograremos por este camino es que esas empresas se marchen de la UE”. En la misma línea va la prensa irlandesa, que reprocha a Francia que “de lecciones fiscales mientras acumula años y años de déficit público”.
Irlanda no es el único país que se ha rebelado tras conocer los planes del presidente francés. A su lado están los países nórdicos, las repúblicas bálticas o los gobiernos de Holanda, Luxemburgo, Chipre, Rumanía y Hungría. Reino Unido no ha participado activamente en la cumbre, ya que su proceso de salida de las instituciones europeas empezó a andar hace algunos meses. Sin embargo, el rol que juega Londres en esta disputa es relevante, pues el gobierno de Theresa May se alinea en contra de la armonización fiscal y a favor de reducir el Impuesto de Sociedades.
En condiciones normales, la propuesta de Macron habría generado más revuelo. No en vano, cuenta con el apoyo de la Comisión Europea y del gobierno de Alemania. Sin embargo, tanto el Ejecutivo comunitario como el gabinete de la canciller Ángela Merkel atraviesan horas bajas. Por un lado, Bruselas sufre el desgaste del Brexit, que ha dado alas a corrientes políticas euroescépticas. Por otro lado, Alemania enfrenta una creciente fractura política y la previsible alianza entre conservadores y liberales supondrá un repliegue de la apuesta federalista que, hasta ahora, venía defendiendo la lideresa teutona.
Además, los planes de Francia chocan también con la propuesta de reforma fiscal que ha anunciado el gobierno de Estados Unidos. Donald Trump ha puesto encima de la mesa dos documentos que apuestan por reducir el Impuesto de Sociedades y permitir la repatriación de beneficios a un tipo reducido. Que la primera economía del mundo camine en dirección opuesta a los planes de Macron contribuye de forma directa a descarrilar las pretensiones del presidente francés.
De modo que, como anticipa Leonid Bershidsky, “es previsible que las propuestas más duras de Macron sean tumbadas una por una”. Como explica el analista de Bloomberg, “no tiene sentido pretender que otros países vayan a renunciar a su atractivo fiscal”. Quizá el mandatario galo será capaz de salirse con la suya en lo tocante a sus planes para reformar la gobernanza de la Eurozona. Pero incluso en este terreno, periodistas como Wolfgang Munchau nos recuerdan que “al final del día, la que manda es Merkel”.
Imágenes:EU2017EE Estonian Presidency
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