Voy a insistir en un tema que me parece de la mayor trascendencia ante la realidad que vive hoy el llamado mundo occidental y cristiano, y como antes he considerado es el origen de la confusión reinante. Cada día me convenzo más de que en el mundo hoy se sigue ignorando que hasta hace unos doscientos años se vivía como vivía Jesucristo, tal como muy bien lo expone William Bernstein en su “The Birth of Plenty” (El Nacimiento de la Abundancia).
Entonces la pregunta pendiente es ¿cuáles fueron los factores que determinaron la libertad y la abundancia en el mundo en que vivimos? Y al respecto me refiero a la sabiduría de Alexis de Tocqueville cuando dijo: “Las tierras producen menos en razón de su fertilidad, que de la libertad de sus habitantes”. Y volviendo al mundo occidental y cristiano no puedo menos que recordar la cita de Montesquieu en sus Cartas Persas: “Los musulmanes decían que los cristianos eran los que más se mataban entre ellos”. Francia e Inglaterra tuvieron una guerra de los Cien Años -1337/1453- y después llego la Guerra de los Treinta Años -1618/1648-, en la que murió la mitad de la población de Europa.
Así llegamos al siglo XX con las dos guerras mundiales entre cristianos con Japón incluido. En la segunda guerra mundial murieron unos 50 millones de cristianos occidentales. Por ello Jean François Revel en su “La Obsesión Antiamericana” escribió: “Son los europeos, que yo sepa, quienes hicieron del siglo XX el más negro de la historia en las esferas política y moral se entiende. Ellos provocaron los dos cataclismos de una amplitud sin precedentes que fueron las dos guerras mundiales; ellos fueron los que inventaron y realizaron los dos regímenes más criminales jamás infligidos a la especie humana”. Y si no hubiese sido por los norteamericanos el mundo cristiano occidental habría sido nazi y comunista.
En ese sentido es necesario rescatar el hecho indubitable de la diferencia entre las filosofías políticas de Europa Continental y la Angloamericana, que como bien dice Ayn Rand son tan diferentes como el día y la noche. No cabe la menor duda de que de la filosofía política angloamericana surgió la libertad en el mundo y de la europea continental el totalitarismo, que como ya he dicho es la racionalización del despotismo.
Puedo decir que la libertad comenzó en Inglaterra con la denominada Glorious Revolution de 1688, la cual que yo sepa no se le ha enseñado a nadie, en tanto que por el contrario se ha extendido la falacia de que fue la Revolución Francesa el origen de la libertad, cuando en la realidad fue el origen del totalitarismo, Diosa Razón y Robespierre mediante. Al respecto Peter Drucker escribió: “Tan difundida y tan falaz como la creencia de que fue la Ilustración el origen de la libertad del siglo XIX, es la creencia de que la Revolución Norteamericana se basó en los mismos principios que la Revolución Francesa, y que fue su precursora”.
Estoy haciendo estas referencias históricas, pues como dijera David Hume la historia es un aprendizaje. Y cuando digo que en Inglaterra comenzó la libertad, hay que reconocer que con anterioridad a la Glorious Revolution no había libertad durante todo el período de los Tudor y de Cromwell. Por ello David Hume también reconoció: “Los ingleses en aquella era estaban tan completamente sometidos que, como los esclavos del Este, estaban inclinados a admirar aquellos actos de violencia y tiranía que se ejercían sobre ellos y a sus propias expensas”. Es debido a esa realidad que existen hoy los Estados Unidos, pues si hubiera habido libertad en Inglaterra los pilgrims no habrían cruzado el Atlántico.
Es importante reconocer el origen y las ideas que generaron la libertad y la creación de riqueza por primera vez en la historia. Fueron las ideas de John Locke las predecesoras de la libertad en el mundo, que partiendo del reconocimiento de la naturaleza humana advirtió la necesidad de limitar las prerrogativas del rey porque los monarcas también eran hombres. Igualmente propuso la necesidad y conveniencia del reconocimiento de los derechos de propiedad.
Y me voy a referir a un derecho que consideró el principio fundamental de la libertad, que es el derecho a la búsqueda de la propia felicidad. Ese derecho implica el reconocimiento de que los intereses privados no son contrarios al interés general, en la medida que no violen la ley y no perjudiquen directamente a otros ciudadanos. Y al respecto también reconoció que “lo que importa no es la ley sino qué ley”. Y Schumpeter lo reconoció cuando dijo: “No es lo mismo una ley que regula el tránsito, que una que dice a donde tenemos que ir”.
