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El socialismo es impracticable

Ludwig Von Mises, dijo que el socialismo era la aplicación de los valores militares en la economía y un programa político económico impracticable. Para que un programa socialista funcione, se necesita una mano de obra muy bien motivada y disciplinada, determinación que debe extenderse a toda la sociedad. Una sociedad socialista es una máquina de gente haciendo su trabajo de manera correcta, dentro de su organización, la cual al mismo tiempo tiene que trabajar de manera perfecta con otras organizaciones, todo bajo la dirección de orquesta de un planificador. Que no debe equivocar ninguna nota. Que debe tener la melodía, o plan correcto y verificar que todos sus subalternos cumplan a cabalidad su parte del plan. El problema es que el margen para soportar los errores e inconsistencias del mundo real no existe en el socialismo. La planificación centralizada es demasiado compleja e interdependiente para ser resiliente, necesita información perfecta en tiempo real que no existe, y necesita tener decisiones correctas todo el tiempo, lo cual es imposible de garantizar, porque están tomadas por seres humanos falibles operando con informaciones imperfectas y que no tienen la piel en juego si las cosas salen mal. Un solo error o problema en la cadena y el error se hace sistémico y afecta a toda la cadena porque todo está demasiado interconectado y centralizado. Esto inicia un proceso en cascada que termina destruyendo a todo el sistema como le pasó a la Unión Soviética en los 1980s.

En una economía capitalista, sobre todo en un capitalismo liberal donde la libre competencia está más o menos garantizada y no se creen oligopolios demasiado grandes para fallar, el sistema está mucho menos descentralizado, existen muchas redundancias más o menos independientes, que garantizan que un fallo o error en el sistema sea localizado, y si una parte el sistema fracasa, otras empresas similares llenen su hueco rápidamente. La anarquía y redundancia del capitalismo, que los socialistas ven como un gasto innecesario de recursos, en realidad es una de sus fortalezas, porque crea redundancias y resiliencias. En un sistema capitalista la propiedad privada garantiza que los actores económicos tengan la piel en juego si las cosas salen mal. En el socialismo hay un solo sistema, el estatal, y por lo tanto, si éste fracasa, fracasa todo el sistema. Si una fábrica de pan en un sistema socialista trabaja mal, la gente se queda sin pan. Si una fábrica de pan en un sistema capitalista trabaja mal, la gente le compra pan a la competencia. En un sistema capitalista el dueño del negocio que quiebra pierde su negocio, es su piel la que está en juego. En un sistema socialista, el burócrata que tomó una decisión mala busca un chivo expiatorio o una excusa ideológica.

El otro gran problema del socialismo es la motivación. Adam Smith declaró que el interés propio, es el motor de una economía capitalista, los biólogos evolutivos hablan de un gen egoísta, que la principal función de los organismos vivientes es perpetuar y reproducir sus propios genes. Es cierto que en las especies sociales como los humanos, el interés colectivo y la solidaridad tribal hacen contrapeso a los intereses individuales, pero pensar que la propaganda, el adoctrinamiento ideológico y el temor al castigo pueden reemplazar al interés individual y el tener la piel en juego como motivo para la producción económica, es ilusorio. No se puede cambiar la naturaleza evolutiva del ser humano. El interés personal seguirá existiendo, solo que en el socialismo se va a canalizar por medios poco productivos, como la intriga, el arribismo político, la corrupción y el mercado negro. Y la mano de obra y la burocracia disciplinada y motivada del socialismo simplemente desaparece. El sistema se estanca, como le pasó a la URSS durante el período Breznev en los 1970s.

Por todas estas razones, el socialismo, por lo menos al estilo soviético, resultó un programa político económico inaplicable. Necesita de gente perfectamente motivada, en una burocracia sin motivos de lucro o interés personal, tomando decisiones perfectas con información perfecta, sin la asistencia de un mercado redundante y resiliente, sin arriesgar nada si las cosas salen mal. Algo que es imposible de lograr en el mundo real.

El mercado puede ser caótico, la mano invisible de Adam Smith es una analogía mala de una época cuando los intelectuales eran deístas. Más bien es como la teoría evolutiva de Darwin, un proceso caótico de prueba y errores, donde la extinción o el cierre de empresas es la prueba de que los genes en el primer caso o los memes en el segundo caso, no eran los correctos para sobrevivir en el ecosistema. Donde a la muerte de una especie o empresa, otra llena su lugar ecológico o la ecología misma cambia. Pero el mercado, esa anarquía de millones de personas comprando y vendiendo, abriendo y cerrando empresas, esa destrucción creativa, es la razón por la cual las economías de mercado liberales son tan resilientes.

Y la palabra operativa es liberal… economía de mercado liberales o capitalismo liberal. Porque también existe otro tipo de capitalismo. El capitalismo de amigos o mercantilismo. En el cual también existen la propiedad privada, los empresarios y el mercado capitalista, pero el Estado se asegura que existan ganadores y perdedores fuera de las decisiones tomadas dentro del mercado. Como le sucede a los bancos tras la creación de los bancos centrales o a los complejos militares industriales. O en América Latina a casi todas las grandes empresas. Esto sistema implica una especie de planificación por proxy que crea oligopolios “demasiado grandes para fallar” donde la intervención estatal evita que los dueños de estas empresas tengan la piel en juego si las cosas salen mal. Como los rescates bancarios. Estos oligopolios tienen los mismos problemas que las grandes economías estatales, errores o malas planificaciones suelen afectar en cascada grandes partes de la economía y usualmente requieren de transferencias de recursos de sectores productivos de una economía a otros menos productivos pero políticamente más influyentes cuando la piel está en juego. Por eso la palabra operativa es capitalismo, pero capitalismo liberal.

About the author

Ricardo Soto

Ricardo Soto Barrios, abogado, especialista en políticas públicas, egresado de la Universidad Santa María la Antigua. Políticamente liberal, ha participado en muchos proyectos donde se analizan las políticas públicas de Panamá desde un punto de vista liberal y se proponen alternativas. Ha trabajado en la Policía Nacional de Panamá, el Ministerio de Gobierno, y AMPYME, además de ejercer la práctica privada.

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