Mientras más planifica el estado, más difícil se torna la planificación por los ciudadanos, señaló F.A. Hayek hace buen tiempo. Y es que los planificadores estatales desde sus refrigerados despachos jamás podrán disponer de toda la información requerida para dirigir la vida ajena; y más en un mundo en el cual las cosas se van acelerando cada día, requiriendo una rauda adaptación in situ.
Es “la fatal arrogancia” de los centralistas, esos que presumen ser más de lo que son; es decir, meros mortales. Ese gobernar a control remoto jamás ha dado buenos resultados; y mucho menos es un mundo de aceleración exponencial. Peor aún es que al intentar semejante insensatez las autoridades están en franca violación del principio constitucional de velar por la libertad de los ciudadanos. El asunto no está en harrear sino en cumplir con las limitadas normas constitucionales de vida, libertad y propiedad; pues, más allá, ¡la dañan! Y, ¡ni hablar!, que se presta para el relajo.
Las autoridades están instituidas y electas no para ser discrecionales sino para hacer cumplir los acuerdos constitucionales. Lástima que esos acuerdos que tenemos en Panamá no son nada cumplibles; pero, ello no implica que tienen licencia de arbitrariedad. Hoy, gracias a las gracias de despistadas autoridades, el pueblo anda desorientado intentando sobrevivir pese al caos creado por soberbias “autoridades”.
Si algo debe ir apareado con la autoridad gubernamental es una buena dosis de humildad. He insisto, “autoridad” es el autor, el que conoce sus limitaciones y respeta. Eso de esconderse detrás de títulos rimbombantes tales como “expertos” o “científicos” y tal, no pasa de ser deposiciones de heno digerido por semovientes. Lo que corresponde es dar la mejor información posible y que los ciudadanos escojan sus caminos, en el marco de la buena ley. El arrear aduciendo que es porque el pueblo es ignorante, es condenarlos a esa condición; en otras, se aprende a nadar, nadando.
Hoy, me cuentan unos propietarios de restaurante que están zozobrando, que anoche reciben la información de que ahora el cierre es a las 9:00 p.m. y no a las 11:00 p.m. ¿De verás creen estos dictadores que con eso disminuirán el contagio? ¿O será que sólo les interesa aparentar?; sin importarle que el país entero se vaya al colapso. Ya estoy enterado de algunos que piensan cerrar del todo.
No estamos frente a gobernantes sino a promotores de disfunción social y desastre económico. El asunto no es tan difícil de entender y les pongo un ejemplo: Si estás nadando en un río y ves venir una cabeza de agua, ¿vas a esperar que SINAPROC te diga: “¡Sal del agua!” Así, hay cualquier cantidad de cosas que sólo las podemos advertir y lidiar en el sitio y el momento, y en las cuales el mandato gubernamental obtuso es fatal. Fatal porque si la haces bien, el politicastro dice que fue gracias a su intervención. Pero, si la haces mal, es tú culpa.
En otros sitios, tal como en Beverly Hills en los EE.UU., ya la ciudadanía comienza a rebelarse, alegando que no es asunto de salud sino de ineptitud y un desordenado deseo de controlar al rebaño. Dicen controlar la pandemia (falso), pero no les importa destruir a la pequeña empresa, a la economía en general y, ni hablar, la salud mental de los ciudadanos. A fin de cuentas, el estado no se distingue por su honestidad o superioridad, a no ser por la superioridad de las armas; tal como bien señaló Thoreau.
Al ver todas estas cosas, bien podemos concluir que no estamos siendo gobernados sino muy mal arreados.
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