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El modelo autoritario detrás del ‘Un cinturón, un camino’ de China

Bombas drenando arena en un sitio para el proyecto de reclamación con inversión china por US$ 1,4 mil millones junto al Puerto marítimo en Colombo, Sri Lanka, el 2 de enero de 2018. China tiene varios proyectos de infraestructura planeados como parte de la iniciativa "Un cinturón, un camino" para diseminar su influencia geopolítica. (Lakruwan Wanniarachchi/AFP/Getty Images)

Asia soporta el desequilibrio mientras el régimen chino fortalece su sistema político con ambiciosos proyectos

En abril, el ministro de defensa chino, Wei Fenghe, anunció en una reunión con el jefe de la Marina pakistaní que Beijing estaba abierto a proveer “garantías de seguridad” para su proyecto de inversión insignia, la iniciativa “Un Cinturón, Un camino” (UCUC).

La declaración de Wei generó dudas en cuanto a los dichos del régimen chino de que UCUC es un proyecto civil sin objetivos políticos o militares.

También conocida como la Iniciativa Cinturón y Camino, UCUC fue anunciado en 2013. Se trata de inversiones entre unos 4 a 8 billones de dólares, la mayoría en infraestructura como carreteras y represas, en docenas de países por Asia Central, Asia y otros lugares.

UCUC atrae a los gobiernos de países más pequeños que no tienen la riqueza, estabilidad política o reputación internacional necesaria para obtener préstamos en circunstancias normales. Sin embargo, el proyecto ha sido criticado por profundizar la corrupción en países con instituciones débiles, por ser una amenaza a la democracia y por beneficiar a las compañías chinas en vez de servir a intereses locales.Muchos observadores, analistas y personas de países que reciben inversiones chinas han tenido por largo tiempo preocupación de que UCUC no sea más que la apuesta de China para construir un bloque de poder, usando su poder económico en naciones más pequeñas y menos desarrolladas, para luego subvertir sus instituciones a fin de que sirvan a los intereses políticos de la autocracia comunista.Otra posibilidad más siniestra es que el desarrollo de métodos avanzados de tecnología de policía y vigilancia por parte del Partido Comunista Chino prolifere más fácilmente en otros regímenes represores si están ya involucrados con Beijing mediante la economía.

Una elección reciente en Malasia tuvo como ganador al primer ministro Mahathir Mohamad, de 92 años, quien pudo expulsar al partido que gobernó durante 60 años. Malasia es un país del sudeste asiático, donde las compañías chinas con apoyo estatal han invertido más de US$ 30 mil millones en varios proyectos; entre ellos una vía ferroviaria costera y una línea de gas.

La campaña de Mohamad se basó en una plataforma anti corrupción y planteó dudas hacia las grandes inversiones chinas, entre ellas la iniciativa inmobiliaria “Ciudad bosque” donde la mayoría de los compradores no fueron locales, sino chinos.

El 16 de mayo, el Financial Times escribió citando a Euben Paracuelles, un economista que trabaja en Singapur para Nomura Securities de Japón, que la elección de Mahathir podría moldear la forma en la que Malasia lidia con la influencia china.

“Es difícil decir si los proyectos serán cancelados o no, como mínimo, podrían ser demorados significativamente, no hay proyectos aprobados por el momento”, dijo Paracuelles al Financial Times.

El líder chino Xi Jinping y el presidente de Rusia Vladimir Putin (izq) en una cumbre por la iniciativa Un cinturón, Un camino en el Centro Internacional de Conferencias en Lago Yanqi, al norte de Beijing el 15 de mayo de 2017. (Lintao Zhang/AFP/Getty Images)

¿Prosperidad en la que ganan todos o cooperación en la represión?

El régimen chino enfrenta una creciente disconformidad civil e inestabilidad política a medida que el PBI desacelera. Los catalizadores de estos desafíos internos son acciones que toman los gobiernos extranjeros, como los altos aranceles de importación propuestos por el presidente Trump para corregir desequilibrios comerciales del pasado, o las sospechas sobre el poderío militar del PCCh, que se refleja en las amargas relaciones entre Beijing y los países vecinos como Japón, Vietnam e India.

Según Xie Tian, profesor de negocios en la Universidad Aiken de Carolina del Sur, el régimen chino exporta al extranjero protecciones laborales por debajo del estándar y sobrecapacidad industrial, para construir fuerza geopolítica en Asia.

“De hecho, el PCCh está exportando su ideología comunista y su sistema comunista de gobierno”, dijo Xie en una entrevista con La Gran Época.

Con el tiempo, los Estados más débiles que entran en la órbita de la economía china se vuelven efectivamente tributarios dependientes de la buena gracia de Beijing, permitiéndole al PCCh aportar su ayuda para quitar la influencia de Estados Unidos y sus aliados del Este de Asia, dice Xie.

“Al expandirse hacia afuera, el PCCh puede ostentar su credencial nacionalista en casa”, dice Xie.

