Mientras miramos las carreras de caballos entre Nito, Rómulo, Lombana, Blandón, Ana Matilde, Saúl y Marco, y discutimos la veracidad de las encuestas o los 100 y uno simulacros de votación, o mientras el Tribunal Electoral decide si un detenido preventivamente puede correr para alcalde, nadie se fija en por quién vamos a votar en la Asamblea. Bueno, sí nos fijamos: en la última maleantería de los seguidores de Yaribel Abrego, quien estuvo a punto de ser vicepresidenta en la nómina de su partido, o en el cinismo de Benicio y otros de los diputados del PRD que hacen que la gente que pensaba votar por Nito los vea y se le pase, o en la telenovela de la Levy, entre otros; pero no pasa mucho más de la indignación en las redes sociales. La campaña del “no a la Reelección” se mantiene, pero no sabemos cuánto va a calar en un electorado panameño que detesta el clientelismo de otro, pero adora el clientelismo de su propio diputado. Puede ser que tengamos una Asamblea renovada, o puede ser que tengamos la misma Asamblea con pocas caras nuevas. Y nada nos garantiza de los diputados nuevos que no quieran seguir los corruptos y clientelistas pasos de los diputados anteriores. Total, si el sistema es corrupto, las personas van a tender a corromperse.
Yo ni siquiera sé por quién voy a votar para diputado. Dos meses de campaña son muy pocos para aprender a conocer a los candidatos a presidente, pese a su exposición nacional. Son muchos menos para aprender a conocer a los candidatos a diputado. Decir “no a la reelección” es fácil. Total, ya se sabe por quién NO se va a votar, pero ¿qué pasa cuando se está en la mesa de votación y se tiene que decidir por cuál se va a votar’. Y lo peor, por ahora casi todos las promesas de campaña son de diputados y diputadas prometiendo que van a pasar leyes donde se gasta el dinero de otros, o sea, de los contribuyentes. Pero todos parecen ignorar el elefante en la sala…… ¿Qué van a hacer estos renovados aspirantes a diputados con la Asamblea si son electos? Porque éste es el verdadero problema.
Por ahora pocos o ninguno han dicho que de ser electos promoverán reformas constitucionales y legales para reformar la actual Asamblea de Diputados. Pocos o ninguno. Y si estas reformas no se hacen, la corrupción en la Asamblea seguirá, solo que con nuevas caras.
Ideas como acortar el período de los diputados permitiendo las elecciones de medio término cada dos años y medio en una asamblea monocameral o en la cámara baja en una bicameral. Cosas como establecer una Asamblea Bicameral, con la cámara superior formada por diputados nacionales, que se elija un tercio cada 4 años, para que no coincida con ninguna elección presidencial. La prohibición de partidas circuitales, la eliminación de los suplentes, las restricciones a la cantidad de personas que los diputados puedan nombrar tanto en monto como en los salarios. La eliminación de los privilegios fiscales. Es una inmoralidad que quienes deciden sobre establecer impuestos y cómo gastarlos, puedan eximirse de tener que pagarlos. Que quienes establecen delitos y penas por ley, hacen más difícil que se les investigue por estos delitos.
Por ahora solo tres candidatos a presidente hablan de constituyente. Por ahora casi todos los candidatos a presidente hablan de reformas a la constitución. Por ahora se habla mucho del cómo reformar la Constitución, pero se habla poco de lo que queremos reformar. Y lo más lamentable es que de ese “no a la reelección”, los nuevos aspirantes a diputados, los llamados a sanear el sistema, tampoco hablan del tema. Lástima.
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