Hoy leo a Judson Berger quien pregunta: “Quién le dirá a la administración Biden que la extracción petrolífera de Venezuela es tan dañina para el medio como la extraída en Texas”. Lo cual, aunque cierto en cierto grado, sí que hay una diferencia; no sólo en la calidad del crudo sino en las normas ambientales de su explotación y uso. Y ni hablar que al comprarle el petróleo de la élite rusa (a Putin) o a Maduro se está colaborando con criminales y fregando a toda la población estadounidense; junto al resto del planeta, incluyendo a Panamá.
Precisamente en todo ello vemos la perversidad de la politiquería que en búsqueda de intereses mezquinos está dispuesta a causar inmensos daños a la población. Tal es el caso que vemos en Panamá, en dónde ayer sale en La Prensa algo que publiqué hace años en mi libro, Educación ¿particular o gubernamental?, como también en varios ensayos que abordan el tema de la educación centralizada en contraposición a la descentralizada o privada.
El problema con el rechazo visceral a la “privada” es: ¿privada de qué? Pues, privada de la corruptela de politicastros y gremios magisteriales de funcionarios del estado que tienen secuestrada a toda la población.
Y, aunque pareciera que me desvié del tema del petróleo, en realidad no es así, ya que si ponemos atención veremos que tanto el tema energético como el educativo, junto con tantos más, se ven afectados por bajos instintos que ni siquiera son ideológicos sino inmorales. Bueno, la verdad es que ideologías como la del socialismo no sólo son empobrecedoras sino inmorales.
El otro aspecto del desvío que produjo el gobierno Biden con lo de los combustibles fósiles, es que desconoce y se aprovecha de la ignorancia popular en torno a las realidades de la industria en general. Cerrar la producción petrolífera, alegando la protección del ambiente, es fácil. Lo que no es nada fácil es, una vez que te das cuenta del error, lo difícil que resultará, por muchas razones, volver con la producción.
Por un lado, los inversionistas habrán quedado espantados. Imagínense la inversión que fue afectada en la suspensión del oleoducto Keystone XL. Y ni hablar las 10,000 plazas de trabajadores especializados que tuvieron que emigrar; los cuales no vuelven así no más.
Lo triste es que los burrócratas no entienden y no toman en cuenta o no les importa lo difícil y arriesgado de invertir en una exploración petrolífera y luego en la operación; particularmente cuando constantemente deben luchar contra el mar de normas que supuestamente les imponen para cuidar el medio; muchas de las cuales son puro tilín-tilín y poca paleta. Y tengan presente que no sólo es Keystone XL, sino toda la industria desde México hasta Alaska y, de paso, Canadá; mientras, a todo ello, ahora pretenden ayudar a Maduro y otras dictaduras.
En resumen, mientras que tantos gobiernos sigan secuestrados por oligarquías corruptas, y mientras que la población mal educada en los NODUCA del mundo sigan votando por los más ladinos, la cacareada “brecha” entre ricos y pobres no mejorará lo que bien puede y debe.
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