Zeng Jianyuan, un pensador de desarrollo nacional en la Universidad Nacional de Taiwán en Taipei, dice que el régimen chino se enfrenta a una crisis ambiental y escasez de recursos, y por lo tanto, descontento interno.

“Justo ahora China está tratando de continuar su expansión y desarrollo”, dice Zeng. “Al invertir en pequeños países subdesarrollados de Asia-Pacífico, que no tienen manera de pagar los préstamos, el PCCh puede garantizarse un control duradero en los abundantes recursos estratégicos que ese país posea”.

Al inflar una nación en UCUC con grandes inversiones, Beijing podrá extraer concesiones si el gobierno local entra en cesación de pago, como pasó con Sri Lanka en diciembre. Cuando el gobierno de Sri Lanka tuvo dificultades para pagar una deuda de 1500 millones de dólares que le debía a inversores chinos, puso al estratégico puerto de Hambantota a préstamo por 99 años a una gran compañía china de Hong Kong.

Aunque el gobierno de Sri Lanka ha asegurado que Hambantota no será usado con fines militares, la reciente declaración del ministro de defensa chino Wei sugiere que Beijing mantiene esa opción abierta.

Otros países como Laos, Birmania, Filipinas y Pakistán (todos con gobiernos autoritarios de izquierda) han aceptado grandes préstamos chinos. Ellos también están ubicados en regiones donde el PCCh tiene intereses considerables, como el disputado Mar Meridional de China, donde el ejército chino ha aumentado su presencia en violación del arbitrio internacional.

El puerto Gwadar, parte importante de la iniciativa Un Cinturón, Un Camino en Pakistán, en una imagen de octubre de 2017. (Amelie Herenstein/AFP/Getty Images)
En la zona del Océano Índico, la influencia del régimen chino en países como Sri Lanka, Birmania, Bangladesh y Malasia amenaza la seguridad geoestratégica de India. Pakistán, un socio de China de mucho tiempo y también potencia nuclear, está muy involucrado en proyectos UCUC.

Infraestructura autoritaria

Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética lideró una alianza con regímenes afiliados ideológicamente al comunismo y con Estados satélites que se oponían al mundo capitalista. Quizá el Partido Comunista Chino haya aprendido la lección de no involucrarse en combates ideológicos abiertos con el resto del mundo, y por eso representa sus relaciones con el extranjero y objetivos internacionales como pragmáticos y orientados al desarrollo.

La propaganda de fuentes chinas y de afuera han contrastado siempre el enfoque de China con la política exterior de Estados Unidos, el cual, como custodio efectivo de la ley y el orden internacional, ha tenido que lidiar con extensas acusaciones de hegemonía, imperialismo y otras.

La aparente falta del componente militar o ideológico de Un Cinturón, Un Camino y otros proyectos de inversión chinos oculta la naturaleza del cálculo estratégico de Beijing.

A fines del siglo XX, muchos en el mundo occidental albergaban esperanzas de que la China comunista se movería inevitablemente hacia el cambio político, mientras se abría hacia el mundo exterior con reformas de mercado.

Durante toda la década de los 90, Estados Unidos le concedió a China relaciones comerciales favorables, ayudando al crecimiento económico y desarrollo tecnológico. Pero en vez de liberalizar, el Partido Comunista Chino redobló la represión sistemática de disidentes, minoría étnicas, grupos religiosos y otros aspectos de la sociedad civil.

Mientras tanto, lo que el PCCh llama “socialismo con características chinas” (juntar capitalismo con autocracia), ha propiciado una rampante corrupción sistémica y graves desequilibrios económicos. Una gigante burbuja inmobiliaria y creciente deuda pública amenazan con una crisis financiera; una preponderancia de capital encerrado en empresas estatales o conectadas estrechamente con el partido ha producido una sobrecapacidad industrial a gran escala.

En el peor de los casos, el PCCh se arriesga a aislarse internacionalmente y a estancarse económicamente, algo que caracterizó a la Unión Soviética en los últimos días de la Guerra Fría, previo al colapso económico y luego el colapso político.

La corrupción, un vicio endémico del sistema político totalitario del PCCh, aceita las inversiones de UCUC en el exterior, ya que Beijing se involucra en países con gran corrupción donde las instituciones democráticas son débiles o inexistentes.

En Asia Central, una región que fue parte de la Unión Soviética, UCUC ha estado asociado con la corrupción de liderazgo local. En un análisis publicado en el South China Morning Post de Hong Kong en mayo pasado, se menciona que los inversores chinos suelen apurar los tratos con sobornos.

Zeng Jianyuan, académico taiwanés, sostiene que el régimen chino preferiría que sus vecinos fueran autocracias propensas a los sobornos, en vez de democracias limpias e independientes.

“Para asegurar la estabilidad de su propia autoridad política, el PCCh no quiere ver a los países que lo rodean desafiar el sistema autoritario o que se produzcan revoluciones de color, cosas que pueden afectar el sentimiento de las masas en China”, dice Zeng. “El objetivo del PCCh es tener bajo control a la política y economía de sus vecinos”.

Por Leo Timm. Yi Ru contribuyó con este reporte.

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