La tendencia monopólica es una de las realidades más controvertidas en las sociedades, aunque pocos reflexionen en ello. En Panamá, hemos visto como desde la misma ley se han ido creando monopolios en las actividades económicas tal como el reservarlas para los nacionales. Desafortunadamente, poco o nunca se debate el tema en los medios en cuanto a si tales normas monopólicas favorecen o no a la comunidad; y la respuesta va emergiendo tan pronto como vemos que semejantes leyes no emanan desde las operaciones de la economía del mercado sino de la acción deliberada por parte de la politiquería gubernamental que busca satisfacer intereses de grupos y partidistas.
Muchos acusan que los monopolios son inherentes al capitalismo, lo cual es trompeteo socialistoide. El rol del buen gobierno es mantener la paz evitando las acciones aviesas, la trampa; y, si no cumple con tal función básica, no tiene sentido que se dedique más nada.
La constitución panameña al dar el primer paso en su preámbulo, declara: “Con el fin supremo de fortalecer la Nación, garantizar la libertad…” El inmenso reto del propósito de fortalecer la nación garantizando la libertad, es que los humanos somos ingeniosos a la hora de tomar atajos aviesos para lograr aquello que creemos nos favorece, aunque a menudo no es así y resulta puro espejismo.
Si creemos que la libertad es el primer paso, debemos tener alguna idea de lo que es la libertad. ¿Acaso los monopolios son compatibles con la libertad? Acaso nuestras leyes laborales respetan la libertad. ¿Cuándo se dictan salarios mínimos estamos respetando la libertad y favoreciendo un sano desarrollo económico?
¿Acaso nuestra legislación laboral promueve la inversión extranjera? COPA, que la mayor parte de su negocio es externo, no podría existir sin personal extranjero; lo mismo que las grandes inversión industrial, inmobiliaria, turística y tal, que mayormente son de afuera. En fin, Panamá debe enfocar sus políticas y leyes más allá de lo interno, lo cual no es contrario a la clase trabajadora nacional sino benéfico.
Para el marxismo o sus derivados, está la premisa de que la libertad económica favorecerá a algunos y no otros y producirá monopolios abusivos. Lo que no ven es que muchas leyes anti monopolio pueden ser contrarias a la libertad laboral; la cual poco se toma en cuenta.
Otro gran problema de leyes que supuestamente protegen a los trabajadores y evitan monopolios, es que terminan siendo muy vagas o ambiguas, creando confusión; y la confusión es lo que más ahuyenta a los inversionistas, tanto nacionales como extranjeros.
Y entonces están los sindicatos los cuales terminan siendo los monopolios más perjudiciales a la población en general y a los sindicalizados en particular. Ni hablar que a los pocos favorecidos con privilegios políticos alejados del mandato constitucional de libertad. Y en ello aparece la violencia que típicamente se les perdona cuando cierran calles y tal. O la obligación de pagar cuotas sindicales aunque no pertenezcan al sindicato. A fin de cuentas, ninguna clase de monopolio sindical es posible sin la ayuda de una politiquería viciosa e interesada.
Debemos distinguir entre el sindicalismo compulsivo y el no compulsivo, dado que el segundo, que no goza de privilegios, es buen actor en la economía. En resumen, la función gubernamental es mantener la paz y jamás debe prestarse como agencia de repartir canonjías y ventajas. Y, el otro abuso que es endémico en Panamá lo tenemos en las empresas que no son ni gobierno ni privadas, sino todo lo contrario, tal como lo diría Tres Patines; las cuales poco invierten en modernizar porque le restan ingresos al socio central.
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