Hace apenas tres décadas, Estonia era un pequeño apéndice de la Unión Soviética. La caída del comunismo precipitó la democratización y la apertura económica de esta pequeña república báltica, que se ha caracterizado desde los años 90 por su innovadora agenda reformista.
Treinta años después, Estonia es una democracia consolidada que, además, se ha convertido en una de las economías más dinámicas y vibrantes de la Unión Europea. La tasa de emprendimiento per cápita se sitúa entre las más altas del mundo y, a pesar del duro impacto que tuvo la Gran Recesión, Estonia se ha convertido en un referente en materia de austeridad fiscal, tras adoptar exitosos planes de ajuste que redujeron el gasto público por un monto equivalente al 13 por cienot del PIB.
Si viajamos atrás en el tiempo y nos fijamos en el Índice de Libertad Económica que elabora la Fundación Heritage, podemos ver que la nota obtenida por Estonia en dicho estudio ha subido del entorno de los 65 puntos registrados hace dos décadas a los casi 80 puntos que logra hoy el pequeño país del Norte de Europa.
Las reformas liberales impulsadas por dirigentes políticos como Mart Laar han dado sus frutos y han conseguido que Estonia salga del subdesarrollo y se convierta en uno de los polos del nuevo capitalismo europeo, hasta el punto de haber alcanzado ya el puesto número 6 del Índice de Libertad Económica.
Los reconocimientos internacionales no han tardado en llegar. El país ocupa el puesto 12 en el índice de facilidad para hacer negocios que publica el Banco Mundial. Además, la Tax Foundation considera que Estonia es el país de la OCDE con mejores regulaciones fiscales.
“Una receta sencilla”
Para saber más del modelo económico de Estonia, concerté una entrevista con su ministro de Finanzas, Jürgen Ligi. A lo largo de nuestra charla, resumió el sistema económico del país de la siguiente forma:
“En plena crisis, el número de empresas ha subido un 40%. Tenemos una receta sencilla: ser un país atractivo para hacer negocios, con un sistema tributario sencillo y transparente. Aplicamos una tasa del 20 por ciento en el Impuesto sobre la Renta. Las empresas solo pagan IVA a partir de los 16.000 euros de facturación. No se cobra un Impuesto de Sociedades sobre el beneficio, sino apenas una tasa del 20 por ciento cuando hay reparto de dividendos, de manera que las ganancias se pueden reinvertir año tras año sin tener que pagar impuestos por dicho concepto. Además, tenemos un mercado laboral flexible y una administración ligera que está diseñada para reducir al mínimo los obstáculos burocráticos”
El modelo business friendly de Estonia dio una nueva vuelta de tuerca con la progresiva digitalización de la economía. En el sector público, esta apuesta por la informatización ha permitido eliminar uno de cada cinco euros de gasto público. Pero hay más. En Estonia se puede votar por internet; los impuestos se pagan online, en cuestión de minutos; además, el registro de empresas se hace también en línea, mediante un sencillo protocolo que permite dar de alta una nueva sociedad en poco más de quince minutos.
Tres visionarios quisieron ir más allá. Hace apenas unos años, en 2014, Taavi Kotka, Ruth Annus y Siim Sikkut propusieron al gobierno una idea radical: desarrollar un proyecto de ciudadanía virtual. El Ejecutivo asumió el reto y, a finales de ese mismo año, puso en marcha esta curiosa iniciativa.
17.000 ciudadanos virtuales
¿En qué consiste el programa? La ciudadanía virtual está abierta a cualquier persona del mundo. Da igual que estemos a miles de kilómetros de Estonia: quien desee acogerse al marco fiscal, jurídico y regulatorio del país puede hacerlo a través de un sencillo proceso de registro que apenas acarrea varios formularios web y un mes de espera.
De momento, en algo más de dos años, el programa no ha parado de crecer y cuenta ya con 17.000 personas registradas. El 95 por ciento de las peticiones tramitadas se resolvió de manera favorable. ¿Y de dónde son estos nuevos ciudadanos virtuales? Finlandia, Rusia, Estados Unidos, Ucrania y Reino Unido están en los cinco primeros puestos de la tabla, mientras que Alemania, Italia, Letonia, India y Francia completan el top diez. En cualquier caso, el país con mayor cuota (Finlandia) apenas supone el 15 por ciento del total, ya que el programa ha tenido un enorme atractivo en los cinco continentes, dando pie a la gran diversidad que se observa entre los participantes.
Estonia como centro financiero internacional: pros y contras
El creciente éxito del programa de ciudadanía virtual puede ayudar a que este pequeño país se consolide como un centro financiero cada vez más relevante a nivel europeo. De entrada, sus impuestos son relativamente bajos, como ya hemos descrito anteriormente, aunque la principal fortaleza del modelo es que no se cobra un Impuesto de Sociedades sobre el beneficio, de manera que los negocios que manejan más cash flow tienen mucho que ganar con este sistema.
Por otro lado, la pertenencia a la Unión Europea y la OCDE permite que Estonia se libre de la campaña de ambas organizaciones contra la competencia fiscal, al contrario que otras jurisdicciones sujetas a una enorme presión por esta vía. De manera que la república báltica es sinónimo de mayor seguridad jurídica que otros centros financieros internacionales.
También es cierto que el modelo estonio no ofrece privacidad y, de hecho, la naturaleza digital significa que todas las operaciones dejan huella ante una eventual auditoría por parte de las autoridades. Además, el sistema puede no ser muy eficiente para preservar ahorro, de manera que solo resulta competitivo con otros centros financieros internacionales en su faceta de canalización de negocio e inversiones.
Pero lo que sí brinda el sistema ciudadanía virtual son dos ventajas características de los centros financieros internacionales: flexibilidad operativa, gracias a las facilidades que ofrece la digitalización de los procesos; y acceso a mercados, gracias al encaje de Estonia en la Unión Europea.
El continuo aumento en el número de ciudadanos virtuales nos da razones para pensar que el programa concebido por Taavi Kotka, Ruth Annus y Siim Sikkut va a seguir creciendo. Para la industria de la asesoría fiscal, el modelo estonio vuelve a poner de manifiesto lo importante que es adaptarse a un mundo cambiante y complejo, en el que el atractivo fiscal está continuamente en juego.
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