La evolución señera de esos principios fueron llevadas a cabo en los Estados Unidos con la aprobación de la Constitución de 1787 y el Bill of Rights de 1791. Al respecto debo insistir que ese proceso no fue el resultado de la cultura. Tal como explica Cathering Drinker Bowen en su “The Miracle of Philadelphia”, lograr la aprobación de la Constitución fue un proceso de gran dificultad, debido al enfrentamiento entre los distintos estados. Al respecto Alexander Hamilton escribió en The Federalist Papers: “Nosotros podemos decir con propiedad que hemos alcanzado casi la última etapa de la humillación nacional. Hay escasamente algo que pueda herir el orgullo, o pueda degradar el carácter de una nación independiente que nosotros no experimentemos”.
Insisto una vez más en la teoría de que el sistema ético político no depende de la cultura, sino que por el contrario, la cultura como expresión del pensamiento y comportamiento de los ciudadanos depende del sistema. Si admitimos que es la cultura la determinante del sistema estamos aceptando a priori la imposibilidad de instaurar el sistema ético, político y jurídico que cambió la historia del mundo. Y la República Argentina de 1853 ha sido un mentís rotundo a esa hipótesis, pues fue hecha por gallegos y católicos. No por anglosajones ni protestantes.
Como bien dice Ira Glasser: “Los primeros americanos de hecho inventaron una nueva forma de gobierno. Pero hicieron algo más que eso. Ellos declararon un nuevo propósito del gobierno. Ese propósito nuevo fue la protección de los derechos individuales. Ningún gobierno antes había sido creado con ese propósito”. Esa realidad implica la necesidad de reconocer que el sistema del Rule of Law no es la democracia. Esa es otra de las confusiones presentes en el siglo XXI en el que la izquierda se ha apropiado de la ética en función de la falacia de la igualdad, donde mediante el socialismo alcanza el poder político democráticamente, tal como lo había previsto Edward Bernstein en su “Las Precondiciones del Socialismo”.
El principio fundamental del Rule of Law está reconocido por James Madison, quien advertido por Jefferson de que “un despotismo electivo no es el gobierno por el que luchamos”, escribió en la Carta 51 de The Federalist Papers: “Pero qué es el gobierno en sí mismo sino la mayor reflexión sobre la naturaleza humana. Si los hombres fuesen ángeles no sería necesario el gobierno. Si los ángeles fuesen a gobernar a los hombres, ningún control externo o interno sería necesario. Al organizar un gobierno que va a ser administrado por hombres sobre hombres la gran dificultad yace en lo siguiente: primero Ud. debe capacitar al gobierno para gobernar a los gobernados; y en segundo lugar a controlarse a sí mismo. La dependencia en el pueblo es sin duda el primer control al gobierno, pero la experiencia le ha enseñado a la humanidad la necesidad de precauciones auxiliares”.
Perdón por la longitud de la cita, pero considero que en ella se encuentra la enseñanza de la necesidad de la limitación del poder, la comprensión de la naturaleza humana y el principio de la mano invisible de Adam Smith. Y precisamente tomando en cuenta la necesidad del control al gobierno a sí mismo se estableció mediante el Juez John Marshall en la decisión del caso Marbury vs Madison en 1793 el sistema reconocido como la revisión judicial. Y al Respecto dijo Marshall: “Todo gobierno que ha formado una constitución la considera la ley fundamental. Por tanto toda ley contraria a la constitución es nula. Es el deber y la función del poder Judicial el decir qué es la ley”.
Hoy, en nombre de la falacia de la igualdad, la izquierda se ha apoderado de la Unión Europea social-democracia mediante y así como de parte de América Latina. El proceso entraña el aumento del gasto público que implica la violación del derecho de propiedad y por consecuencia del derecho a la búsqueda de la propia felicidad. A los hechos me remito: en la década del 2007 al 2016 el gasto público se elevó en la Unión Europea. Francia pasó al 54% del PBI, Italia 50%, Inglaterra 46%, Alemania 45% y España 43,3%. La consecuencia ha sido que esos países o no crecen o como es el caso de Grecia e Italia sus economías han caído profundamente.
El caso de Estados Unidos parece hoy impredecible con el gobierno de Trump, pero pareciera que en un aspecto importante de la política ha dado marcha atrás y ha llegado a un acuerdo con Xi Jimping. Y para finalizar al respecto permítanme recordar a Alberdi: “Hasta aquí el mayor enemigo de la riqueza del país es la riqueza del fisco”.
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