Desde el viernes 26 de Mayo, hemos comenzado a publicar como sección especial semanal, poemas extraídos de libros inéditos aún, del prolífico autor John Bennett, cuya pluma en este campo es realmente admirable. La combinación entre una mirada irónica y aguda de la realidad socio-política y la concatenación de las palabras producen estas pequeñas maravillas que invitamos a disfrutar. Esta semana, los deleitamos con “Amanecer cumbreño”, que pertenece a la obra: El Mundo Mío que es Tuyo, firmada por Juan Alejo, en Panamá 1998 – 2023.
Amanecer cumbreño
Cantos de Penumbra es el típico despertar en Las Cumbres con sus retazos de bosque en dónde se han refugiados los habitantes de nuestra selva para convivir a como dé lugar. Desde niño me embelesaron las aves y siempre las escucho y las busco en su canto y en sus ramales.
Cantos de penumbra
Una alborada de aves
Rasga el velo de Morfeo
Y en ese lánguido remanse,
Mullido entre sábanas y almohada,
Descubre el nuevo día.
Más allá de la puerta,
Entre el frío y la niebla matinal,
Un horizonte de cantos
Anuncia el final
Del grillo nocturnal.
¡Que alegría infunde!
La desenfrenada algarabía
De cantantes ataviados
Con suntuosos plumajes,
De exagerados colores.
No sé si defienden su espacio
O claman su pasión,
Lo cierto es que alegra el corazón
Semejante prefacio
A un nuevo día.
Conoced los actores
De fábulas en albores:
El del pecho amarillo
Revienta primero
Su trino hidalgo.
Le responde el pardo ruiseñor
Seguido por algún coronel,
O el ubicuo azulejo,
Y no hay que extrañar, aun
El agudo tilín de un picaflor.
Y así van desperezando,
Entre rubores y cantos,
En sabanas y llanos
Y aun en suburbios dormidos,
Las odas matinales.
¿Cómo sería una mañana, áfona?
Una mañana en que,
Nadie relevara al grillo,
Y sólo un silencioso bramido
Anunciará el nuevo día.
Bendigo a Dios
Por los cantos despertares,
Y le suplico jamás vivir
El silencio aterrador
De una mañana sin alegrías cantarinas.
Pero las aves también claman
Al final del día.
Celebran el despunte
Y celebran el ocaso,
En acrisolada armonía.
¡Que hermoso ser como las aves!
Regresar al mundo cantando,
Lanzando al viento
El espíritu arrogante
Y despedirlo en vespertinas coplas.
Pero hay que ser prudente,
Pues no es sabido
Qué vecino desorejado
Podría también,
Su emoción desatar.
Mejor será
Dejar a las aves
El oficio heraldo,
Que anuncie la llegada
De una nueva jornada.
Y al llegar la tarde
Pregonar el ocaso
Como lo hace el capacho,
En su danza de altibajos
Y gritos contornados.
O quizás el gallito de monte,
Trémulo en lontananza,
Lanzando sus ansias,
Odas al sol moribundo
En las campiñas ya dormidas.
Más allá, sólo queda la noche,
Loca de grillos
Perdida en parajes
De luna y estrellas
Y en cantos de búhos.
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