El Poder Ejecutivo está perdido. Se han ido convenientemente a Rusia, en una visita diplomática justo en medio del Mundial de Fútbol. Y después de las visitas iniciales, pareciera que éstos han desaparecido. Están en Panamá, siguen en Rusia, no sé. No ha sido muy transparente este viaje, pese a que todos lo pagamos.
Lo cierto es que la ausencia del Presidente y la Vicepresidente de los medios, deja claro una cosa. ¿Son éstos realmente necesarios? No me refiero a los viajes, sino a las figuras del Ejecutivo y no a éstas, sino a todas. Total, este gobierno se ha caracterizado totalmente por su falta de grandes iniciativas que requieran del uso de capital político. Más que todo se han dedicado a arrojar subsidios a los problemas, pagándoles con más deuda, dejar que la fuerza pública se auto administre renunciando al deber del control civil sobre ésta, a continuar planes de obras dejados por el gobierno anterior, y de firmar e implantar todo lo que la OCDE, el GAFI y la Unión Europea les pidan.
Para eso no se necesita tener presidentes o vicepresidentes con algún tipo de liderazgo político; con un administrador interino es suficiente. Estamos ante un gobierno que no aspira a grandes reformas de nuestro sistema económico y político, que no aspira a tomar grandes iniciativas internacionales. Así que no se necesita una gran dirigencia; es más, es posible que no necesitemos nada.
Nuestros jefes del ejecutivo están desaparecidos, y sin embargo, Panamá no se ha caído en pedazos, esto es positivo, significa que Panamá es un país estable, y realmente los problemas diarios de Panamá son solucionables sin grandes esfuerzos políticos que nuestro ejecutivo no tiene la menor intención de hacer de todas maneras. Así que todo sigue igual.
Cuando un estado está funcionando, un gobierno no es obligatoriamente una necesidad. Bélgica o Alemania han estado meses sin fijar gobierno, y todo sigue igual; es más, la economía crece. Un ejecutivo fuerte solo es necesario cuando se intentan hacer grandes reformas, algo que en Panamá no se hace desde los años 90s del siglo pasado. Entonces ¿para qué queremos un ejecutivo tan fuerte como el que tiene la constitución de 1972? Se habla mucho de llamar a una Asamblea Constituyente, un gobierno hasta ahora alérgico a las grandes reformas, que inclusive es alérgico a las reformas parciales, decide proponer la reforma más peligrosa por ser la más profunda de todas. Una Asamblea Constituyente, que reforme toda la pirámide de Kelsen desde la cabeza, dejando al país en medio de un limbo jurídico unos meses, sin ni siquiera poder decir qué se quiere arreglar con la Constituyente.
Porque si hay algo que reformar o cambiar la Constitución, una de las cosas más importantes que se deben tocar es el presidencialismo excesivo, que como estamos viendo es innecesario para el funcionamiento del Estado y es una fuente de corrupción y clientelismo.
Cuando hablamos de Constituyente, casi todas las partes lo que quieren es presentar una carta al Niño Dios, con una especie de lista de deseos donde cada grupo de presión tiene su propuesta mascota propia, deseando que se le dé rango constitucional a su mascota, como ya se demostró en el experimento de la Junta de Notables durante el gobierno de Ricardo Martinelli.
Los verdaderos temas del por qué deberíamos reformar o cambiar la Constitución, que son la estructura del Estado, no se discuten. El exceso de poder del Ejecutivo, la falta de independencia del Órgano Judicial, el diseño unicameral del Legislativo, todos estos problemas se ignoran; es más, ni se discuten, porque todos sueñan con una constituyente para incluir sus mascotas constitucionales.
Y el problema del ejecutivo todopoderoso en un país donde está demostrado que no es necesario, es un problema que debemos tocar y no lo hacemos. Y debemos hacerlo, porque está demostrado que el exceso de poderes del ejecutivo solo sirve para dos cosas: para el clientelismo y la corrupción. Para nada más. Mejor que nuestros presidentes se vayan a pasear al Mundial siempre.
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