Acreditación puede referirse a aquello que merece crédito, consideración o reconocimiento. En sentido simple, la acreditación no es más que un documento que brinda testimonio de algo; tal como el haber pasado por una universidad, aunque poco haya calado en proceso. Pero, como bien señalan algunos, “como uno de tantos tentáculos gubernamentales, la acreditación no es más que un proceso de colonización y control”. Y, precisamente, una de las conclusiones de un estudio llevado a cabo por Goethals Consulting Corp., y patrocinado por la embajada británica en Panamá, sentenció que el MEDUCA se preocupa mucho más en acreditar los claustros educativos que en lograr resultados acreditables.
Procurar acreditación no es igual que procurar educación. Si el MEDUCA se dedicara a acreditar los resultados, otro gallo cantaría en los predios educativos y en el país. Y lo mismo ocurre con los educadores, incluso aquellos que estando acreditados no educan. Se paga por la acreditación y no por la capacitación. Según parece, el educar con resultados da pereza; mientras que acreditar es fácil, y terminas con un pergamino que puedes colgar en una pared o que sirve para que el MEDUCA te aumente el salario, sin que tengas que mejora la forma de educar.
Hoy día, en que la información anda suelta por las redes cibernéticas, la acreditación pierde sentido y surge la necesidad de nuevas formas de dar crédito y confiabilidad. Desafortunadamente los gobiernos aún siguen siendo la principal barrera evolutiva en su trastocado intento y objetivo de acreditar aquello que mucho mejor acredita el mercado. El problema es que los gobiernos o sus gobernantes, esos que “prosperan” en aquello que bien apodó el presidente Trump de los EE. UU. como “the swamp”, que traduce bien a barrizal o estercolero político, poco gustan delegar a la actividad ciudadana o mercado y mucho colocar allí dónde pueden alcanzar.
Si verdaderamente queremos salir del lodazal de nuestro fatídico sistema educativo gubernamental, y aún el privado, en buena medida viciado por una intervención gubernamental, ya va siendo hora de admitir que no se trata de nuevos parches sino de cambios radicales. Uno de esos cambios radicales es el de tratar la educación como tratamos a otros servicios y productos del mercado que se basan en resultados y no en acreditaciones clientelistas.
Pero los estereotipos contrarios a la acumulación de riqueza económica bien lograda desatienden la realidad que existe en esos agentes cuya éxito económico y divergencia con el estercolero les permite abrir nuevas trochas de desarrollo. Como bien lo decía Ayn Rand al hablar de la creación de riqueza, que la creación de nuevas sociedades se logra mejor por los caminos descentralizados. Esto no quiere decir que se trata de anarquía, ya que los liberales definitivamente no somos anárquicos; lo que creemos es en aquello de “es buen culantro, pero no tanto…” simplemente reemplacen “culantro” por “gobierno”.
En fin, no es sólo asunto de acreditación para lograr empleos, sino de la creación de actividades productivas con valor agregado para toda la humanidad. No es asunto de acreditación sino de creación; esa que poco se encuentra en estancos aposentos de gobiernos desmedidos.
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